De cómo una investigación por lavado de dinero en una gasolinera, terminó por tumbar a la Presidenta del país con la economía más poderosa de América Latina.
Lexander Loaiza Figueroa @Lexloaiza
La suspensión de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, es la salida lógica de un proceso donde la mandataria, la primera fémina en ocupar ese alto cargo en esta nación sudamericana, tenía todas las de perder.
El escándalo de corrupción que se originó tras conocerse los detalles de una investigación adelantada por la Fiscalía, comenzó en 2014 en una gasolinera que donde también se podían hacer compras y otras diligencias. Ubicada en pleno centro de Brasilia, este tipo de negocio conocido popularmente en el portugués brasileño como ‘lava jato’, que quiere decir ‘lava carros’, fue objeto de una visita de investigadores que le seguían la pista a unos vehículos de alta gama que habían sido objeto de ‘regalos’.
Los investigadores pusieron la mira en la estación de servicio después que comenzaran a monitorear las comunicaciones telefónicas de su dueño, Carlos Chater, en julio de 2013. A este negociante, lo habían vinculado con un ex diputado, Jose Janene, quien murió en 2010, pero quien también había sido vinculado con la lavandería que se ocultaba tras el modesto negocio de servicio automotriz.
Era la punta de iceberg, ya que los indagadores se percataron que no funcionaba una, sino cuatro organizaciones dedicadas al lavado de dinero proveniente fundamentalmente de desvíos presupuestales en entes de Gobierno, pago de comisiones y sobornos de contratistas del Gobierno y de empresas públicas. La estatal Petrobras, quedó en el ojo del huracán.
Tras más de dos años de indagatoria, la Fiscalía calcula que entre 2004 y 2014, más de 8.000 millones de dólares pasaron por esta ‘lavandería’. Se han recuperado unos $800 millones en efectivo, además incautado bienes, incluyendo 272 obras de arte, se han congelado cuentas y van más de 90 condenas emitidas hasta el momento. Todo un terremoto.
Pero el escándalo de corrupción que involucró a altos ejecutivos, senadores, diputados y funcionarios del Gobierno, fue solo la excusa para investigar a Rousseff por malversación de fondos. Otro caso distinto. Según la propia Mandataria, se trata de un caso “débil” fabricado para justificar un golpe de Estado.
A pesar de sus argumentos, el Gobierno de Dilma estaba ya herido mortalmente. Al escándalo de corrupción le acompañaron el debilitamiento de la economía; lo que hizo al Gobierno de Rousseff, quien ganó un segundo mandato por un estrechísimo margen, sumamente impopular.
Esa impopularidad sirvió de abono para las críticas que recibieron la organización del Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos Río 2016, por el gasto que representaron. A la impopularidad se le unieron desgracias fortuitas como el surgimiento y masificación del virus del Zika.
Con un triunfo estrecho, su piso político era muy endeble. Las coaliciones que le habían permitido arrancar su segundo período pronto abandonaron el barco en previsión de lo que venía. Con su carácter vertical y poco dado a la negociación, la dirigente izquierdista tuvo que recibir la renuncia de varios ministros por órdenes de sus respectivos partidos políticos. La pérdida de apoyo político era el preámbulo de la derrota en el Parlamento y que finalmente la envió de vuelta a su casa…y la investigación de la ‘Operación Lava Jato’, aún no ha terminado.
En Sao Paulo, que ha sido escenario de las más numerosas protestas anti gobierno, la suspensión de Rousseff cayó como una noticia más. Tras conocerse la decisión del Senado, los paulistas apenas voltearon a ver la televisión y luego continuaron con sus trabajos. Su principal ocupación dicen, es cómo sobrevivir a la crisis.