Ni el negocio de las editoriales ni el aburrido corbatín de los actos cívicos; los poetas solo tienen su alma y el vestido de las palabras.
Por Jorge Sarmiento Figueroa
Desconfío del Día Mundial de la Poesía. Ese que debería ser hoy, 21 de mazo. La poesía es necesaria para mi realidad, es el modo de vestir sus formas; o de disfrazarlas, si me ciñe una mentira. Y es la forma de conocer adentro, donde habito en estruendosa realidad silente. Hasta ese lugar no llegan las palabras, se quedan flotando en círculos desvariados como las naves en la boca del remolino. Y también ahí está la poesía. Viva en la agonía. Callada. Consciente.
Si hay algo que vale más que una mujer, que una madre, que un padre, que el amor, que el agua, que la tierra o que la amistad, es la conciencia. ¿De qué me sirve la compañía de una mujer sino soy consciente de ella? ¿Para qué mis padres si no los reconozco? ¿Para qué la tierra, el amor y todas las cosas de cada día, si no tengo en mi alma su existencia? Entonces, ¿para qué la poesía sino la llevo adentro?
No puedo dedicarle nada menos que mi vida entera a algo que es parte de mi vida en cada instante. Festejarle un día, como la desastrosa conmemoración de las mujeres incineradas, sería unirme al alboroto de poetas innecesarios que llevan letreros en el pecho. ¿Para saciar musas, númenes? Demasiado innecesario ya soy profesando palabras que no están llenas de sangre y de silencio.
De la misma manera que no se clava el corazón de un roble para escribir en su madera que no lo corten, no se le exige nada a nadie en honor de la poesía. Quien no puede escuchar en su alma la música de la lluvia, más vale que salga sin cantimplora a caminar en el desierto.
La poesía, que ve como harapos cualquier forma de vestido, se siente insultada cuando le quiero poner flores en la oreja. Me escupe y se escapa si la quiero violar poniendo rimas en su almohada. La poesía no está hecha para ser amada, sino para ser vivida. No necesita ningún día, porque ella ya estaba en los oídos mugrosos de los mineros esclavizados que escuchaban en Chile la voz preclara del poeta. Y también estaba en los reyes que ordenaban a los aedos narrar con encanto las epopeyas. La poesía está en la alondra y en la mosca. Está en los días de fiesta y en los días de mierda. Está en cada momento. Porque «la poesía no es un género, es una conciencia»: Miguel Iriarte.