El proceso iniciado por Gustavo Bell y proseguido por el desaparecido Ernestico McCausland, Rosario Borrero y Oscar Montes, empieza a dar resultados.
Por: Rafael Sarmiento Coley
A pesar de las profecías de los agoreros, la prensa escrita –ahora denomina de manera eufemística ‘medios tradicionales’ por no decirles dinosaurios- sigue firme y vigorosa; un ejemplo de ello es El Heraldo, que se mantiene como líder absoluto en la Costa Caribe colombiana.
Según el reciente Estudio General de Medios (EGM), que realiza mediante encuestas personales y telefónicas el Centro Nacional de Consultoría, en el último periodo de 2013 los lectores de dicho diario pasaron de 116.400 a 121.300.
Arte: Fabián Cárdenas
Esta reconquista del liderazgo regional tiene su historia. En la primera etapa, cuando su primer director Juan B. Fernández Ortega lo agarró en firme, destronó al desaparecido diario La Prensa, que desde hacía años era el que mandaba la parada en circulación. Luego, desde mediados de los años 60, cuando asume Juan B. Fernández Renowitzky –hijo de Fernández Ortega—El Heraldo no solo se consolida en la Costa, sino que llega a ubicarse en el tercer puesto a nivel nacional, sólo superado por El Tiempo y el popular El Espacio. Era algo jamás visto en Colombia.
Al dejar Fernández Renowitzky la dirección pasa a ser director consejero y asume como director Gustavo Bell Lemus, quien, debido a su candor, se dejó meter dos goles. Primero a Heriberto Fiorillo de Editor, después muchos años sin ejercer este oficio. Después le trajeron de Bogotá un editor gay, dictadorzuelo e irrespetuoso con la ciudad, quien pretendía sacar todos los días en primera página una foto de una persona defecando u orinando en la vía; trató de impedir que en primera página salieran las reinas del Carnaval y tanta información del Junior.
Obvio. El periódico se enterró. Como siempre hay una luz al final del túnel y cuando más oscurece es cuando va a amanecer, Gustavo Bell comprendió que esto no era lo suyo, renunció y está, sabrosongo songosorongo diario, en La Habana, de donde son sus ancestros paternos.
A partir de ese momento las luces del cerebro se encienden en algunos de los dueños del periódico (que son muchos). Se traen al difunto y nunca olvidado Ernesto McCausland Sojo de Editor General, nombran a la muy talentosa y bondadosa Rosario Borrero de Jefe de Redacción (en ella se comprueba con certeza que, parar ser periodista sobresaliente, hay que ser buena gente), y se traen al sincelejano Oscar Montes, brillante periodista, de jefe de redacción alterno.
En ese momento cumbre empieza de manera vertiginosa la recuperación del periódico. El visitante llegaba a la redacción y encontraba un ambiente de armonía, de solidaridad con la comunidad que iba en busca de apoyo de su diario para algún problema social. No había puertas cerradas. Y se volvía a la filosofía de Fernández Renowitzky: el periódico es como una Catedral, debe mantener las puertas abiertas y atender a todo el mundo.
Se practicaba aquello de que el periodista debe ser como el padre confesor, que oye las penas y perdona los pecados. Lo deseable es que el diario, gracias a ese buen proceso que dejaron en marcha los liderazgos positivos de Gustavo Bell, Ernestico, Rosario y Montes, siga. Y que el diario de los costeños siga creciendo. Lo mismo que sus productos como Al Día (felicitaciones al Boby Roberto Llanos) y las revistas Miércoles, Gente Caribe, Sí y sus separatas. De verdad, la junta de socios merece un aplauso. Eso sí, no vuelvan a traer directores ni editores que se crean que vienen de Marte a dirigir a un poco de indios.
