Escrito por Chachareros
Ya es un lugar común decir que el dinero para la salud, a raíz de la satanizada Ley 100, se lo han robado en todos los rincones del país, mientras los pobres y la clase media se mueren por falta de atención y de medicamentos.
En esta ocasión le tocó el turno al hospital de Aracataca, pueblo natal de Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1983.
Resulta que los cataqueros, para honrar la memoria de la difunta madre de Gabo, le pusieron el nombre de la ilustre matrona Luisa Santiaga Márquez Iguarán, una mujer íntegra, luchadora y honrada, que debe estar revolcándose en su tumba por todo lo que los malhechores de cuello blanco hicieron con los dineros del centro asistencial que lleva su nombre.
Debido a la falta de oportunos controles por parte de los entes de fiscalización del municipio, los administradores del hospital se robaron $470 millones.
Hubo toda suerte de malos manejos. Todo lo cual se descubrió gracias a una auditoría de la Contraloría General del Magdalena, que se dio cuenta del saqueo, cuando ya los ratones se habían marchado con el queso, muertos de la risa.
El primer hallazgo indica que a la cuenta de una de las funcionarias del hospital fueron a parar, sin justificación legal alguna, $348 millones. Ella aduce que ese dinero lo retuvo porque es prestamista y les había entregado ese dinero a numerosos empleados del centro asistencial “a cambio de unos bajos intereses”. Es decir, una vulgar usurera con plata del Estado, y más miserable aún, con dineros para la salud de los pobres cataqueros.
También se descubrió el sobrecosto en pagos de servicios a varios profesionales, entre ellos a la médica Yira Marín Visbal; el pago de servicios a personal paramédico que nadie conoce en el hospital, y la compra de insumos, instrumental médico y algunos medicamentos que jamás ingresaron al centro asistencial de Aracataca.
Para colmo de males, los gerentes del hospital entre 2009 y 2012 no pagaron ni un peso de los parafiscales ni los impuestos a la Dian, a la que también tumbaron.
Por eso es que García Márquez siempre se ha opuesto a que le pongan su nombre o el de sus familiares a ese tipo de entidades e instituciones filantrópicas. Él, como ningún otro colombiano, sabe con quién está lidiando. Y tarde o temprano pasan cosas como las que acaban de descubrirse en el ‘Luisa Santiaga Márquez Iguarán’.
¡Y lo que falta por ver, Gabo! ¡Lo que está tapao en otras latitudes cercanas a Macondo, donde no se ha ido la mala hora y todavía estamos en los tiempos del cólera!
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