
Por Jorge Guebely
¡Fantástico! La inteligencia artificial, consultada por mi exploración de la sacralidad en Rivera, me iluminó con nuevos autores interesados en el mismo tema. Uno en particular surgió luminoso, Álvaro Mutis. Mejor aún, citó el título del ensayo, “La vorágine: una lectura sagrada”. Incluso, describió los contenidos.
Según inteligencia artificial, Mutis realiza interpretaciones profundas y simbólicas de La Vorágine. Considera la selva un espacio de dimensiones trascendentales. Representa la búsqueda de lo desconocido, misterioso de la existencia, la dimensión sagrada.
Ve en la novela una metáfora: la constante búsqueda en un mundo caótico y desconocido, propio de los seres humanos. Considera a Arturo Cova como el personaje insatisfecho, buscando en la selva el lado trascendental y espiritual de la vida.
Según la inteligencia artificial, Mutis explora la relación entre Naturaleza y ser humano. La selva funciona como espejo de la especie, lugar donde intenta darle sentido y propósito a la existencia. Destaca la tradición cultural de los indígenas en contacto con los personajes de la novela.
De mucha mayor luminosidad, Mutis considera a La Vorágine como un viaje iniciático. Un ascenso a las profundidades de sí mismo para comprenderse mejor y comprender su entorno. Auténtica obra con dimensiones sagradas. Consideraciones de la inteligencia artificial muy cerca de la realidad literaria.
Y ante semejante descubrimiento bibliográfico, me interné en la tarea de encontrar el texto completo, “La Vorágine: una lectura sagrada”, escrito por el gran Álvaro Mutis.
Consulté con personas cercanas: poetas, novelistas, profesores, sin lograr mi propósito. Opté la estrategia de ir a las mejores librerías de Bogotá: Lerner y Fondo de Cultura Económica, sin hallar algún rastro del tesoro buscado. Ningún éxito tuve en mi paso por la biblioteca Luis Ángel Arango. Tampoco en el internet: ni Google, ni Amazon, siempre con la misma derrota.
Solo quedaba una última estrategia, consultar con Santiago Mutis, hijo de Álvaro Mutis, editor de todos los libros de su padre. Su respuesta, breve y contundente: “Mi padre jamás escribió sobre La Vorágine”.
Apaleado por otra mentira en la vida, se me dio por filosofar. No solo nos mienten los políticos, también la inteligencia artificial. Hasta los amigos nos mienten y, peor, nuestros enemigos. Incluso, hasta las personas amadas nos mienten por amor sin saber que eso no es amor. Hasta uno mismo se dice mentiras y se las cree a sabiendas de ser mentiras…
Mientras elucubraba, recordé afirmaciones del filósofo sueco, Nick Bostrom: «La inteligencia artificial puede generar mentiras más convincentes que las de los humanos”. Turbadora afirmación me hundió de nuevo en peores elucubraciones.
En mi opinión, la IA no miente, pero sí puede inventar si no se le dan instrucciones claras. Más que desconfiar de ella, debemos aprender a usarla con criterio, dándole prompts precisos y contrastando sus respuestas. El problema no es la herramienta, sino cómo la utilizamos; en palabras simples, no es arco ni la flecha sino el indio.