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Textos literiaros que han cuestionado el poder

Por Jorge Guebely

Grande el texto literario cuando alza su voz contra el poder; especialmente, el económico con sus políticos. Cuando denuncia sus estrategias para depredar al ser humano en su materialidad y espiritualidad.

Por ser enemigo de regímenes inhumanos, dictatoriales o democráticos, de izquierda o derecha, le persiguen sus autores, le prohíben sus obras. Lo hizo la Rusia comunista con la novela El doctor Zhivago por revelar sus pavorosos desmanes.

Crea dolorosas metáforas, como Meursault en El Extranjero de Camus, personaje decapitado por desconocer la moral puritana del poder. No perdonaron su indiferencia ante las leyes del rebaño; mucho menos, su adhesión a las originales del Universo.

Tocó al viejo Sófocles, quien entendió la sacralidad del ser humano y la defendió en su tragedia de Antígona. Dos hermanos en conflictos: Eteocles, por defender al Estado; Polinices, por atacarlo. Creonte, Rey de Tebas, premió al primero, lo llenó de honores con un entierro de héroe. Al segundo, el otro hermano de Antígona, lo castigó, le negó el derecho universal a un entierro digno como mandan los dioses. Castigó también con la muerte a Antígona por defender a Polinices, por no aceptar la superioridad de las leyes de los humanos sobre las originales, la de los dioses. Antígona enfrentó a Creonte, le reclamó por semejante inhumanidad en portentoso diálogo:

«¿Por qué me has arrestado, Creonte? ¿Qué ley he violado? ¿Qué justicia he ofendido? ¿No sabes que soy hija de Edipo, y que mi hermano Polinices merece un entierro digno?».

Creonte respondió: «Lo sé, Antígona, pero la ley es clara: Polinices atacó nuestra ciudad, y por eso no merece un entierro honorable. Eteocles, en cambio, defendió nuestra ciudad, y por eso merece todos los honores.»

Poderoso texto literario, devela la miseria humana del poder. Los sumisos suben al cielo; los lúcidos descienden al infierno, al castigo, a la muerte. Inquietante pasaje de la tragedia griega, ficción más cerca de la verdad, muy lejos de la política.

Nos recuerda a un tal José Eustasio Rivera, espécimen raro en el país, más en la región. Nunca encajó en la moral conservadora, tampoco en la liberal, los dos pilares del poder colombiano. Tampoco habría encajado en el Pacto Histórico ni en la guerrilla. El primero, por su líder locuaz, otro político más del montón; la segunda, por asesina.

Habría sido normal, el texto literario cree más en el ser humano, menos en el poder de los codiciosos; más en la voluntad divina del universo, menos en el apetito de los poderosos; más en la sacralidad, menos en la profanidad.

jguebelyo@gmail.com

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