Opinión

Los buenos artistas del Silicon Valley

Por: William Castro A.

En el mundo hacen falta nuevos inventos que provengan de la mente de un pirata, al que poco o ningún remordimiento le produce robar las ideas de los otros. Y ello no pese al acto inmoral que esto represente, sino por la renovación de la idea en sí misma que muchas veces sucede para bien.

Antes que revolucionarios inventos como el computador o el celular impactaran dentro del mundo de las comunicaciones, las grandes empresas tecnológicas de la época como Intel o la IBM (International Business Machines Corporation) se encontraban estancadas en la tentativa de crear un procesador original para el desarrollo de los primeros ordenadores.

Sin embargo, con el paso del tiempo, grandes mentes como las de Bill Gates y Steve Jobes fueron apareciendo en el campo, para dar cuenta de lo que durante años le estuvo haciendo falta a los viejos empresarios: Arte.

«Los buenos artistas roban, los grandes copian»

Bajo la premisa de que los buenos artistas roban, los grandes copian, este par de piratas norteamericanos se hicieron de las tierras que antes hubieron de pertenecer a pioneros de la computación como Charles Ranlett, para dejar poco a poco los talleres de garaje en los que nadie creería que empezaran las franquicias de Microsoft ni Apple Inc.

Así mismo, ambos abandonan algo importante de sus vidas, confiados en que la riqueza o el reconocimiento mundial que alcanzaran iba a suplir tales ausencias: Por un lado, Gates se retira de la prestigiosa universidad de Harvard, mientras que Jobs se aísla de la familia que recién estaba formando. 

Sin dudas y estas constituyeron algunas de las más complejas decisiones en sus vidas laborales, fuera de los múltiples reniegos a los que se aferraron cuando más de uno quiso comprar sus proyectos, por un precio que, aunque elevado, jamás alcanzó las expectativas del valor y sangre que los genios le imprimieron.

Apple vs Microsoft

Inicialmente, fue la empresa Apple la que se mostró superior ante la franquicia de Microsoft (que todavía y no encontraba la pieza faltante para la consolidación de su sistema operativo “Windows”). Jobs volaba prácticamente por los aires, cuando Bills y su reducido equipo de amigos se hallaba rompiendo la cabeza por adivinar qué tipo de software empleaba Apple para la elaboración del que fuera en su momento el modelo más sorprendente: El Macintosh, heredero de una interfaz gráfica que funcionaba con el interesante mouse

Pero la fama y la fortuna fueron dos factores que consumieron al magnate, hasta el punto de convertirlo en un jefe arrogante e imponente ante sus propios empleados, quienes aumentaron de una manera tan exorbitante su número, volviendo en un segundo plano la labor de los amigos que en un principio lo apoyaron. Lo mismo se reflejaba en el trato que Jobs sostuviera con cualquier empresario que se le acercarse a negociar, observando en estos un posible ladrón de sus ideas.

Solo hasta que Gates pudo tener un tiempo a solas con Jobs y, en un ambiente de extrema familiaridad, otorgarle su voto de confianza explicándole las características del Windows que se encontraba desarrollando, fue que Steve Jobs logró tomar consciencia de la personalidad que había asimilado, y que nada le asemejaba con un líder verdadero como Bill Gates, preocupado por trazar alianzas con el supuesto “enemigo“, en lugar de alimentar una enemistad inexistente entre ellos.

Por último, resultó que ambos coincidieron en el pensamiento del empresario como un artista que encuentra luces en la obra del otro, para darle necesariamente una continuidad a esas ideas brillantes aunque susceptibles de ser renovadas constantemente.

Lo anterior nos sirve para concluir por qué Gates no acabó robando las ideas de Jobs en fin de sacar adelante su proyecto, y sí, en cambio, proporcionó los elementos que faltaban para la consolidación de Apple como una empresa que bien podía trabajar a la par con Microsoft, sacando provecho mutuo de esa competitividad que, entre piratas, resulta más valiosa que cualquier cantidad de dinero. 

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