
Por Jorge Guebely
¡Insólito! ¡De tanta realidad virtual, olvidamos la realidad original! ¡De tantas muertes, olvidamos la vida!
¡De tanta ilusión, olvidamos la verdad! ¡De tanta guerra, olvidamos la paz! ¡De tanta ambición de tener, olvidamos la humildad de ser!
¡De tanta abundancia estomacal, olvidamos el hueco cerebral! ¡De tantas cosas grandes, olvidamos las pequeñas cosas de la vida! ¡De tanto artilugio político, olvidamos el arte de vivir!
Pero yo no olvido a Mario Guzmán, el ser humano huilense, el artista esencial. Ni su obra con sabor a tierra colombiana, con aullido humano; donde la muerte deviene vida; la guerra, voz del alma; el sufrimiento, mensaje divino.
No olvido su proyecto: “Algeciras: del duelo a la vida, otra mutación”, sus catorce esculturas redimidas por el arte, rescatadas de la explosión con pipetas perpetrada por las Farc a la iglesia de Nuestras Señora de Lourdes en aquella población. Obras convertidas en grito estético para develarnos un mundo ético.
Maravillosas sus manos: recogieron imágenes del escombro y las convirtieron en arte valiéndose de la técnica del ensamblaje. Las elevaron a memoria artística, en antídoto eficaz contra la indiferencia, contra la peor enfermedad de nuestra especie: el olvido.
Ante sus obras, los ojos de espectador descubren: cristos doblemente crucificados, manos y brazos mutilados, cuerpos ensangrentados, rostros cercenados, vírgenes destazadas… Y ante el paisaje dantesco, imposible ahogar un silencioso grito interior; ponerle sordina a la infamia nacional, a la estupidez política, a la avaricia elitista.
Momento en que surgen las palabras de Mario como un Virgilio desde el infierno dantesco.
Es obra con intenciones catárticas; curación de antiguas heridas; cuando cuerpos humanos, igualmente destazados, fueron transportados en mulas frente a sus ojos.
Entonces, el grito interior del espectador también se vuelve catártico. Deseo vehemente de gritar “No más estupidez”, “No más complacencia con las mentes criminales del país”, “Ninguna bandera es superior a la vida”.
Quizás sea el mismo grito de barranquilleros cuando aprecien los trabajos de Mario. Cuando asistan a la Biblioteca Piloto para dialogar con el arte de un huilense.
Dialogar con el lúcido anfitrión, Miguel Iriarte. Hombre cultural que ha comprendido la fragilidad de la memoria y el antiguo oficio de tergiversar la Historia para acomodarla a los intereses de los poderosos. Quizás él, como nadie, sepa que la verdadera Historia del ser humano la testimonia el arte, la “Guernica” de Picasso, “La Virgen de las rocas” de Leonardo y las impresionantes esculturas de Mario Guzmán.
Quizás, por eso, Marx prefería leer novelas cuando quería conocer la Historia de la humanidad.