
Por, Jorge Guebely
“Él es mi amante y mi amado”, afirma Quevedo. El que de verdad saca lo peor del ser humano. Dios en la tierra, creador de pobres y ricos, de fracasados y exitosos. Corrompe al honesto y enaltece al corrupto.
Saca lo peor del pobre por desearlo y lo peor de los miembros de la ANDI por acumularlo. A ellos les devela su codicia y su insensibilidad humana. También su pasión por Friedman y por su bandera neoliberal: “Maximizar las ganancias de sus propietarios es la función de toda empresa”. Moribundo modelo económico, origen de tanta miseria y tanto dolor sobre la Tierra.
Adictos al poder, los industriales potencian su conservadurismo, estrategia para preservar y aumentar privilegios. Fortalecen sus preferencias por el Centro Democrático, colectividad donde pernoctan derechas y extremas derechas, aristócratas tercermundistas con sus adláteres.
Don dinero les consolida la indiferencia ante la crisis social y ante los enormes niveles de desigualdad e informalidad laboral; el silencio ante la proliferación de empleo chatarra mal remunerado y ante el enorme grado de corrupción nacional. Les fortalece la indolencia ante un pueblo mal nutrido o simplemente colapsado por los excesos de hambre.
Poseídos por la suprema importancia de don dinero, desestiman la tragedia del campo, la concentración de tierra en pocos terratenientes. Concentración que sólo fomenta el poder feudal, el de terratenientes con mentalidad de viejas aristocracias europeas; origen de injusticias, guerrillas, paramilitares, guerras, desplazados… crisis social y humana del país.
Adictos a los privilegios que otorga don dinero: poder y estatus, fingen la paz, pero apoyan la guerra. “¡Oh, qué hermosa apariencia tiene la falsedad!”, afirma Shakespeare. La proclaman, pero la torpedean a través del Centro Democrático. La convirtieron en bandera del “no” en la pasada consulta plebiscitaria.
La codicia tradicional por don dinero no les permite –o no quieren- avizorar la solución real, superar el desastre social, producir riqueza, cultivar la tierra, tecnificar el campo, nuestro mayor medio de producción. Superar la pre-modernidad, entrar en la modernidad, a la cuarta revolución industrial. Industrializar el campo para industrializar las ciudades, generar empleo y cultivar la prosperidad material y humana de los colombianos.
Sin embargo, ninguna prosperidad nacional es posible sin la de los industriales, así se desarrollan los capitalismos sobre la tierra. Pero cualquier prosperidad material en medio de la miseria de un pueblo, testimonia las ruinas humanas de los poderosos, su concentración mezquina, la podredumbre de un país, porque: “El dinero, como la mierda, huele muy mal cuando se acumula en un solo lugar”, según Oscar Wilde.