El congresista Armando Zabaraín, experto en temas de salud, sostiene que el ministro del ramo debió actuar rápido, con un mensaje tranquilizador. Hoy la población no estuviera alterada y las niñas no presentaran el «síndrome de conversión».
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor general
El toro criollo salta a la arena y el más cobarde se enguapetona
Primero se apresuró a viajar al Carmen de Bolívar el joven senador Fernando Araujo Rumié, del Centro Democrático. Aprovechó que el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, ni ninguno de sus funcionarios habían dado la cara en el hospital Nuestra Señora del Carmen, y ese mismo fin de semana, solo dos días después de los desmayos masivos en el colegio Espíritu Santo, se fue a protestar en nombre de la comunidad y a «señalar el abandono del gobierno de Juan Manuel Santos».
Ahora fue el propio Álvaro Uribe, su jefe político y estandarte de la oposición, quien asumió las banderas. «Llevaré los casos de las vacunaciones de estas niñas al Congreso de la República», dijo desde las calles del municipio el pasado 12 de septiembre.
Uribe es casi un ídolo en el Carmen de Bolívar. Muchos de sus habitantes le agradecen haber sido «el salvador de la guerra». A muchas familias que vivieron el horror de las balas, los machetes y las moto sierras les quedó el recuerdo reciente de cómo el mandatario nacional acabó con el paramilitarismo que los azotaba. Lo paradójico es que a esas mismas familias se les borró de la memoria, como una protección inconsciente contra el dolor, que Uribe había sido antes el máximo beneficiado del terror paramilitar porque los jefes de la extrema derecha presionaban a los habitantes a votar por el entonces desconocido candidato paisa y luego volvieron, con nuevas masacres, a repetir la dosis para la reelección.
El resultado es que los paramilitares despojaron más de 40.000 hectáreas de tierras a los campesinos de los Montes de María y Uribe fue presidente ocho años con altas votaciones en esas poblaciones. Y, con la presencia aterradora de los paramilitares, unos pocos oportunistas, entre ellas importantes empresas antioqueñas de marcas reconocidas, se aprovecharon del miedo y de la pobreza y compraron a precio de huevos miles de tierras.
Hoy en los Montes de María quedan pocos parceleros que cultivan la yuca, el plátano, el ñame, el maíz, el aguacate, que se vende en la carretera de las poblaciones cercanas. Hoy no abundan campesinos con su pedacito de tierra, hoy hay grandes latifundistas que quieren acabar con las ubérrimas tierras con la siembra a enorme escala de palma de aceite y árboles maderables. Como se sabe, esa siembra acaba con el limo y la rica fertilidad de esas tierras, y ya no serán tan ubérrimas como el «Ubérrimo» de Uribe en donde según sus amigos él mete un dedo en la tierra, y le retoña.
«Uribe es un genio de la comunicación. Y eso fue lo que faltó al gobierno de Santos en este caso de las vacunas», afirma Armando Zabaraín, representante a la Cámara por el Atlántico. Es médico cirujano, con especialización en gerencia en salud y seguridad social, salud familiar y en auditoría médica. Tiene una experiencia de más de 20 años en la medicina. Con ese conocimiento sobre la salud pública su punto de vista vale y pesa: «el ministro ‘dio papaya’ al no asistir rápido al municipio y al no detener las vacunaciones en el lote identificado».
Lo que tenían que hacer, afirma el representante, era dar la cara ante la comunidad, ir hasta allá y quitarse la corbata; anunciar un estudio del lote y ordenar que mientras tanto no siguieran usando esas vacunas. «Eso hubiera tranquilizado a la población, a los padres de familia. Hubiera sido un mensaje sicológico positivo que contrarrestara el síndrome de conversión que presentaron las niñas. En cambio lo que hicieron los funcionarios fue asumir una actitud soberbia, anunciando que las vacunaciones seguían porque seguían, sin reconocer las preocupaciones ni el dolor de la gente».
A los padres de familia les hicieron amenazas al bolsillo. Si no dejaban que a sus hijas las siguieran vacunando, las sacarían del programa Familias en Acción. Y el presidente Juan Manuel Santos, para colmo de su imagen de hombre frío, de Mesa de Yeguas, sigue sin aparecer por allá.

Centenares de niñas han llegado al hospital del Carmen de Bolívar, que ya no da abasto. Foto cortesía de: El Universal de Cartagena.
El síndrome de conversión consiste en la reacción física que genera una causa sicológica. Es una somatización. «Y el síndrome se pudo haber propagado entre las niñas, que veían y escuchaban de los desmayos de una y se asustaban y terminaban ellas también entrando en shock», dice el médico que cumple su segundo período en el Congreso. «Esto lo conocemos todos los médicos. Suele presentarse en fechas especiales, como navidad y fin de año cuando se somatizan con mayor fuerza los dolores sicológicos (una muerte reciente de un familiar, por ejemplo). Sabemos de sobra que el Carmen de Bolívar es una población víctima de la violencia, en la que la guerra ha causado demasiados estragos. En esas condiciones cualquier suceso que altere la tranquilidad se vuelve un problema colectivo».
Es obvio. En todo esto está metido un poderoso laboratorio norteamericano, Merck, que dedicó años en dicha investigación, y por qué no decirlo, invirtió centenares de millones de dólares hasta llegar a la vacuna. Ahora bien, lo que dicen los expertos es que los cuatro o cinco monopolios de la medicina en el mundo saben que la inversión debe tener una velocidad de retorno enorme. De lo contrario pierden plata. Y esas son empresas privadas a a las que, por ningún motivo, les gusta ver rebajadas sus ganancias. Algunos críticos consideran que Merck se desesperó al sacar al mercado el biológico antes de pruebas más dilatadas y amplias. Por ejemplo, no es lo mismo vacunar a una joven robusta gringa que a una niña de estrato uno, vinculada al Sisben, que se va para la escuela muchas veces sin desayuno. Si la vacuna es fuerte y le altera el metablismo aunque sean en forma breve, lo siente y la asusta. Surge la alarma. Y si los casos se multiplican en la población más vulnerable, lo que viene es «radio bemba» y el merequetente. Como ocurrió.
El problema de las afectaciones por las vacunas empezó desde el mes de mayo. Ya se han presentado casos en Cali y Medellín. Las familias están desesperadas. Aunque les digan que es una histeria colectiva o un síndrome de conversión, los desmayos, las convulsiones, los dolores y las ronchas siguen. Tienen miedo por la suerte de sus hijas. El Carmen de Bolívar ha sido el epicentro del escándalo porque en esta población de 80.000 habitantes se han presentado el mayor número de casos. Ya llegó la oposición a aprovechar la ‘papaya’ que dio el gobierno. Todos están atentos al desenlace de la mala hora. Como dice la canción ‘Carmen de Bolívar’, del maestro Lucho Bermúdez: «cuando el toro criollo salta a la arena, el más cobarde se enguapetona».