Por Sandra Mejía
Escribir un lunes por la mañana sentada en un balcón frente al Mar Negro no estaba en mis planes del futuro ni en mis sueños.
Escribir.
Lunes por la mañana sentada en un balcón.
Frente al Mar Negro.
Una lista de tres cosas en orden de dificultad. De imposibilidad. De nisiquieraimaginabilidad.
Frente al mar, en un apartamento del piso doce rentado diez días por Airbnb, en Batumi, Georgia. Tengo las nubes en línea con mi vista, pareciera que si estiro el brazo puedo tocarlas. Aunque tendría que estirarlo bastante.
El Mar Negro me tiene fascinada. Esta última semana he despertado cada día caminado al balcón y, no importa la hora, el mar está siempre ahí. Infinito, majestuoso, muy azul y a veces, cuando se acerca la lluvia, negro, muy negro.
He tenido la fortuna de solo tener que tomar el ascensor, caminar unos metros hasta la calle, cruzarla y cruzar la ruta del tren para llegar a la playa. Sí, aquí el tren pasa por la orilla de la playa, lo que lo hace más fascinante. En cualquier momento puede pasar un tren de carga o un tren de pasajeros, mientras estoy viendo el mar desde el balcón o mientras estoy en la playa.
En esta zona de la ciudad, a las afueras de Batumi, la playa es de piedras de diferentes tamaños y colores. Cada piedra tiene su propio diseño y me pierdo reconociendo cada rayita, cada puntico o cada color que diferencia una de la otra. También tienen diferentes texturas, lisas, rugosas; de diferente forma, ovaladas, cuadradas; o de varios colores, a veces combinando dos o tres. Toda una maravilla.
Eslovaquia
Esto lo escribí tres días antes de viajar a Eslovaquia, donde ya llevo un mes. Caramba, cómo me demoro en volver a escribir, jaja, pero es que viajando el tiempo vuela más rápido que los aviones que me llevan de una ciudad a otra.
Eslovaquia para mí se siente como casa. Es el país de mi compañero de viajes, donde sus padres nos reciben felices y podemos disfrutar del tiempo, que pasa más despacio. Comemos frutas de la huerta casera, como fresas, manzanas, moras o cerezas, frutas que solo había visto antes en los supermercados; recolectamos miel de las abejas de mis suegros y caminamos por el campo lleno de mis flores favoritas, las flores silvestres.
Estamos en una ciudad pequeña, a dos horas en bus de la capital, Bratislava, donde por maravillas del destino vive mi mejor amiga de épocas de la universidad, así que puedo darme el lujo de una o dos veces al mes caminar cinco minutos desde la casa para tomar un bus en el centro, pagar cinco euros (aproximadamente unos $20.000 pesos colombianos) para llegar a la estación de buses de Bratislava, mi favorita en todo el mundo porque queda en el sótano de un centro comercial, lo cual me parece una genialidad. Tienen lockers para guardar temporalmente las maletas pagando una tarifa por hora, baños, restaurantes, supermercados, librerías, cafés, todo para que la espera de salida, la llegada o un cambio de ruta, sea lo más comodo posible.
Visitar a mi amiga en Bratislava es ir al centro de la ciudad cruzando el Danubio, que yo esperaba que fuera azul, por aquel famoso vals de Strauss. Pero no es azul, así como el Mar Negro no es negro.
El beso
Estando en Bratislava ya es muy fácil tomar un tren para ir a Viena y visitar museos de arte. Hace un par de semanas fuimos al Belvedere, donde está una de mis pinturas favoritas: El beso de Gustav Klimt. La pintura se llamó originalmente Los amantes, pero creo que El beso es mejor nombre, porque es eso precisamente lo que ves, unos amantes en un beso tan mágico que pareciera que lo puedes sentir, entre brillos de plata y oro. Sí, el artista usó láminas de plata y oro para su obra.
Si llegas al aeropuerto de Viena, verás que te reciben con carteles de los museos, invitándote a ir al Belvedere por un beso. Yo fui por mi beso.
Libro que estoy leyendo
Sigo en la lectura de El infinito en un junco. Un libro precioso.
En mi última visita a Bratislava mi amiga me prestó la reciente publicación de una obra de nuestro querido Gabo, En agosto nos vemos. El autor empezó a escribir esta última obra pero su mente y memoria ya no le ayudaba y pidió que no fuera publicada. Al parecer él veía algunas inconsistencias en la historia y no la sentía digna de ser publicada. En un acto de rebeldía, su hijos decidieron publicarla y dejar a juicio del lector si le gusta o no. Espero terminarla antes de mi próxima visita a Bratislava para discutir el final con mi amiga, que así me lo pidió ella. Si alguno lo ha leído y también quiere discutir el final, avise que aquí estarán bien atendidos por la propietaria.
Aprendizaje de estas semanas
Uff, tengo una lista. Aquí las tres más importantes:
- Que sí sé escribir. Que todos sabemos. He aprendido tanto en mis clases de escritura creativa, que me siento tranquila de animarles, si alguno siente que quisiera sentirse que sabe escribir, por algún reto profesional, porque sueña con escribir un libro, para sanar o simplemente para expresar sus ideas y emociones, a darse la oportunidad de intentarlo. Mi escuela recibe mentes inquietas siempre, tanto para clases y prácticas presenciales en Barranquilla, como virtuales, disponibles en varios horarios. @puntoyseguidoescrituracreativa
- Que ir a terapia me dio las herramientas para tomar decisiones en pro de mi bienestar y paz mental. Y se siente muy bien tomar decisiones como renunciar a un cliente, aunque represente buenos ingresos, desde el reconocimiento amoroso de que ya no perteneces a ese lugar porque tus preferencias profesionales son diferentes.
- Que lo que ya no funcionaba con mi cliente me dio claridad en mi verdadero aporte para mis actuales y futuros clientes, dando estructura a sus negocios y proyectos para que tengan bases sólidas y cuando algo en el negocio deje de funcionar, sepan dónde buscar las fallas en vez de dar pasos de ciego. Así que me inscribí en una membresía de gerencia de proyectos digitales, para aprender cómo aplicar lo que aprendí hace años en ingeniería industrial y aplicarlo al nuevo entorno de negocios digitales.