Opinión

Nuestra codicia criolla

Por Jorge Guebely

Nada apacigua la codicia, esa sed inagotable de acumular cosas, de fundirse en las cosas acumuladas. Instrumento óptimo del capitalismo: ningún respetable capital se alcanza sin codicia, ninguna codicia quiere mermar su capital.

La codicia criolla rechaza las rupturas con la tradición gubernamental, no permite poner en peligro sus tradicionales privilegios. Prefiere las desigualdades, las hambrunas, las masacres, la corrupción, el desastre social.

Se resiste a la diversificación económica, a la producción agrícola con campesinos pobres, a la tierra convertida en minifundios, en pequeños propietarios productivos y tecnificados, paradigma de países desarrollados. Opta por latifundios improductivos, semi-explotados, alturas de una consciencia pre-moderna.

No le interesa vigorizar la economía popular, hacer de Colombia un país económicamente democrático, socialmente próspero. Prefiere la actual economía rural, tan pobre; la del capital financiero, tan especulativo; la industrial, tan menor; y la de mercado, tan ajeno.

Imita el modelo venezolano: vivir del petróleo, del mono-producto. Economía creada por la derecha y llevada al desastre por la izquierda venezolanas. Modelo económico de país subdesarrollado, apto para repartir limosnas entre pobres, riquezas entre potentados y desastres ecológicos en territorios nacionales.

Rechaza una economía amable con la Naturaleza; convivir respetuosamente con la madre tierra, los seres humanos y los demás hijos. Espíritu mundial naciente, más humano, más civilizado, capitalismo más racional. Espíritu promovido por ambientalistas, organizaciones respetables como Greenpeace y países sensatos como Noruega. La codicia no lo permite, obnubila, aliena.

Sólo importa la acumulación, los excesos de ganancias, sin importar la vida del planeta, ni las muertes por tanto apetito, ni las guerras por tanta miseria. La codicia inmuniza, insensibiliza, destruye lo humano del ser humano, lo natural de un ser natural, lo divino de un ser de origen divino.

Por temor ante un gobierno distinto, diferente al tradicional, de intenciones populares, la codicia convierte la mentira en arma de destrucción masiva, de terrorismo social. La difunde en casi todos los medios de comunicación. Dice: “se paralizaría el sector productivo si los empresarios pagan justos impuestos”, “habría discriminación si tributa más el que más tiene y más gana”, “se acabaría la exploración de petróleo aún si se ejecutan los 200 contratos firmados”. Mentiras robustas en terrenos de la ignorancia y la confusión.

La codicia criolla extraña gobiernos elitistas, los que consultan sindicatos empresariales para gobernar y multiplican sus exenciones. Los que intentan saciar su sed, sed que solo se sacia en el estallido. Lo dijo Plutarco: “La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la codicia”.

jguebelyo@gmail.com

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