Jesús Franco y su esposa, Carmen Manga, a partir de lo ocurrido el jueves, cuando amaneció en ceniza la casa de su vecino y amigo Carlos ‘El Capo’ Herrera, están con el credo en la boca.
Escrito Por: Francisco Figueroa Turcios
En sus rostros se puede advertir la tristeza por lo que le ocurrió a Carlos, no sólo por ser su vecino en el lote Peldar, sino que para Jesús Franco y su esposa, Carmen Manga, él era el hombre de confianza, quien les apoyaba en las diligencias.
«No hemos salido del impacto: el miércoles a las siete y treinta de la noche vimos un fuerte incendio, hasta el punto de que tuvo que venir una máquina del cuerpo de bomberos. Jamás pasó por nuestra mente que era que le habían prendido fuego a la casa de Carlos, nuestro amigo, que había construido su casa con tanto esfuerzo, con pedazos de madera, cartón y tejas española”, lamenta Jesús Franco.
La pareja cuenta que salió en busca de Carlos y nadie dio razón de él. Normalmente, a esa hora de la noche, cuando se produjo el incendio, Carlos salía a recoger cartones para reciclar de todas las tiendas del sector de Siape y San Salvador, porque los dueños se las guardaban para ayudarlo.
Jesús Franco está preocupado. Mejor dicho, teme que le pueda ocurrir lo mismo que a su amigo Carlos. Jesús, sin embargo, habla con tranquilidad mientras atiende a uno de los ex-obreros de la empresa Plásticos Vandux, que fue cerrada.
«Estamos con el credo en la boca ante el caso de Carlos, porque su situación era parecida a la de nosotros, estamos ubicados en jurisdicción del lote de Peldar, donde se está construyendo el Centro de Eventos y Exposiciones del Caribe (Ceet). La diferencia es que él estaba ubicado sobre la carrera 82 y nuestro kiosko esta sobre toda la Vía 40 con la carrera 8O. Carlos era nuestro vecino desde hace cinco años. Se pasó para allá -para la carrera- porque gente de la Alcaldía le prometió una casa si accedía a desalojar voluntariamente este sitio. Y jamás le cumplieron», anota Carmen Manga.
Kiosko Peldar
Jesús Franco Soto y Carmen Manga son oriundos de Fundación, Magdalena, y llegaron a Barranquilla en el año 1979 en busca de un mejor futuro. Llevan 21 años trabajando en el kiosko Peldar.
Jesús trabajaba en Postobón y todos los días le tocaba venir al lote de Peldar a botar las tapillas que recogían de las promociones y, al observar que en la Vía 4O con la carrera 😯 era un paradero de buses, se instaló allí porque en ese sitio se reunían muchos obreros, por el furor empresarial de ese sector. Se le vino a la mente montar un negocio de gaseosa y comestibles.
«Hablé con el administrador de Postobón, Franklin Isaza y le comenté la idea y le pareció excelente.Y me preguntó ¿acaso te vas a retirar de aquí? Le dije que no, que el kiosko lo administraría mi mujer. No dudó en apoyarme. Me ordenó que escogiera el lugar para mandarme a construir el kiosco. Me dio por escrito un permiso para usar el espacio, ya que ese lote era del Grupo Ardila Lulle (dueños de Postobón); me recomendó y así lo hice, fui a la Alcaldía a sacar el permiso de funcionamiento. La autorización de funcionamiento tiene la firma de Rodrigo Cassiani y el registro tiene el número 18699 de la oficina de Espacio Público. Postobón no sólo me construyó este kiosco, sino que puso la luz y el agua. Le pusé contador para no tener problemas con la Electrificadora y actualmente estoy pagando $230.460 mensualmente por el servicio de luz que utilizamos. Igualmente pagamos, de manera puntual, todos los meses a la Triple A el servicio de agua. Mi negocio está legalmente constituido ante la Cámara de Comercio: aparece matriculado con el nombre Kiosco Peldar y tiene el registro Número 18O878 de 24 marzo de 1994. Pagamos como cualquier cristiano los impuestos”, relata Jesús.
Destaca que les iba muy bien en el negocio, por lo que, ante las exigencias del mismo, solo duró tres años más trabajando en Postobón, para meterse de lleno a ayudar a su compañera sentimental.
En los últimos años las cosas han cambiado. La mayoría de las empresas que por aquí funcionaban han cerrado, como los casos de Aluminio Reynolds Santo Domingo, Vandux y tantas otras. En Aluminio están los trabajadores reunidos frente a las instalaciones de la fábrica cerrada, ya que, según el sindicato de dicha industria, “nos echaron a la calle sin pagarnos el último mes de sueldo y ni nuestras prestaciones sociales».
En los últimos cinco años a Jesús y a su esposa Carmen han pasado las de San Quintín porque los han intentado desalojar varias veces del sitio sin concertar con ellos una reubicación.
«Desde cuando se escuchó la noticia de la construcción del proyecto comercial y habitacional River-Side y luego el Ceec, nos ha tocado una lucha fuerte para evitar que nos quitaran el kiosco, hasta el punto que tuvimos que buscar a un abogado (Julio Fontalvo), para hacer valer nuestros derechos. Como están planteada las cosas hoy tememos por nuestras vidas. Nosotros vivimos aquí en el kiosco, es la única forma de cuidarnos de los delincuentes. Si lo dejamos solo, en la noche nos roban. Ahora que le incendiaron la casa de Carlos estamos en estado de alerta. No se descarta que nos quemen el kiosco, pero nos tendrán que matar, porque aquí estamos las 24 horas. Si le meten candela, nos encontrarán achicharrados”, afirma Jesús.
Por el sector nadie se explica lo que está sucediendo con estos pobres vendedores de estos kioscos. Pero se lo imaginan. Sin que nadie quiera tocar el tema de manera abierta. Jesús asegura que él y su mujer no se oponen a quitar el kiosco, “que es nuestro único medio de sustento, pero queremos que nos den alternativas de trabajos», dice Carmen, quien ha luchado codo a codo con su esposo para sobrevivir.
Carmen Manga recuerda como si fuera hoy un hecho de una de las tantas veces que los han intentado desalojar. “El 2 de marzo de 2012, cuando el presidente Juan Manuel Santos vino a poner simbólicamente la primera piedra del Ceec, el día anterior vinieron los funcionarios de Espacio Público de la Alcaldía con un camión a desalojarnos argumentando que venía el Presidente de la República y él no podía ver el kiosco. Yo me les encarajiné y no pudieron derribar el kiosco. El día que llegó el Presidente la Policía no nos dejó abrir el negocio por seguridad. Montaron a mi esposo y a mí en un carro y nos llevaron a las Flores, hasta cuando el Presidente se fue. Nos tenían como unos delincuentes”.
Jesús le ordenó a su esposa Carmen llamar al abogado Julio Fontalvo, ante la delicada situación para ver qué acciones legales tomarían para prevenir cualquier acto atroz contra ellos. Y le han dicho de manera tajante: “¡Julio, abre el ojo! que nos pueden borrar del mapa y después de leche derramada de nada sirve el llanto”.