Opinión

Se agotan las reservas morales

El abogado, historiador, musicólogo y escritor, una de las voces más críticas y sinceras de Barranquilla llega a LaCháchara.co con su columna Pasado de maracas, para dejarnos claro que la mamadera de gallo es una vaina muy seria.

Pasado de maracas

Por Adlai Stevenson Samper

Adlai Stevenson Samper.

Adlai Stevenson Samper.

Estupor causó el reciente informe en el que se señalaba que a Colombia se le agotaban las reservas morales. La crisis se veía venir, pero no con la fuerza avasalladora de los últimos meses en donde pasamos de ser una reserva moral del mundo, de la humanidad, a la triste condición de importadores. De moral, nada menos y nada más. Con lo cara que se encuentra la moral en estos momentos en los mercados internacionales.

Súmenle al agotamiento de esas reservas morales las petrolíferas, las acuíferas, de gas, oro, platino y de quién sabe qué cosa por descubrir. Estamos, pues, en física carencia, con las estanterías vacías, anunciando como salida de consolación para cubrir los inevitables déficits que pondremos el país en venta al mejor postor internacional. Haciendo la debida salvedad que de los proponentes iniciales a la puja, solo quedó uno. Ya ustedes saben de quién se trata. Así que no entraremos en detalles perniciosos, vulgares, sobre la índole de este negocio cantado.

Sobre el tema de las escasas reservas morales se han pronunciado especialistas: los académicos más enterados de las universidades del país, los habladores de paja de todas las esquinas del movimiento, el sindicato de las prepagos y jurisconsultos renombrados quienes han dado su franca voz de alerta sobre el esmierde en la práctica de estas rancias costumbres ciudadanas. Paco Vélez, un cartagenero que dirige la Oficina del Alto Comisionado para los asuntos Morales del gobierno, exclamó consternado: “¡Miejdda, mi hedmano, sin moral esta vaina se jodió!”.

Pese a exploraciones minuciosas en diversos sectores, las vetas de la moral siguen sin aparecer. No las encontró ni la draga belga. Escondidas están en lo más recóndito del alma nacional. Invencibles como la luz del himno de la república, tanto que una fuente de la empresa canadiense contratada para tal efecto declinó dar comentarios de fondo indicando que ellos ya no eran los dueños del negocio pues se lo cedieron a otra entidad que es la que lleva ahora la responsabilidad del cuidadoso- y difícil- encargo. Para dar fe de que se encontraban absolutamente alejados de la búsqueda de la moral, enviaron una declaración juramentada ante un notario de New York en donde indican perentoriamente que ya no existen como empresa con una caja envuelta con billetes de cincuenta mil y adentro, un coqueto frasco de mermelada. La de mora: Moral.

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