Crónicas

Las brisas de diciembre

 

Tres pequeñas chácharas navideñas para recordar «la época más linda de los años».

Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor General

Foto por: Nira Figueroa

Foto por: Nira Figueroa

Ya habíamos llegado a mi destino. Antes de bajarme del taxi, como un gesto de despedida, le dije al taxista: «¡Qué radiante está el día!», y me apresté a caminar con energía, listo para recibir los rayos del sol en la cara, la brisa hacía las veces de sombrilla contra el calor. «La naturaleza sabe que ya llegó diciembre», me respondió a mis espaldas. Su frase, dicha con una voz absoluta, me dejó perplejo.

«La naturaleza sabe que ya llegó diciembre». Cuando lo dijo me hizo voltear a verlo. Él miraba al horizonte. Y, claro, eso fue lo que me dejó perplejo: que esta tierra en la que vivimos es el trópico, el Caribe, donde no hay estaciones y al invierno se le llama lluvia y al verano calor, y que de tanta locura que le hacemos al mundo ya no sabemos si en agosto se volarán cometas ni cuándo es mejor sembrar el guandul o el arroz. Y sin embargo, con un mensaje silencioso que nos llega hondo, la naturaleza se encarga de que nuestras almas sepan que diciembre llegó. En efecto, cuando el taxista me dijo eso, era lunes, primero de diciembre.

Diciembre nublado

Taxis en BarranquillaTodos los taxistas estaban molestos unos días después. De repente diciembre se había puesto nublado. El clima había soltado una amenaza que terminó por reventar con un aguacero el viernes 5. Mi madre me contó que el miércoles ella había tenido que esperar casi media hora a que un taxi apareciera. Cuando entablaron confianza, el taxista que la recogió le contó lo de la molestia general en su gremio: «Mandan cáscara, señora, ahora dizque no trabajan porque el día está gris, que ellos prefieren el sol, que así debería ser diciembre: soleao’. Como si la plata y el hambre preguntaran por el clima. Mire, doña, para que vea usted que yo seré cachaco entonces porque a mí me gusta más si está nublado. No gasto en aire acondicionado, no sufro de calor, me animo, pongo salsita». Y así se fueron conversando hasta cuando mi madre también llegó a su destino, convencida de que la alegría y el desparpajo de diciembre viajaban en aquel taxi.

Una navidad discreta

Ilustración por Yoryo.

Ilustración por Yoryo.

Esta será la segunda navidad sin Rubén. Isabel y sus hijos recuerdan que diciembre pasado fue de luto solemne. Sin árbol, sin luces. A duras penas los nietos recibieron regalos. Sergio, el hijo que heredó de Rubén la vena dramática, me contó que esta vez su madre se le acercó y, con una frase como de Úrsula Iguarán, le devolvió la sonrisa a su ser: «Hijo, este año vamos a poner las luces, pero discretas».

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Practicante del periodismo desde niño, comunicador de profesión, artista por vocación. Email: jorgemariosarfi@gmail.com Móvil: 3185062634
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