Menos mal existe el arte. Jim Jarmusch, en su reciente película, “Paterson”, elogia la simpleza de cada día.
Por Jorge Guebely
En tortura se convierte la existencia dentro del capitalismo. Todo por la urgencia de competir, triunfar y, después, aplastar. Poco importa si el esplendor del éxito abrillanta la egolatría en detrimento del ser humano. Sólo interesa vivir satisfecho en una sociedad de carapachos brillantes.
Menos mal existe el arte. Jim Jarmusch, en su reciente película, “Paterson”, elogia la simpleza de cada día. Los personajes transitan entre sucesos sencillos. Paterson, un conductor de bus, escribe poemas en momentos libres de su recorrido. Recorre la ciudad de Paterson, lugar donde estuvo el poeta William Carlos William, y de donde surgió el texto “Paterson”. Descubre, en la reincidencia de los días, un bello mundo de poesía.
Su compañera, Laura, también desborda en poesía. No en el poema, sino en los quehaceres cotidianos del hogar: en el cromatismo de sus vestidos y cortinas, los cuadros de su mascota y, hasta, en los panqueques que hace para vender. Alguna vez, se conmueve con la música country sin caer en el vertiginoso pozo del triunfo. Cada día lo convierte en una jornada de creatividad. La mascota completa la trilogía, los tres forman un cuadro donde flota la vida porque hay poesía.
El filme parece monótono. Los mismos acontecimientos se repiten cada día, durante siete días. El mundo externo es previsible. Escenas que tienen las mismas secuencias: despertar cada mañana, escribir algunos versos antes de comenzar el recorrido, retornar a casa al final de la jornada, pasear la mascota y tomar la cerveza en el bar del lugar. Pero debajo de esa aparente monotonía, la vida fluye como río calmo, transparente e interminable.
La virtud de Jarmusch consiste en saber mirar y expresar la grandeza de lo pequeño. Virtud del filme y del ser humano: ver el río transparente de la vida fluyendo sobre las formas sencillas. “Quizás las cosas más sencillas sean las más difíciles de ver”, afirma un personaje de Murakami. Igualmente, virtuoso fundir la poesía de lo cotidiano en la poética de William Carlos William quien veía el alma del pueblo norteamericano en su lenguaje coloquial.
Descubrir que la regularidad del universo está llena de vida, que circula con el sol que viene cada mañana y se va con cada atardecer, que fluye sin altos ni bajos relieves. Presencia sólo visible a los ojos que no sucumben ante los embelecos del mercado capitalista. Razón tenía Francisco de Asís cuando decía: “Para vivir, necesito pocas cosas; y las pocas cosas que necesito, las necesito pocas veces”.
ESTÁ BUENA LA PELÍCULA DONDE LA VIDA A PESAR DEL POCO VALOR QUE LE DAN TODAVÍA NO HA PERDIDO SU PARTE POÉTICA BELLA.