Pedro Anchila Ferrer es otra de las tantas leyendas de la fotografía de la Costa Caribe colombiana. Por su lente pasaron, durante más de un cuarto de siglo, muchos personajes famosos en el mundo.(Serie: ‘Ojos de águila´)
Por: Francisco Figueroa Turcios
Para él no había obstáculo para guardar en la memoria de su cámara la figura del momento. Su sagacidad la ponía a prueba en cada tarea fotográfica. Hacía magia para lograr el mejor ángulo de una buena foto.
Sin duda que su época más fecunda fue cuando laboró para el diario El Heraldo, donde afianzó su imagen como fotógrafo, su trabajo se veía reflejado cuando aparecían sus fotos en la primera página del citado periódico barranquillero.
Para él aquella era su mayor felicidad. Irónicamente era como si le dieran el carrito de cuerdas que no tuvo en su infancia en su Ciénaga natal.
Fue un niño precoz. A los doce años se enroló en uno de esos tantos circos que recorrían Pueblo Viejo, Trojas de Cataca, El Retén, Riofrío, Aracataca, Fundación y demás pueblos de la llamada Zona Bananera.
Comenzó como el pregonero que repartía los volantes invitando al espectáculo del día y terminó como compañero de fórmula de uno de los maromeros más famosos de los circos que venían por esta región, “El Chombo’ Pérez. Como siempre tuvo la tendencia a engordar y era cabezón, el dueño del circo lo sometió a una dieta estricta de bofe asado con yuca.
Cuando fue mayorcito y con la plata que había ahorrado en dos años de trabajo, se vino a Barranquilla. Compraba baratijas (labiales, espejos, pañoletas, joyas de fantasía) y se las vendía a las mujeres de vida fácil en los mejores centros nocturnos de la época: La Negra Eufemia, María La O, La Charanga, La Gardenia, El Place Pigalli, José Sicariello, Francisco Wall y hasta se hizo socio con un conocido locutor para montar su propio negocio de ‘amores fugaces’ denominado ‘El Bim Bam Bum’.
Inquieto como siempre, empezó a viajar a Venezuela y contactó a las mejores casas discográficas del vecino país, haciéndose pasar como el más popular comentarista de farándula en radio y prensa de Barranquilla y la Costa.
Regresaba a Barranquilla con 10 cajas repletas de discos de cortesía que las disqueras venezolanas le regalaban para que él repartiera acá entre las emisoras musicales. Pero Pedro Anchila, astuto como siempre, vendía toda esa mercancía como “estrenos” en los almacenes de disco de la ciudad y llevaba uno que otro disco a algunos locutores amigos, especialmente en Emisora Atlántico y ABC.
A fuerza de manosear discos y artistas, terminó interesado en tomar una que otra fotografía a los intérpretes más cotizados de Venezuela (a aquellos a quienes él le interesaba sacar en la prensa local para cobrar el servicio de regreso al vecino país). De la noche a la mañana Pedro Anchila, sin ser locutor ni periodista, terminó divulgando su propio espacio radial y su columna de farándula, ambos con el nombre de ‘Discomentarios’.
En ambas tareas le ayudaban varios periodistas del desaparecido Diario del Caribe, en don él recaló desde cuando le tomó el gustico a la farándula.
El salto a la fotografía
De ahí dio el salto a la fotografía, de la mano de Samuel Páez, Alfredo Robles y Rafaelito Páez. En la parte periodística sus padrinos eran los difuntos Fabio Poveda y Jairo Avendaño y otros de ese mismo combo, entre ellos el autor de la columna El Rincón del Búho.
Así comenzó su carrera fotográfica en el Diario El Caribe Pedro Anchila Ferrer. Ganaba buen dinero. Se daba el lujo de prestar plata al interés. Vivía bien. Fue cuando se enamoró locamente de una exreina del Carnaval popular, Gloria López, y empezó a darse lujos que muy pocos se daban en esos tiempos, como viajar con su novia a todos los partidos en donde jugara Junior de visitante.
Lograba fotografías espectaculares. Diario del Caribe le daba sopa y seco a la competencia con la información escrita y gráfica en materia deportiva, pues contaba con el mejor cronista y comentarista deportivo del momento, Fabio Poveda Márquez, el mejor fotógrafo deportivo; y reforzados con las crónicas deportivas del joven reportero Rafael Sarmiento Coley, quien empezaba a sobresalir.
Fue Juan Gossaín, al ocupar el cargo de jefe de redacción de El Heraldo, quien recomendó contratar a Pedro Anchila. Después contratarían a Fabio Poveda y por último Sarmiento Coley terminó en dicho diario.
«Mi estreno en El Heraldo fué una serie de crónicas que hizo precisamente Juan Gossain, en La Guajira, relacionadas con la bonanza marimbera. Fue mi prueba de fuego». (Precisamente de esas crónicas Gossaín hizo una novela famosa que fue llevada a la televisión ‘La mala yerba’). Y la pasé con lujo de detalles», recuerda Pedro Anchila.
Como esos viejos combatientes de las guerras, en la labor de realizar trabajos fotográficos para los periódicos, está en uso de buen retiro. Tiene una pequeña oficina de medio metro de ancho y tres de largo, ubicada en la calle Las Flores (39),entre 20 de julio (carrera 43) y Cuartel (carrera 44) número 43-58.
Las paredes están repletas de fotografías de él con los personajes más famosos que fotografió. Allí están desde Julio Mario Santo Domingo, hasta Julio Iglesias, Pelé, Rivelino, Don King, entre otros
De los personajes que Anchila fotografió y que quería tener un recuerdo tomándose una foto con ellos, el más difícil fue Julio Iglesias. El cantante español detestaba tomarse fotos con hombres. Sostenía Iglesias que el hombre que deseaba retratarse con él era porque era gay, pues bien era sabido su gusto por las mujeres más bonitas.
Cuando Pedro le solicitó que posara con él, Julio Iglesias le recriminó: «¿A caso usted es maricón?, a mi me gustan son las mujeres.Yo no me tomo fotos con hombres.Vaya a tomarse la foto con Juan Gabriel».
Los guardaespaldas le dijeron a Anchila: “ya escuchó al jefe, retírese por favor!”.
Recursivo como siempre y con el mamagallismo a flor de piel, Pedro se le acercó caminando como ‘entaconada’ y revolviéndose el pelo con la punta de los dedos, mientras le decía: “¡Ay no! guapote, primera muerta que bañada en sangre, yo lo único que quiero es una fotico con el papazote de Julito, ni que le estuviera pidiendo que me hiciera un hijo. De aquí me sacan muerta, pero yo me tengo que tomar una foto con Julio. De aquí no me voy, no y no y no», decía Anchila golpeándose una mano con la otra volteada.
Al ver aquella escena, toda la gente local que conocía de sobra a Pedro Anchila, soltaron sonoras carcajadas. Entonces Iglesias preguntó que si era verdad que era maricón y la respuesta casi en coro fue ‘nojoooo si tiene más mujeres que usted”. Entonces por fin Iglesias accedió a la petición del fotógrafo barranquillero. Pedro Anchila hizo el escalafón de las tres más importantes que él tomó: 1) Julio Mario Santo Domingo, tomándose una cerveza, 2) El entonces campeón mundial de boxeo Tomás Molinares, internado en una clínica de reposo, atado de pies y brazos a una cama de hierro y con camisa de fuerza. 3) Santiago «Cucurucho» Santamaría, en la cama con su novio en el aparta hotel Eslait.
Las TIC acabaron con la industria de la fotografía
Pedro Anchila hace una severa confesión: hasta hoy no ha tomado una foto con una cámara digital. “Cuando me ha tocado tomar fotos lo hago con la manual. Soy un apasionado de la fotografía y disfruto cuando mido la velocidad, efectúo el enfoque y cuadro el diafragma».
Sobre la aparición de las Tic, expresó: «la tecnología acabó con la industria de la fotografía. Acabó con el fotógrafo profesional (hoy cualquier persona a través de su celular toma fotos), con los laboratorios (son escasas las personas que mandan a copiar sus fotos; las toman y las guardan en la memoria, en su correo o la sube al Fecebook) y con las fabricas de cámaras profesionales, ante la baja demanda».
«En Barranquilla habia 500 fotógrafos que cubrían actos sociales, matrimonios, grados, cumpleaños y solo quedan unos 50, porque ya son escasas las personas que contratan los servicios de fotógrafos ante la avalancha de camaras digitales y celulares. Hace un mes me contrataron para tomar fotos en un matriminio en el Country club. A mi cliente le dije que si yo llegaba y habian personas con cámaras digitales o tomando fotos con celulares que no contara con mis servicios. Llegué y logré contar 17 personas familiares de los que se casaban con cámara en mano y otros con los celulares, me di la vuelta y me salí del evento», señala.
«Yo sobrevivo es con la restauración de fotos, personas que tienen fotos viejas que tiene un valor incalculable me las traen y yo se las dejo como nueva”. Pedro muestra una foto del Joe Arroyo que un cliente le llevó para que se la restaurara y, en efecto, el cambió fue evidente. También hay otros clientes que me traen cámaras y las arreglo».
Pedro Anchila, advierte que sigue siendo fotógrafo hasta el día que muera «y si me toca ir al cielo, allá también continuaré tomando fotos; y si es en el infierno, me tocará hacer un pacto con el diablo para que permita ejercer mi profesión, que me dio todo lo que tuve en la vida, que fue hacer amigos. Yo no me considero un buen fotógrafo, la gente es la que considera que lo soy».
Disfrazado de médico
Olguita Emiliani (fallecida) le ordenó a Pedro Anchila cubrir un evento en el Country Club. Él fue y luego copió la foto que él consideró la mejor, se la mostró a la jefe de redacción de El Heraldo y, cuando ella vio un humo detrás de los personajes, la rompió en mil pedazos.
«Fue la primera vez que me devolvía una foto y para mí fue una ofensa que la rompiera, por eso no dudé y desde ese momento decidí no continuar trabajando en ese diario. Me enteré que los compañeros le dijeron a ella: ‘tranquila que Pedro fuera de El Heraldo está muerto’. A los cuatro días ya estaba trabajando en El Tiempo».
Y tenía que comenzar con el pie derecho. «Con Estewil Quesada indagué dónde estaba internado el boxeador Tomás Molinares. Con las coordenadas, alquilé un disfraz de médico y mandé a hacer un carnet que me identificara como galeno. Entré y le tomé las fotos a Molinares amarrado de brazos y pies en la cama. El Tiempo publicó una a color en primera página e hizo un despliegue en la sección deportiva. Gané el premio Postobon». El diario del Caribe, casa matriz del Editorial El Tiempo, también resaltó el tema de Tomás Molinares.
Añade Pedro: «Y luego me dijo un amigo que Olguita le dijo en Consejo de redacción: ‘resucitó el muerto y los chivió con las fotos de Molinares’. No le guardé rencor a Olguita Emiliani, son cosas del oficio. Así era ella. Yo fui a su sepelio»