En la vuelta a Colombia en bicicleta del año 1966, no había cámaras de televisión.
Por Efraín Peñate Rodríguez/Chacharero invitado especial
No había cámaras de televisión en aquella vuelta a Colombia en bicicleta del año 1966, que había partido de nuestra costa y que debía alcanzar la montaña, desde la etapa que se cumpliría entre Planeta Rica y Yarumal, tomando terreno plano desde la partida hasta Puerto Valdivía, donde comienza el ascenso hacia la montaña antioqueña para alcanzar la cima en “Ventanas” (premio de montaña de Primera categoría) y enrumbar ahí por repechos en el lomo andino hasta llegar a Yarumal, punto de llegada.
Se habrían lucido camarógrafos de televisión en esa etapa, con el insuceso que padeció el gran ciclista antioqueño Ramón Hoyos Vallejo, que participaba en esa vuelta en un regreso insólito, pues había abandonado prácticamente el ciclismo en medio de la gloria de ganador de 5 vueltas: 1953, 1954, 1956 y 1958.
Fue algo parecido a lo que en la actual Giro a Italia le ocurrió al líder de ese evento, Tom Dumoulin: un apuro escatológico en plena etapa. El apuro del infortunado ciclista europeo fue visto por la televisión. Pero este joven tuvo suerte en que el malestar estomacal fue resuelto con una sola evacuación y por ello, pudo sostenerse líder y aún hoy, al final de la ante-penúltima etapa sigue de líder.
Pero allá en nuestros Andes, el apuro del ídolo Ramón Hoyos Vallejo lo obligó a abandonar la bicicleta por 4 veces y adentrarse al monte a evacuar sus vísceras. ¡Era la noticia!.
Me correspondió sostener la transmisión del insuceso de Ramon Hoyos, desde mi transmóvil número dos de RCN, pues en la punta de esa etapa iba un lote con los “mandamás” del ciclismo de esos años y Julio Arrastía que comentaba desde el transmóvil numero uno con Piedrahita Pacheco, me instó no abandonar al infortunado Ramón Hoyos en su novedad. !Era la noticia!
Ramón Hoyos ingresó por la primera vez al “monte”, dejando la bicicleta en la orilla de la carretera para re emprender su carrera, con tan desafortunada suerte, que su estomago le exigió de nuevo entrar al monte a evacuar un kilómetro mas adelante. … ¡Y yo ahí, escoltándolo desde mi escotilla, con la orden de Arrastía de no dar cambio por nada!
Salió de nuevo del monte y volvió a su cicla. Mi información se centraba en medir los tiempos perdidos por el ídolo en su novedad digestiva. Su sufrimiento no se detuvo y debió bajarse de nuevo dos veces de la cicla… ¡que estómago tan impertinente!.. exclamaba yo desde mi escotrilla.. Ya en la cuarta vez que Ramón Hoyos tuvo que ingresar al monte, se acercó a mi escotilla y me pidió que le dijera al médico Dr. Piedrahita que se fuera a Yarumal donde terminaba la etapa para mirarle su imprudencia gástrica. De paso me recordó.. “Peñate… cuídame la bicicleta hermano… lo peor es que me la vengan a robar ahora!
Supe después que todo Medellin se detuvo a escuchar mi relato desde el transmóvil dos de RCN. Y gran parte del país también. Fueron muchos los profesionales universitarios de Antioquia que me reconocieron la hidalguía y el manejo del lenguaje con el que conduje las expectativas de la audiencia, sin incurrir en ningún momento en burlas, ni gracejos.
Recuerdo que fueron más o menos unos 25 minutos que debí sostener un relato inesperado, fuera de lo acostumbrado en ciclismo. En medio de esas manifestaciones yo me limitaba a agradecer lo aprendido en mi Bachillerato y Universidad del Atlántico en Idiomas. El recurso del lenguaje es muchas veces más impactante que el enfoque de una cámara de televisión, me dije.
En la V Vuelta a Colombia, Ramón Hoyos, El Marinillo , ganó 12 de las 18 etapas. Al final fue el campeón. Durante esa V Vuelta cuando la carrera llegaba a Bogotá, los aficionados lo atacaron a piedra. El público bogotano no se resignaba con el noveno puesto de Efraín Forero, su ídolo.
CUENTO DE LORAS.
Por: Gabriel Garcia Márquez.
A pesar de su tardía preocupación por el estudio, es evidente que Ramón Hoyos no llegó a las letras mayores porque no tuvo interés. Desde la niñez se manifestaron sus dos características dominantes: su independencia y su férreo sentido de la propiedad. Esas características son el núcleo de su vida. La casa donde ahora vive con otras trece personas que el campeón protege, tiene adentro muy pocas cosas que no sean de su propiedad. Ramón es dueño de todo, hasta de la autoridad en la casa, a pesar de que vive en ella uno de sus hermanos mayores, y vivió también su padre, hasta cuando se casó en segundas nupcias. Su presencia está en todos, absolutamente en todos los rincones de la casa. Hasta en una lora que trajo del Brasil, que canta canciones en portugués y que desde su estaca del patio sólo sabe decir una palabra en español: ¡Ramón!