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No tengo un plan

“¿Realmente parezco un hombre con un plan, Harvey? No tengo un plan. La mafia tiene planes, los policías tienen planes. ¿Sabes que soy, Harvey? Soy el perro que persigue un auto. No sabría qué hacer si alcanzara alguno. Sólo hago cosas”.

Por Darwin Plata* – Chacharero

El Guasón

El Guasón

Las frases entrecomilladas de la introducción son de la película ‘Batman: El caballero de la Noche’ y las pronuncia el célebre malo de la historia, ‘El Guasón’.

Quedé maravillado ante la belleza de esta obra magnífica de Nolan. Cada detalle, cada preparación, cada segundo, cada acción. Todo tan ordenado, tan orquestado y tan bien manipulado por alguien que de loco tenía poco. Era un genio este personaje inmaculadamente interpretado por el desaparecido Heath Ledger. Un personaje que durante el transcurso de la película, hizo parecer que nada le importaba más que lograr probar a la gente que todos éramos corruptibles en el momento de la desesperación. Fue alguien que manipulaba el caos a su gusto y que logró rebajar hasta al héroe de la ciudad, al intachable fiscal del distrito, moviéndolo por el sentimiento que vuelve débil al ser humano: el dolor.

Ese mismo sentimiento se paseó por las calles de este país (Colombia), y se manifestó de diferentes maneras: Por un lado, el dolor de millones de campesinos que han sentido que la guerrilla se ha vuelto a tomar sus tierras y a amenazarlos. Por otro lado, el dolor de los que votamos por la menos peor opción, como fue mi caso; y, por último, el dolor de millones de ciudadanos que perdieron la fe en la política y decidieron no votar. Lo representativo es que fue más del 67% del electorado.

Zuluaga, candidato; Uribe, mentor y jefe

Zuluaga, candidato; Uribe, mentor y jefe

Lo que se vio en esta primera jornada electoral por la Presidencia es el reflejo de lo que somos como sociedad: Somos más fe y esperanza que acciones y esperamos que alguien haga algo y asumimos que alguien lo hará, pero al final no pasa nada. Elevamos una plegaria, seguimos sufriendo y esperamos que venga un mesías, un redentor a salvarnos, a solucionarnos los problemas, a quitarnos todos los miedos, así eso nos cueste la libertad de pensar (creer es más cómodo, por cierto). Y para cada demanda, una buena oferta que canalice esas necesidades: El gran ganador de la jornada fue Álvaro Uribe Vélez.

Si alguien por principio de negación o simple odio ha pensado que Uribe es un hombre sin poder, está profundamente equivocado. Estamos ante un personaje amado y odiado por muchos, ante un ícono, un ídolo y a la vez un símbolo de esperanza o culpabilidad de todo lo malo que le pase al país. Lo han hecho poderoso tanto quienes le aman como quienes se consideran anti-uribistas en sus entrañas y por cada veinte palabras de odio hacia el gobierno y el sistema, una contiene su apellido o alguno de los tantos apodos que le han sido asignado.

El uribismo es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve y la negación de las ilegalidades que sí se ven. El antiuribismo es la creencia de que un corrupto mortal es el culpable de todos nuestros malos actos y una especie de manipulador que todo lo controla; algo así como una figura de la maldad en las que todos reposan sus pecados, mientras irresponsablemente siguen matando un país a punta de indiferencia. Ambos son como una religión.

El poder de Uribe ha sido exponencial y parece no detenerse. Todo parece indicar que nos estamos preparando para el regreso de uno de los íconos que por venganza comenzó su legado, y por venganza volverá a llevarse por delante a quienes le traicionaron, y en su ira Colombia haría parte de eso, después de contar con tan alta popularidad mientras gobernó. Estamos ante un hombre poderoso que, acompañado de sus curules (más las que se les unan por el mismo poder cual Ave Fénix) tendrá la voluntad de un Estado en su bolsillo, un potencial Pinochet, un potencial Chávez, un potencial dictador.

BatmanLa fórmula es sencilla: ser un agente del caos y presentarse como salvador. Con todo ese poder, podremos tener un presidente vitalicio, otro Fidel Castro, que presentará la ilusión de elecciones que él siempre ganará. Suponiendo que todos los guerrilleros mueran hoy (anhelo de algunos colombianos), ¿creen en serio que con la corrupción en el Congreso, la desigualdad social, las pésimas condiciones laborales, la extrema pobreza y la explotación de los más poderosos, se logra la paz? Si de 50 años de guerra, al menos 25 hubieran sido orientados a una mejor educación, equidad social y un sistema de justicia serio, este país fuera más rico y más seguro, sin la filosofía del plomo.

No pretendo insultar la inteligencia (como han hecho muchos), evaluar, calificar o descalificar a quienes votaron por el uribismo [prefiero llamarle así en vez de Zuluaguismo, quien solo es un gancho ciego sin carisma], porque sus razones tienen, aunque muchos contradictores no puedan o quieran comprenderlas, y por supuesto que son respetables. Además, sé porque he estudiado el tema, los ismos son movidos por la emoción más que por la razón y en vano sería explicar la inconveniencia que tendría para el país que Uribe suba al poder. Sin embargo, quisiera alertar que este no es el mismo Uribe de 2002 y que sus condiciones de poder han cambiado notoriamente.

No quiero convencer a nadie de que vote por alguien. No tengo un plan. Piense por quién quiere votar o vote en contra de lo que no quiere que gane, pero vote e invite a los suyos. Lo único que como ciudadano me preocupa es que van a pasar ocho años más de balas y no van a ser suficientes para acabar con la guerra, que es un negocio. Me da pena con mis hijos decirles que elegimos matarnos (porque quien está afuera del país tiene una visión cómoda de la guerra). Me da pena con las madres que seguirán llorando a sus hijos muertos en combate. Me da pena porque si no se empieza desde ahora a elegir una opción de construcción, pasaremos más años destruyéndonos y seguirán surgiendo insurgentes de manera ilimitada. Me da pena porque hace cuatro años no elegí a una eminencia como Antanas Mockus porque pensé que no era el momento y que primero había que terminar con la guerrilla para luego construir un nuevo país, cuando en realidad es al revés.

Y no: Ni el principal ni el único problema de este país son las Farc.

“¿Realmente parezco un hombre con un plan, Harvey? No tengo un plan. La mafia tiene planes, los policías tienen planes. ¿Sabes que soy, Harvey? Soy el perro que persigue un auto. No sabría qué hacer si alcanzara alguno. Sólo hago cosas”.

*Darwin Plata. Barranquillero. Ingeniero de Sistemas, especializado en Gerencia de Sistemas, con estudios en seguridad informática. Reside en Bogotá

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