Texto: Katheryn Meléndez Solano
Fotos: Yimy Racedo
En esa línea difusa entre la infancia y la juventud, la historia que viven muchos adolescentes está hecha de una realidad cruda que manifiesta las brechas sociales, el abandono y la violencia que recorre las venas de nuestra sociedad.
En Colombia, son muchos los peligros que asechan a los niños y adolescentes, desde maltrato infantil, pandillas, asesinatos, reclutamiento de menores por grupos insurgentes hasta explotación laboral y sexual.
El reciente estudio de caracterización que realizó la Universidad del Atlántico y del Norte, en cooperación con la Alcaldía de Barranquilla, arrojó que la edad promedio de los integrantes de las pandillas juveniles oscila entre los 14 y 20 años; sin embargo, el estudio adelantado en Barranquilla identificó a niños de 10 años en este tipo de organizaciones ilegales. Se identificaron 96 pandillas integradas por 2.600 jóvenes.
Todo esto ocurre en las narices del código del menor, que establece la protección integral de los niños, niñas y adolescentes. Los define como “sujetos de derecho” y prioriza la prevención de las posibles amenazas y vulneración de sus derechos.
Jóvenes delincuentes: El caso de Juan*
*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de los menores que se encuentran en custodia del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar.
Desde lejos lo veo asentir con la cabeza. Eso significa que accedió a conversar sobre su vida con un par de periodistas. Atravesó la puerta de madera con la mirada gacha, los pies descalzos y avanzó hacia los desconocidos con timidez. Extendió la mano, pronunció su nombre, mientras dirigía sus ojos grandes y amarillentos a los ojos que le miraban. Se sentó y, después de escuchar las preguntas, inició el relato de su historia:
– Yo vivía en Rebolo. Cuando llegué aquí (Centro de protección) había un pelao del barrio que conocía, me recibió bien. Tenía hambre y me dieron un vaso de bienestarina, sábanas y me acosté. – ¿Cómo llegaste aquí? – Por un robo. Yo estaba en ese barrio visitando a mi novia, pero ni ella ni mi suegra me quisieron recibir, así que agarré la bicicleta y me fui. Cuando iba pasando por un parque vi a una señora hablando por celular y se me llenó la cabeza de cosas negativas, intenté atracarla, pero estaba cerca la policía y me cogieron. Yo no alcancé a quitarle el celular a la señora, pero ella dijo que sí se lo había quitado y me trajeron aquí. Pensé que me iban a soltar a los dos, tres días, pero después, al cumplir el primer mes, yo vi que esto es para cambiar y yo siempre he dicho que tengo que salir a delante, así sea poco a poquito, pero ahí voy. Ya el jueves cumplo los tres meses. – ¿Qué sentiste los primeros días? – Los primero días yo lloraba y regalaba la comida, regalaba el almuerzo, me sentía… como te digo… quería ver a mi familia, como yo siempre andaba apegado a mi mamá y comenzaba a llorar por ellos. Acá me daban consejo, me decían que si la tenía en la casa, ni le daba el abrazo ni nada, ahora todos los viernes la abrazo y le digo que yo tengo que salir adelante.La misma ley, a través del código del menor, establece que la finalidad del sistema de responsabilidad penal para adolescentes (Artículo 140) debe orientarse ante todo con medidas de carácter pedagógico, distinto al sistema de los adultos, garantizando la justicia restaurativa, la verdad y la reparación del daño.
Los episodios de robo cometidos por Juan fueron ocasionados por su adicción a las drogas. Comenzó a consumir marihuana a los 13 años; en ese entonces cursaba quinto grado y, según sus propias palabras, buscaba en las calles otra cosa distinta a las peleas de su casa, a los continuos maltratos que sufría su madre, de los cuales era testigo. «Había peleas en la casa y todo eso era lo que me llevaba a la calle. Mi papá le pagaba a mi mamá y yo eso no lo podía ver porque me daba rabia, ¿Tú sabes qué es ver que le estén pegando a la mamá de uno? Y antes de causar una tragedia yo me iba pa’ la calle, pa’ no coger rabia y no pelear con mis hermanos ni nada. Cuando me iba pa’ la calle consumía droga, ahí comencé a consumir droga y todo eso».
Juan abre y cierra sus manos, las entrelaza sobre sus rodillas, juguetea con el hilo que cuelga de una de sus manillas de colores mientras el resto de su cuerpo continúa quieto, pasivo, con la mirada tranquila, clavada en los ojos que le ven. Mueve de vez en vez sus pies descalzos. – ¿Qué pasó con el colegio? – Yo no hacía nada. Es que como yo era el menor de la clase habían unos pelaos que me la montaban. Uno de ellos me robaba la merienda siempre, siempre, hasta que un día yo me llené de rabia, porque eso da rabia que se la monten siempre a uno y le enterré un lápiz por acá – señala con su índice derecho la sien en su cabeza, después de eso me expulsaron, pero pasó el tiempo y ese mismo pelao, cuando yo estaba afuera, consumía droga conmigo.En el proceso de Juan, que incurrió en un delito, se le aplicaron las medidas de verificación de las garantías de derecho en los que se gestiona la debida identificación, el acceso a salud, entre otros. Juan fue asignado a un proceso de educación y de protección dentro del sistema nacional del Bienestar Familiar, quienes realizan un acompañamiento integral al menor en lo físico con asistencia en salud y alimentaria, en el área educativa y de recreación, así como la vigilancia al debido proceso y el derecho de su defensa.
Este caso refleja el contexto en el que surgen cada uno de los jóvenes y adolescentes que hacen parte de las alarmantes cifras estatales. En una sola persona vemos condensado el maltrato intrafamiliar, el sonado matoneo escolar, drogas y un entorno que no ofrece muchas oportunidades.
– El 4 de abril mataron a un pelao por la casa, me dijo mi mamá el viernes, que ella vino hacerme visita, y en eso casi cogen a mi hermano, casi lo matan. Mi mamá le dice que no ande con las malas amistades, pero él ya es mayor de edad y no sé, no entiende. Los días de visita me llaman y yo le digo que coja consejo, que yo soy el que estoy acá recuperándome… Ayer me mostraron una foto de cuando llegué, y no creía que ese fuera yo, me veía flaco, con otro semblante, sin necesidad de espejo sé que me veo bien y yo quiero seguir en mi proceso, ojalá y me pongan más meses para quedarme aquí y aprender un poquito más.]]>