Mientras los estudiantes de Bellas Artes disfrutan de preparar la obra con su profesor Darío Moreu, que se presentará este sábado 5 de abril, algunos periodistas de Barranquilla «censuran» su puesta en escena.
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor General
Fotos oficiales de la obra
Algunos de nuestros queridos colegas periodistas de Barranquilla, muy pocos, hay que decirlo, han tenido el privilegio de ir a Florencia, Italia, y admirar en su gigantesca y desnuda realidad la escultura en homenaje al rey David, de Miguel Ángel.
Se podrían contar con los dedos de las manos estos afortunados parroquiales que han estado frente a frente a las más sublimes obras de arte que la humanidad ha producido. Incluso se sabe de un colega que ha realizado más de 100 viajes por los países más insólitos del mundo y que al regreso de uno de sus periplos le contó a sus compañeros de trabajo que lloró de la emoción al estar ante la mencionada escultura. «Ese cuerpo desnudo, esa perfección de los músculos de tenista, esa nariz, esos genitales sin nada que tacharles; ¡no! ¡Qué maravilla!».
Por eso asombra que entre el grupo de los periodistas locales (muy reducidos, por cierto, insistimos), que han tomado la vocería para «censurar» en sus medios una obra como ‘Alientos indecentes’, dirigida por el reconocido hombre de teatro, Darío Moreu, profesor en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, estén algunos de los que abrieron los ojos como chivos en matadero cuando tuvieron ante su rostros los testículos del David.
La obra ‘Alientos indecentes’ se presenta por primera vez el sábado 5 de abril a las 7 de la noche con entrada gratuita y donación voluntaria de quienes asistan al teatro de Bellas Artes (calle 68 con carrera 54), como resultado del proceso académico de la asignatura Creación Colectiva, de octavo semestre del programa de Arte dramático. Es una creación que tiene como punto de partida los cuentos de Charles Bukowsky, «cuya crudeza de textos y carácter obsceno de sus personajes despertó el deseo de abordar el reto de hacer una puesta en escena a partir de algunos de sus textos».
A propósito de las críticas adversas de los mencionados (aunque no nombrados) periodistas locales, la Universidad ni el programa de Arte dramático han querido pronunciarse, pero uno de sus estudiantes aventajados y partícipe de la obra analiza que «lo peor es que (los periodistas y nadie) no la han visto, porque no ha sido estrenada, ni saben de qué se trata ni a qué intención responde en su contenido. Entiendo que una de las primeras reglas del periodismo debe ser no hablar de lo que no se conoce, ni criticar algo que no se ha visto ni el propio periodista ha confirmado. Si así es como ellos hacen las noticias, en manos de quiénes estamos para sentirnos bien informados».
Es posible que dichos colegas periodistas que sí han disfrutado en el extranjero de pinturas, esculturas, conciertos, obras de teatro en los que la desnudez es protagonista en escena, como las tantas Venus que hay del Renacimiento, hayan olvidado ese éxtasis que provoca el arte, además del latido emocionante de la evocación sensual. O quizás no lo han olvidado, pero recuerdan solos, a escondidas, ese orgasmo que llevan por dentro desde entonces.
Así, de boca para afuera, ciertos medios son defensores a ultranza del pudor. Como los religiosos que amonestan a los feligreses por usar faldas cortas, por dar besos en la calle, pero de puertas para adentro, detrás del púlpito, sabrá Dios lo que hacen. Esa procesión fogosa contenida, disfrazada, termina reventando sus cuerpos y por eso la Iglesia y tantas otras instituciones mojigatas terminan siendo víctimas de su propio invento. Terminan comiéndose entre ellos.
En efecto, dichas emisoras y medios que con el dedo de su verdad señalan a diestra y siniestra, que «si esta obra es malsana, que quien dirige ‘Alientos indecentes’ debe ser un morboso», suelen utilizar en sus programas, a las horas matutinas y sin ningún asomo de vergüenza, a los humoristas más vulgares para que hagan chistes en los que el sexo alcanza su nivel más sórdido, por supuesto bastante alejados de toda índole artística, escudándose en la «idiosincrasia Caribe».
Jalil Gibrán, el poeta sirio-libanés reconocido entre los más importantes de la historia, recordaba que los sabios no suelen imponer la moral porque de nada vale hablar mal de una fiesta cuando uno se la ha gozado por completo.
No desvistas mi amor
podrías encontrar un maniquí:
no desvistas el maniquí
podrías encontrar
mi amor.
me ha olvidado.
sombrero
y parece más
coqueta
que nunca.
y un maniquí
y muerte.
esoella no hizo
nada
fuera de lo normal.yo sólo quería
que lo hiciera.