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Medio siglo sin ‘El Nene’ Álvaro Cepeda Samudio

Por Ricardo Bustamante

Los que lo conocieron quedaron atrapados por su sentido del humor, su entusiasmo, su energía, su generosidad, la personalidad irreverente, la carcajada, su desenvoltura, la cabellera desordenada y la manera informal de vestir. Era Álvaro Cepeda Samudio.

Hijo único de Luciano Cepeda y Roca y Sara Samudio, nacido el 30 de marzo de 1926, en la calle Bolívar entre Veinte 20 de Julio y Progreso, antigua nomenclatura de Barranquilla, permaneció en este mundo 46 años, 6 meses y 12 días. Sus amigos, al evocarlo, dijeron que en realidad vivió el doble, teniendo en cuenta la vitalidad, intensidad y el desenfreno que desplegó en todas las etapas de su existencia.

A Álvaro, bachiller a los veintidós años del Colegio Americano, casado con Tita Manotas, padre de Patricia y Álvaro Pablo, y también de Margarita y Darío, la vida le alcanzó para realizar actividades y desempeñar trabajos disimiles: fue motor inspirador de lo que posteriormente se denominaría El Grupo de Barranquilla, escritor y precursor de la literatura latinoamericana reflejado de excelsa manera en la novela “La casa Grande” y en cuentos como “Todos estábamos a la espera”, “Hoy decidí vestirme de payaso” y “Los cuentos de Juana”; cineasta en “La Langosta Azul”, “La Subienda” y “Carnaval de Barranquilla”, fundador con Carlos Dieppa de cineclub, con Luis Ernesto Arocha del Centro Cinematográfico del Caribe, y creador de revistas de cine.

A los dieciséis años, Cepeda fundó con algunos compañeros de colegio el periódico “Ensayos”, luego escribió en El Heraldo y El Nacional. Fue vendedor de vehículos Ford, electrodomésticos Westinghouse, y en Cervecería Águila laboró como publicista. Luego fue nombrado director de El Diario del Caribe, fijando para el periódico una orientación liberal a secas, sin sujeción a grupos, a corrientes o a personas.

Su amigo Julio Mario Santo Domingo, quien no se salvó del encantamiento de Cepeda Samudio, después de más de medio siglo de su partida terrenal evocó la figura del escritor, periodista, cineasta, y ejecutivo, de la siguiente manera: “como la imagen que refleja la intensidad con la que una generación de la que hicimos parte vivió una época extraordinariamente vital. Su inteligencia inquieta y sus ganas desbordadas de vivir hacen imposible definirlo, y menos a través de episodios específicos, pues con él nunca se sabía dónde terminaba un momento y dónde comenzaba el siguiente”.

La muerte se llevó muy pronto a Cepeda, quién sabe si cerrándole la puerta a un futuro promisorio o, al revés, garantizando para siempre su prestigio. Lo cierto es que dejó el vacío y el dolor que nos dejan los que se van demasiado temprano.

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