En esta carrera presidencial, solo detalles definirán al ganador, al mejor estilo de dos grandes equipos de fútbol.
Por Gabriel Moncada Figueroa
Los debates presidenciales de este año son los primeros en varias décadas en dónde temas como la educación, ambiente, equidad social, corrupción, están en la mesa con una fuerza superior a la de las balas.
Y esto en parte se empezó a evidenciar con uno de los primeros debates, realizado en la Universidad de los Andes (invito a verlo) en donde el tema central era el medio ambiente, tema en el que se pudo evidenciar quiénes están apostando por el verdadero progreso y supervivencia del país, porque aunque algunos aún no lo crean el cambio climático es una realidad y el problema número uno a nivel mundial.
Con este debate se trazó una línea en el discurso que no se centra en los acuerdos de paz como único y preponderante tema, sino que ahora se aborda hacia la sostenibilidad desde todo punto de vista.
Esta semana en Barranquilla se dio uno de los mejores debates, no solo porque se abordaron temas de primera agenda sino también porque tuvieron que soportar y defender preguntas de sus contendientes que estaban estratégicamente pensadas, para que no hubiese una salida fácil. Con esto también se vio cómo los candidatos trabajan bajo presión y demuestran su inteligencia emocional, aspecto crítico en los líderes del nuevo siglo.
Los colombianos, y más los de la nueva generación que apenas van a depositar su primer voto como mayores de edad, son los que están más cansados de ver día tras día el 90% del contenido en los canales de comunicación nacionales, crímenes, casos de corrupción, maltratos, niños sin hogar, deterioros en el medio ambiente, casos de salud que han mandado cientos de miles a las tumbas por el mal servicio prestado, entre otros.
¿Por qué digo que los jóvenes?
Porque pareciese que los mayores ya se acostumbraron y se dieron por rendidos antes estas injusticias e inequidades, en donde el “más vivo” es el inteligente y en pocas palabras el fuerte, y en donde el dicho, no importa que robe, pero que haga, con eso me conformo, es su vara de medición más alta, y para colmo son adictos a comprar el miedo. Como bien lo decía Steve Jobs en su discurso de graduación, el sentido de la muerte es el que revitaliza.
Y en este debate hay una pregunta importante que hizo el candidato Sergio Fajardo a Iván Duque: ¿cómo cree que puede unir a Colombia viniendo de los gobiernos de Uribe y Santos qué han conducido a este país y nos lo entregan polarizado, dividido e indignado con la corrupción?
Esta pregunta tiene un trasfondo importante, porque allí está la raíz que podría cambiar el rumbo del país, un país en donde la clase media y la pobre es afligida día tras día y la rica sale impune cuando infringe la ley, en donde los cargos son por el que tenga más contactos y no por meritocracia, en donde los ancianos son vistos como desechables, en donde los niños no pueden jugar solos en el parque o en la puerta de sus casas, en donde cuesta ver solidaridad real, dejando solo desesperanza.
Si el máximo líder político y el defensor contra la corrupción salen untados de la mermelada, qué podemos esperar de los que quieren hoy estar en esa posición envidiada por muchos, pero no por lo que pueden lograr al beneficio del pueblo sino a sus bolsillos.
Cuando escribo esto, realmente me entristezco y a la vez me lleno de fuerzas para hacerlo, porque solo así podemos cambiar las cosas, sin violencia, con ideas, trabajo, educación y sobre todo valores, valores que deben ser más inculcados en las escuelas y más con la tendencia de jornada única, porque seamos sinceros los padres que pasan trabajando y llegan a sus casas a altas horas de la noche, no les queda energía para inculcar prácticamente nada y en muchos casos lo que inculcan es miedo por el afán de pedir respeto.
Sin duda en este país no estamos esperando un mesías que solucione de la noche a la mañana todos estos escenarios, porque son procesos que van más allá de los administrativos, financieros y políticos, son costumbres, idiosincracias las que están en juego, cosa que ha dicho y demostrado muchas veces el profesor Antanas Mockus: A los colombianos no se nos arregla a punta de garrote.