Cientos de estudiantes de Comunicación Social y Periodismo escucharon en la Universidad del Norte a Albert Chillón, en el marco de Cátedra Europa y Encuentro Afacom.
Por Ever Mejía
En los años sesentas y setentas surgió un grupo de periodistas que empezó a inclinar la perspectiva del periodismo ortodoxo convencional. Urgidos en una época romántica, algunos periodistas comenzaron a golpear los escritorios de las salas de redacción para impugnar ciertos elementos de la profesión.
En el auditorio de la Universidad del Norte, el público se da cuenta de la admiración y la fascinación que le tiene el ponente Albert Chillón a los referentes de la época mencionada. Gabriel García Márquez y Tomás Eloy Martínez en Latinoamérica; John Hersey y Truman Capote en Norteamérica; y Manuel Vicent y Norman Sims en Europa.
Vestido con zapatos de cuero, jean azul y blazer de color verde esmeralda, el periodista y ensayista español Albert Chillón relata que el espíritu de la época le llegó a la nueva ola de periodistas: La cultura del Rock and Roll, la guerra de Vietnam, los movimientos de los derechos civiles, la reivindicación de la población negra y la segunda gran oleada del movimiento feminista.
Antes de desmenuzar los cambios que surgieron en el periodismo durante esta época romántica, Albert Chillón decide dejar en claro que a este periodismo se le debe llamar periodismo literario: “Yo voy a hablar de periodismo literario, no de crónica ni de periodismo narrativo”.
Chillón explica que la crónica es tan solo un subgénero del periodismo literario. Mientras que el periodismo narrativo es un término redundante porque el periodismo inevitablemente es narrativo, en palabras del expositor “decir periodismo narrativo es como decir hielo frío”.
Luego de la aclaración, Chillón expone que lo primero que cambió esta nueva generación de periodistas fue el concepto de objetividad: “Ellos se dieron cuenta que no hay periodismo objetivo”. Acota que esto no significa negar el deber del periodista de buscar la verdad.
También estos periodistas de los años sesentas y setentas refutaron la ética periodística ortodoxa. Comprendieron que el periodismo no puede ser neutral, y tampoco debe ser neutral. En todo caso debe ser ecuánime.
Y por último, estos periodistas empezaron a poner sobre la mesa asuntos invisibles para la prensa ortodoxa, como el maltrato a la mujer y los derechos de las minorías sociales.
En el auditorio, un estudiante en voz baja le pregunta a su compañera de asiento qué tiene que ver lo explicado con el anuncio de la conferencia que dice «El discurso periodístico, entre la ficción y la facción». Ella hace silencio. A ocho metros Chillón, que no escuchó la pregunta, responde que a partir de las publicaciones de estos nuevos periodistas se abre un debate sobre cómo clasificar este contenido.
Tal vez el debate está planteado hace miles de años por Aristóteles, quien dijo que hay dos tipos de discurso: Lo que sucedió y lo que no ha ocurrido, pero es verosímil que ocurriera.
A lo largo de la historia, muchos han simplificado y siguen simplificando el debate a que los relatos se dividen en relatos de ficción y de no ficción. Ante esto, Albert Chillón plantea que el equívoco básico consiste en pensar que la no ficción no está contaminada por la imaginación, la fantasía o las metáforas.
“La etiqueta de no ficción lleva engaño, nos equivoca mucho más que nos orienta. No hay ninguna posibilidad de hablar de un hecho social de un modo no ficticio. No podemos tomar ningún hecho real y reproducir el hecho”, manifiesta Chillón.
El lenguaje de Chillón se torna académico, complejo y denso. Lo que dice el expositor es que textos como este no son un relato fehaciente de la conferencia de Albert Chillón, muchos menos una reproducción del acontecimiento, es tan solo una representación mediada por el lenguaje.
El mismo Chillón se da cuenta de que está hablando en un lenguaje complejo. Entonces con su mano derecha se quita las gafas, y dice “nunca vemos los hechos con un lente transparente como el de estas gafas que yo uso, sino a través de un prisma que refracta la luz. En ese prisma interviene la ideología, las convicciones políticas y la sensibilidad”. Entonces los periodistas siempre configuran el hecho que luego van a transmitir.
Albert Chillón se coloca nuevamente las gafas y concluye que el relato periodístico es ficticio, que es sinónimo de artificial. A pesar de la contundencia de su discurso, Chillón dice dejar el debate abierto, mientras los aplauden cientos de asistente del Encuentro Afacom en el marco de la Cátedra Europa.