El costo político de un Petro chamuscado, los goleros detrás de esa presa carnuda que es Bogotá y la extraña ausencia de los Char en el lanzamiento de la campaña presidencial de Juan Manuel Santos, su actual jefe político.
Los mismos que hoy critican a Santos por sacar a Petro, lo atacarían por dejarlo
Sin duda el Presidente Santos estaba en una encrucijada. Si decidía tirarle el salvavidas a Petro con el oxígeno de la Comisión Interamericana de Defensa de los Derechos Humanos (Cidh), se exponía a la crítica de la extrema derecha que adora al Procurador Ordoñez y está que lo canoniza. Y también se exponía a una que otra objeción de parte de algunos medios que le son afines. Pero si su decisión fuera lo contrario, como en efecto ocurrió, hoy por eso llueven sobre él los peores epítetos de la extrema izquierda, que anda desenfrenada. Le han caído tirios y troyanos.
Acatar la decisión de la Cidh le habría significado la primera crítica en el sentido de que la rama judicial, las instituciones que en Colombia prestan el servicio de velar por la sana marcha jurídica del Estado, habían perdido institucionalidad, pues a pesar de que a Petro se le habían brindado todas las garantías para que se defendiera en este proceso, Santos creía más en la intromisión de la justicia foránea, que debe ser una última instancia cuando, en verdad, exista el peligro real de vulnerar los derechos del encartado, o no existan las garantías plenas para el debido proceso.
Nada de eso rodeó el caso de Petro ante las instancias judiciales y del Ministerio Público colombianos. Eso nadie lo objeta ni discute. Como que tampoco se discute que por la prolongada inestabilidad de la administración bogotana, la situación cada día era peor. La Capital necesitaba con urgencia una solución. Un gerente. Una cabeza bien puesta. Y eso hizo Santos.
Ahora surgen los cálculos políticos
El aprovechamiento de la extrema derecha para apoderarse del segundo puesto más importante del país, como es la Alcaldía de Bogotá, es evidente. Para un zorro político como Uribe que ha bebido de todos los genios políticos que han existido en el mundo, genios de la maldad y genios de la bondad (porque de todos ha habido en esta viña del señor), le importará un pito aliarse hasta con el propio Satanás para golpear a Santos en uno de sus principales bastiones políticos.
No es de extrañar que aparezca Enrique Peñalosa abrasado con Uribe, Mockus y Clara López. En río revuelto, ganancia de pescadores.
Una extraña ausencia
Hay un detalle que pasó desapercibido en la reciente visita a Barranquilla. La ausencia de los Char (el senador Fuad, el senador electo Arturo y el exalcalde Alex) en el principal acto en el Romelio Martínez. Vinieron jefes políticos santistas hasta de Sincelejo y Montería. Más no estuvieron el supuesto principal soporte electoral santista costeño, que es Fuad Char, y quien ostenta la condición de director y coordinador general del debate de Santos en la Costa como lo es Alex Char.
El comentario off the record es que hay un descontento por el manejo del contrato de la Vía de la Prosperidad, al cual la Mintransporte le tiene ojeriza, adjudicado a un consorcio al frente del cual está Gari Espitia, cercano a Alex y socio en pasadas ocasiones. El mismo Gari Espitia cuya firma construyó algunos de los megacolegios de Barranquilla, sobre los cuales ya hay quejas de que varios presentan deterioros en paredes rajadas. Igualmente hay descontentos porque en la administración Char la firma de un arquitecto Mogollón no realizó bien la canalización de arroyos y ahora hay que repetir el trabajo.
Todos estos ruidos allá, acá y a cuyá causan, de todas maneras, un efecto negativo en la campaña de Santos. Y es de suponer que ya sus asesores deberán tener a la mano las soluciones para los puntos críticos. Y soluciones para las alianzas diabólicas que se fraguan en los bunker privados de sectores políticos que quieren frenar la reelección. Todo lo cual indica que la contienda política está muy interesante, con un Santos que sigue arriba en las encuestas, un Oscar Iván Zuluaga que va como la tortuga, un Enrique Peñalosa que, como las novias coquetas, mira hacia todas partes, una Martha Lucía Ramírez que tampoco arranca, y la dupla de Clara López Obregón y Aida Avella que, con el desastre de Petro en Bogotá, están en un verdadero albur: esas masas humanas que llenan la Plaza de Bolívar a gritar por Petro, ¿votarán por ellas? He ahí el dilema.