Jorge Aguirre se da el lujo de jugar sin balón.
Por: Javier Castell
Cuando Jorge Aguirre, antes de enviar el centro para el gol de Róbinson Aponzá que significó la victoria de Junior, corrió sin balón para ganar el espacio entre el central y el lateral de Atlético Tucumán, mientras Jonahan Estrada y Bernanrdo Cuesta gestionaban la jugada, estaba dándole la oportunidad al zurdo mediocampista de lanzar un pase hacia adelante, con ventaja y con ambición.
Ayudó a que el toque entre dos compañeros no se diluyera, no terminara siendo inofensivo, como fue la posesión de Junior en la mayor parte del trámite del partido.
Jorge Aguirre estuvo en acción aún sin estar en la acción. Jugó sin balón para que la posesión del balón fuera útil. De eso se trata el fútbol. Técnica en movimiento. Desmarques simultáneos para que el poseedor de la pelota tenga opciones de pase. Mientras se toca en un sector entre dos, para atraer la atención y el desplazamiento de varios rivales a esa zona, otros se mueven a espaldas de estos o en el sector opuesto. Luego, claro, la capacidad y la inteligencia del que tiene el balón define y elige cuál es la mejor. De esa sincronización depende más la velocidad de un equipo que de la velocidad física. Por eso Junior fue lentísimo, porque no hacía los movimientos correctamente. Junior fue víctima de aquellos viejos vicios de los equipos colombianos de utilizar muchos jugadores en la salida desde atrás. Ocho jugadores para hacer lo que pueden hacer tres. Ineficiencia pura. Los cuatro volantes abusaron del desmarque hacia atrás para quedar a pocos metros de los defensores centrales y recibir el pase al pie.
Pases insulsos, sin propósito, sin progresar, sin eliminar rivales, que es en realidad el valor de la posesión.
La posesión no debe ser, apenas, una pretensión estética. Tampoco una coartada para explicar las bondades de un teórico estilo ofensivo. La posesión es el principio que certifica la naturaleza colectiva del juego, pero pervive y fructifica si es acompañada por educados movimientos sin balón, por atacar el espacio, por cambios de ritmo, por aceleraciones en los metros finales. Esta nociva reiteración facilitó el esquema defensivo del equipo argentino, que replegado como casi siempre estuvo, marcó a rivales de espaldas y lejos del arco.
Le faltó agresividad, dinámica, intensidad y presión a Junior para hacerle sentir la condición de visitante a Tucumán. Conociendo el carácter competitivo de los argentinos, presumo que ellos si lo harán allá. Además, el resultado adverso los obliga aún más. Los estadios argentinos y sus hinchadas suelen ser un escenario propicio para poner a prueba el temple de un equipo. A Junior le llega temprano, apenas después de cuatro partidos, pero con una ventaja numérica (corta, pero ventaja). Creo que necesitará más en lo futbolístico y en lo anímico para sostenerla