Francisco «Pachito» Gámez, es un hombreque recorre a Barranquilla de polo a polo para no quedarse en la olla.(Serie «Hombres de hierro»)
Por: Francisco Figueroa Turcios

Pachito Gámez, un hombre de hierro
Entre el barrio Mequejo y La Floresta en la Capital del Atlántico hay 10 barrios (Terraza, Florida, Ciudad Jardín, Nuevo Horizonte, Alto Prado, El Golf, Villa del Este, Solaire, Las tres Avemaría, Limoncito).
Francisco Gámez Vivero, o ‘Pachito’, a secas, recorre los 10 barrios, es decir que atraviesa a Barranquilla de polo a polo, desde hace muchos años todas las mañanas, sin quejarse . Tiene 76 abriles y la razón de su viaje es que en esta parte del Norte de Barranquilla tiene la confianza del entorno y una clientela cautiva a la que raspa la grasa y el óxido de sus ollas con una técnica infalible, a punta de cuchillo .
Su actual lugar de trabajo es el corredor de la tienda los Cuyos, ubicada en la esquina de la cra 77 con calle 87, donde es reconocido porque logra recuperar el color original de los utensilios de cocina sin necesidad de usar químicos.

Pachito en plena faena
«No es fácil, como a veces piensa la gente; hay que darle duro para retirar la grasa que con la candela se le pega a los calderos. Esta técnica me la ingenié en mi tierra natal, Buenaventura.
Yo era ayudante de cocina y para mantener reluciente las ollas con un cuchillo pequeño, bien filoso, las raspaba. Como mi jefe me felicitaba porque era el único de su equipo que siempre tenía sus metales en línea, me di cuenta que eso me podría servir. Mire usted si no», sonríe Pachito al contar su historia.
Vino a Barranquilla por cuatro meses a celarle una casa a un familiar que la tenía en venta y ya lleva 21 años. Vive con una sobrina,pero ella solo le brinda la vivienda, así que debe trabajar para alimentarse y tener las cosas de su uso personal.

Pachito Gámez Vivero
Lorlinda, la propietaria de la tienda Los Cuyos, le brinda el desayuno cuando llega y además le guarda almuerzo. Ella lo adoptó desde que él dejó de trabajar en el parque Limoncito.
Pachito cuenta esta parte de la historia con mucha tristeza: «Trabajé doce años en ese parque, pero dos hechos me hicieron mudar para la Floresta.
El primero fue que el árbol frondoso, que era mi oficina, un tornado lo derribó y quedé a la deriva; y el otro hecho, fue la muerte de la niña Vanesa, ella era la hija del celador del parque, tenía trece años, cuando regresaba del colegio se ponía a ayudarme como asistente, yo la consideraba como mi hija. Su muerte me dio duro, han pasado dos años y la recuerdo como si fuera ayer».
Lorlinda conoce su historia y reconoce que la edad de Pachito es para que tuviera un seguro social, pero «las cosas se han puesto difíciles para todos y si no nos ayudamos entre los que necesitamos, mucho menos de los que tienen todo porque no miran a voltear».
Es verdad que Pachito no tiene ninguna seguridad social, a lo que suele comentar con noble ingenuidad: «Me han dicho que es importante tener por lo menos el carnet del Sisben. Dios ha sido misericordioso conmigo, casi no me enfermo, creó que la caminada de dos horas diarias me ha inmunizado».
Cambio de trabajo

Pachito hace un alto en el trabajo para refrescarse
Los vecinos del barrio La Floresta le han tomado cariño a Pachito, algunos le regalan ropa, otros zapatos. Hace un alto en su labor diaria para tomarse una gaseosa que le obsequian. Arranca su tarea y al mismo tiempo se despacha charlando.
«Me gustaría buscar un trabajo como, por ejemplo, de celador de un colegio donde pueda tener una entrada fija y además que me quede cerca donde vivo. Pero me han dicho que debo tener un padrino politico para lograr ese sueño, lo veo imposible porque no conozco ninguno y si me conocen no me van a querer porque no tengo votos. Además, ellos ya saben raspar sus propias ollas», hace un apunte pícaro.
Otro sueño que tiene Pachito es regresar a visitar a su familia en su natal Buenaventura, lleva muchos años con ese deseo, pero le ha sido imposible porque no ha podido ahorrar para el pasaje.
A veces, con su trabajo no recoge ni para el bus, como esta tarde en la que se levanta con su cuchillo y las manos llenas de hollín, se limpia, se acicala y sale solitario a cruzar los 10 barrios que lo separan de su casa.
Y hierro del puro, de ese que no se corroe, porque para la muestra Pachito prefiere pedir y no tiznarse de corrupción. Triste historia. ¿Por qué será que la humanidad tendrá que terminar su vejez así, a la intemperie? después de trabajar tanto…??’