El joven cineasta presenta como su opera prima un documental que narra apartes de la vida cotidiana y de la intimidad de un jíbaro cartagenero del tradicional barrio Getsemaní, para desentrañar el mundo detrás de un hombre.
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor general
Una persecución sicodélica y sicológica. Desde el título del documental, alusión precisa a un efecto alucinógeno que solo produce el ‘crack’, esa droga dura que pone a sus adictos en el máximo estado de neurosis. A perseguir al dragón.
Gustavo es un jíbaro, un expendedor de droga al menudeo. Ronda los 60 años y conoce todos los callejones de su viejo barrio Getsemaní. El hombre llega a cada esquina, a cada bar, como un soplo de viento que viene y va. Los minutos necesarios para ver cómo esta la movida. En una de esas esquinas lo conoce Juan Camilo Olmos. La misma esquina casi todos los días y ellos establecen un diálogo platónico, un intercambio de ideas filosóficas que los enlaza para que Olmos lo retrate y Gustavo abra su vida al desnudo. A las carnes y huesos de ese esqueleto de selva que llamamos calle, de ese tabú que llamamos «el mundo de las drogas».
El documental inicia con el mayor contraste del personaje. Primera escena, un hombre de edad muestra cómo aprendió a hacer ejercicios de respiración con la disciplina castrense. Segunda escena, el hombre se fuma un cigarrillo. Tercera escena, un porro de marihuana; cuarta escena, un pase de perico; quinta, sexta, séptima y demás escenas, el cataclismo del hombre que ansía respirar, no perder una sola bocanada de aire, llenar para siempre sus pulmones, su vida, pero que cada acto siguiente es el ataque masivo e irreverente a su primera voluntad. Su descripción es en el documental una metáfora de todas las contradicciones y un paisaje del barrio en el que vive, que cada día se llena de colores para lucir mejor y que sin embargo al hacerlo cercena su histórica esencia. Los habitantes tradicionales de Getsemaní están vendiendo sus casas al mejor postor y piensan que al hacerlo aseguran su futuro. Getsemaní consume su identidad para no morir.
Gustavo tiene miedo a la vida, al amor. Pero se la goza. Se la baila como nadie, con un swing especial para la salsa que pulula en los antros de Getsemaní. Se mira lleno de bondad, pero se reconoce incapaz de amar. Tiene amigas, pero lleva a las putas a su cuarto. A drogarse con él. No quiere que alguien lo ame. Pero él quiere amar. Sería imposible verlo matar a una cucaracha, pero «facilito mataría a un ser humano».
Un año persiguió Olmos a este dragón. Día y noche. Y se sumergió a su mar, a su intimidad, a sus diatribas y elucubraciones, a su filosofía y a sus contradicciones. Al llanto feliz o a la sonrisa llorona, la vida de un hombre lúcido que todo el día respira droga y que sin embargo puede hallar en el aire la paz que a muchos nos cuesta siquiera imaginar.
Ficha técnica
Director: Juan Camilo Olmos
Productores asociados: Viviana Goelkel y Alfredo Sabbagh
Música original: Julián Sarmiento, Camilo «Tete» Sarmiento y Luis «Pochi» Vengoechea
Diseño sonoro: Julián Sarmiento y Keren Vargas
Montaje: Iván Wild y Juan Camilo Olmos
Fotografía: Juan Camilo Olmos