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A Su Majestad la Cumbia, Joya de la corona del Carnaval de Barranquilla

Por María Mendoza

Su majestad la cumbia ha demostrado que es la reina de los ritmos tradicionales. Y como una reina se ha paseado a lo largo y ancho del territorio patrio y escogió a Barranquilla para proyectarse al mundo. Pero en ese viaje se fue el ritmo, se fueron los sonidos, se fue solo una parte del sentimiento, dejando en el territorio la danza y su planimetría, así como la parafernalia. Una manifestación que emerge en las vertientes del Magdalena y cuyo origen se comparten los departamentos de Atlántico, Magdalena y Bolívar, que a lo largo de los años se ha convertido en embajadora de la cultura nacional.

En Barranquilla la cumbia nace en plena urbe, en un lugar conocido como Sabanitas de Camacho, adaptación lingüística de Kamach, hoy centro histórico de Barranquilla donde se construye el Museo de Arte Moderno. En este sitio de adoración, la tribu nativa tenía una expresión sonora ligada al ceremonial de las cosechas cuando segaban el millo con el pilón. El africano escucha un sonido que le recuerda su tierra e interpreta el ritmo que el indígena transmite con el pilón, entonces combinan en un solo lenguaje las sonoridades naturales y le suman el tambor como primer traductor. 

La Cumbia del Caribe encontró guardianes que se dispusieron a presentar un plan para salvaguardar ese gran acuerdo entre nativos y africanos, al que luego se sumaría el europeo. El resultado de esa empresa cultural de salvaguarda se ratifica con la presentación en 2022, del documento para la inclusión en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de La Nación (LRPCI) que se convierte en realidad en 2024 con la Resolución 0321 del Ministerio de las Culturas las Artes y los Saberes. 

Al respecto, el Ministerio de Cultura enfatizó que la cumbia es una manifestación que integra no solo el género musical y el baile, también el conjunto de prácticas y tradiciones vinculadas a su desarrollo, entre ellas el vestuario, los instrumentos artesanales, los rituales y las fiestas. 

¿Pero qué significa este reconocimiento? significa el triunfo de miles de gritos de juepa y movimientos de cadera que han recorrido el mundo. Para mantener la soberanía de la cumbia se requiere el concurso de miles de súbditos,quienes a través de diversas estrategias promueven la dinastía cumbiambera, entre ellas las cientos de cumbiambas en el Atlántico y otras iniciativas como la tradicional Noche de Tambó, evento que reúne a los amantes de esta expresión cultural y se constituye como la rueda de cumbia más grande del mundo.

La cumbia es un género anfibio resultado de la fusión triétnica de la cultura africana, indígena y española, que se difundió por vía acuática a partir de la actividad comercial por el Yuma o rio grande de la Magdalena; producto de este flujo migratorio se dieron intercambios de costumbres, creencias y percepciones. Son tres razas que se encuentran en un momento de la historia, cada una con cosmovisiones diferentes que entran a compartir para crear nuevas tradiciones, unos aportan la sonoridad base (indígena), otros la interpretación de esa sonoridad con el tambor (negra) y otra, el lenguaje y baile (española). 

La caña e’ millo

En cuanto a la flauta de millo, elemento básico para la interpretación de este ritmo, Eduardo Civallero en su libro Las raíces africanas de la caña de millo colombiana (2021) rescata la teoría de su vinculación a los clarinetes traveseros del norte de Ghana, cuya hipótesis afirma que serían versiones modificadas de este instrumento originario de Burkina Faso, país del cual también recibimos una marcada influencia musical. 

La cumbia es como una buena conversación, donde impera el respeto, la tolerancia, la mujer es el centro como reconocimiento de dónde proviene la vida; de hecho, la cumbia nace en las fiestas para celebrar la fecundidad de la tierra. Por su parte, el hombre haciendo uso de su fuerza y galantería, intenta conquistar a la mujer. El baile circular hace parte de los rituales indígenas, algunos cantautores como José Barros y Antonio García, afirman que la cumbia tiene un origen luctuoso, de lamento, al cual la gaita, flauta y tambor le dieron más ritmo. 

Entre flores y trabajo

El vestuario de los hombres era color kaki, adecuado al trabajo en el campo; los pescadores se arremangaban el pantalón para no mojarse, mientras los campesinos se cubrían con mangas largas para protegerse del sol y las ramas en el camino. En su recorrido, sus vestidos, otrora blancos, se han venido impregnando de colores en las polleras que adornaron las caderas de las bailadoras. Y aunque hoy día ya no están vivos los corales, las cayenas y trinitarias, se sigue representando esa esencia fiestera, coqueta y elegante de las nuevas portadoras de la tradición.

La influencia europea se evidencia en las costumbres que traen las familias españolas a sus haciendas, como el idioma y la religión; los nativos americanos eran agrícolas por naturaleza, la vaquería llega con los españoles, quienes contratan trabajadores para la actividad ganadera, ahí aparecen los cantos para acompañar este tipo de faena. El español complementa este paisaje cultural seducido por las sonoridades de los africanos, aportándole pases de valses y polcas. 

Al principio no existía escritura musical solo la interpretación de la flauta con una melodía repetitiva acompañada del tambor; luego se integra el lenguaje con cantos, al ser personas iletradas encontraron en el arte de improvisar versos el modo de narrar historias. Más adelante aparecen las décimas, un canto menor para el tiempo de reposo y una forma más elaborada para contar temas de actualidad. Esta composición exige musicalidad y posee un componente tradicional, proveniente de los cantos de cuna, que tienen un ritmo incorporado y una base rítmica transmitida por los abuelos.

Mario Gareña

Gracias a esa musicalidad ancestral de la cumbia hoy podemos disfrutarde bellos poemas como Yo me llamo cumbia, de Mario Gareña, barranquillero que en 1969 le dio voz universal a este género inmortalizándola a través de una bella descripción: “de piel morena como los cueros del tambor, hombros como un par de maracas que pinta el sol y en la garganta una fina flauta que Dios le dio”, himno musical que a más de uno pone a llorar y ante el cual nadie se queda impasible.

Y así encontramos cientos de artistas que a lo largo y ancho de la geografía nacional han hecho de la cumbia perdurable en las generaciones como Gabriel “Rumba” Romero con La subienda, José Barros con La Piragua,  la Cumbia Cienaguera de Alberto Pacheco; una de las más antiguas, la Pollerá Colorá (1960) de Juan Madera y Wilson Choperena, versión actualizada por el cantante Charlie Za en 1998. Composiciones impregnadas en la memoria sonora del mundo, como las de Pedro “Ramayá”, creador de la cumbia Soledeña, patrimonio vivo de la región Caribe, que con su mico ojo pelú y otras picarescas letras le canta a la mujer, la flora y la fauna del Caribe.

La vía 40

Una expresión que no puede faltar durante la cumbia es ¡Juepá Je!, exclamación de alegría acumulada, así lo afirma Ricardo de León gestor cultural: “Cuando arranca el cuarto golpe de la tambora, se presenta una explosión de energía en todos los miembros de la agrupación. Se realiza una conexión fuerte con el público, los bailarines se lucen, se entregan a través del baile para que la gente lo disfrute y se invita a gozar con  la cumbiamba; también es para animarse y superar el cansancio durante la presentación”. Es importante anotar que el trayecto que recorre cada agrupación en el cumbiodromo de la vía 40 tiene una duración de 6 horas, a lo largo de 4 kilómetros bajo una temperatura promedio de 38° características del clima tropical en la ciudad.

Como insigne soberana, la cumbia emite un decreto real a todos los que estén bajo su imperio: vivirlo para gozarlo, salvaguardar la tradición y patrimonio heredado de los ancestros, no se trata de andar “bailando todo el tiempo” sino de las relaciones que creamos basadas en la fraternidad, la alegría y el respeto, aunque nos encante “mamar gallo”. Como sucede en la rueda de cumbia, donde se manifiesta la sana convivencia que nos permite bailar en armonía junto a cientos de extraños que se hacen amigos; en el dialogo amistoso del baile, expresado a través de lenguaje no verbal como el faldeo, la vela, el sombrero y en la alegría que nos hace sonreír a pesar de los desafíos mostrando la resiliencia de un pueblo orgulloso de sus raíces. 

¡Larga vida a la eterna soberana! que siga extendiendo y moviendo su falda por todo el mundo.

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