Como si fuera una valla publicitaria o un paradero público, con los cuales tiene el «Yuyo» Dáez inundada a Barranquilla, Bavaria usó la pared frontal de la Catedral para proyectar su logo durante la Lectura del Bando.
Por Jorge Sarmiento Figueroa y Estela Monterrosa
Y allí comenzó el escándalo. De todas las festividades y situaciones, una comunidad como la barranquillera – que guarda las tradiciones y valores aunque su urbe crezca con por doquier -, siempre hay un debate, un punto que se vuelve crítico y que si no se aclara rápido crece como la espuma y logra lo que lograron los pasquines de ‘La mala hora’, una de las primeras novelas en las que Gabriel García Márquez, retrató el pueblo de realismo mágico que somos. Que seguimos siendo.
El último «florero de Llorente» fue la jugada audaz y transgresora de la multinacional cervecera Bavaria (antigua propiedad absoluta de la muy barranquillera familia Santo Domingo, y que hoy es de un conglomerado surafricano), de diferenciarse en tamaño y ubicación del resto de las publicidades durante la Lectura del Bando, proyectando el logo de su cerveza Águila sobre lo más alto y vistoso de la pared (la cara principal) de la Catedral Metropolitana María Reina, el mayor templo de la religión católica de Barranquilla. Además proyectada sobre su emblemática fachada, como en los tiempos en que los hermanos Didoménico presentaban su incipiente cine en Aracataca, el pueblo que dio origen a Macondo.
Era una noche especial, ya que regresaba el evento de inauguración oficial del Carnaval a la calle, en plena plaza de la Paz. Era un deseo cumplido de la Reina ‘Maqui’ Diazgranados de «devolverle a la gente lo suyo». Y como sería en la plaza, era más difícil que las empresas se adueñaran del espectáculo con sus fastuosas publicidades, a veces groseras en tamaño.
Pero Bavaria sintió que su cerveza Águila se podía convertir en el murciélago de Batman, que blandía los cielos de ciudad Gótica, y lo proyectó bien arriba, bien grande, bien visible, bien impactante, bien grosero y bien sacrílico. El que no viera el logo, ciego era.
Lo vio todo el mundo. Y ahí fue el escándalo. Las redes sociales barranquilleras ya olvidaron el debate de Junior y Uniautónoma, ya no ven la tramuyera de los candidatos al Congreso a su alrededor. Hoy están concentradas en enfrentarse sobre el logo de Águila porque para algunos la marca de una bebida alcohólica proyectada en el principal centro de encuentro de la Iglesia Católica en Barranquilla «quebranta los valores y principios religiosos», mientras para otros «es reflejo del ávido espíritu de negocio que impera hoy en las religiones».
Ante eso último el Padre Alberto Linero, cuyo nombre es hoy en sí mismo una marca tan visible y posicionada, que la más embriagante de las marcas quisiera tener su recordación, se metió a terciar en el debate y en su cuenta de Twitter puso en duda que Bavaria tuviera permiso para hacer lo que hizo.
Para aclarar el cuento, Lachachara.co se comunicó con el Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas de la Arquidiócesis, Erik Fabian Sojo Rodriguez, quien ante la pregunta de si la Iglesia había recibido algún dinero sobre la publicidad y si habían dado permiso para la misma, informó que «el único permiso que se dio fue para los juegos pirotécnicos, pero que de publicidad y dinero la Arquidiócesis no ha recibido nada, ni tampoco les fue solicitado permiso para reflejar dicho emblema publicitario». Añadió el diligente comunicador que, por ser transitorio el tiempo que Águila proyectó su logo sobre la Catedral, los «Obispos no dieron mayor importancia a esto».
Ahora tendría Bavaria que responder a la comunidad con qué autorización, entonces, lo hizo. Por cuanto la Catedral es un bien privado (de la iglesia Católica), pero a la vez es centro público de oración y congregación religiosa y, como ya se ha dicho, se considera el máximo centro de encuentro de la religión Católica de Barranquilla, cuyo uso requiere ser autorizado previamente. Según uno de los asesores de la arquidiócesis local, experto en derecho canónico, si bien este templo, como todas las iglesias, parroquias y demás inmuebles de la iglesia son públicos, su uso para fines distintos a los actos de la fe católica requieren un permiso especial. Más aún cuando se trata de un ‘permisito especial’ para fomentar el uso de una bebida embriagante, no espirituosa y suave, como el vino, que es lo que permiten las Santas Escrituras.
Según allegados a la Iglesia, los funcionarios de Bavaria sabían que estaban haciendo algo provocativo, que despertaría controversia. Como solían hacerlo los publicistas de la polémica marca de ropa Benetton. “Por lo general son ejecutivos y publicistas que no tienen diques morales ni sexuales, no respetan nada ni a nadie, y se llevan por delante los credos y creencias del resto de la comunidad, sin pensar que a cada quien hay que respetarles sus derechos y sus creencias religiosas”, según uno de los miembros de la feligresía de la Catedral.
Lachachara.co contactó a Bavaria para conocer dicha respuesta, pero esta empresa prefirió defenderse pidiéndole a los periodistas que «pregunten a Carnaval S.A., ellos son los que tienen información sobre el tema» (de vaina no nos enviaron a donde Enrique Chapman a que diera todas las respuestas del caso). ¿Será que Carnaval S.A. sí recibió plata para que Águila ascendiera a los cielos?».
Carnaval SA prefirió tampoco dar declaraciones, todavía, pero su equipo de Comunicaciones informó a Lachachara.co que ya la organización de las fiestas carnestoléndicas le solicitó a Bavaria que de las explicaciones del caso «porque ese chicharrón no nos los pueden tirar a nosotros. Además, pudo ser que la agencia de ellos, encargada de la logística, hubiera tomado la decisión sin consultar a sus jefes, ni a nadie». De todo se ve en la viña.
Mientras esas explicaciones suceden, cosa que es muy dudable que se produzcan por la capacidad del anunciante para el ‘tapen, tapen’, el escándalo en Macondo ha dado bienvenida al Carnaval. Como cuando llegaba el circo con el mago y el hielo y la bailarina de la cuerda floja.