Este sacerdote es vicario cooperador de la parroquia Divino Niño Jesús, en el barrio El Parque en Soledad, un ejemplo de perseverancia para predicar: hace la eucaristía en silla de ruedas.
Escrito Por Francisco Figueroa Turcios
Es un manizalita de 72 años de edad que hace 45 años vive en Barranquilla, desde cuando se ordenó como sacerdote, por lo cual se siente un barranquillero más.
Hace 18 años sufrió un accidente que le afectó la cadera, por lo que los médicos le colocaron una prótesis para que volviera a realizar sus actividades normales.
Una mañana cuando se disponía a colocarse las medias, sin darse cuenta, hizo un esfuerzo al subir la pierna, lo cual le produjo la rotura de la prótesis que tenía. Entonces fue necesaria otra intervención quirúrgica para colocarle una nueva, y, como el mismo sacedote Mario Lujan Estrada lo indica, literalmente quedó sin cadera.
Se las tuvo que ingeniar para poder continuar con el sacerdocio. Mandó a fabricar un banco donde se sienta y da la sensación que estuviera de pie y cuando va a entregar la ostia sí recurre a la silla de ruedas. Cualquier feligrése desprevenido sólo se percata de su limitación física cuando utiliza el adminículo de locomoción.
Hace ya casi dos años el sacerdote tomó la decisión de pedirle al Arzobispo de Barranquilla que lo nombrara de vicario cooperador. “Por mi edad y mi enfermedad, decidí solicitarle al Arzobispo Jairo Jaramillo, quedar sin la responsabilidad de dirigir una parroquia. Le dije que podía continuar mis servicios sacerdotales como vicario cooperador».
Fue nombrado el 15 de diciembre de 2012 en la parroquia Divino Niño Jesús. Ha tenido todo el apoyo del párroco Dagoberto Rhena, así que diariamente oficia una eucaristía y colabora en las otras actividades de la parroquia, como confesar y atender a la comunidad, «que sin duda es uno de mis fuertes».
El sacerdote Mario Luján es como esos grandes toreros que quieren morir en el ruedo; él confiesa que “hasta cuando Dios me fuerza estaré a su servicio”.
Es un sacerdote carismático y fácilmente en cada comunidad hace amigos y aquí en el sector del barrio El Parque, en Soledad, no podía ser la excepción.
Sin duda, es un hombre de un carácter fuerte, su tono de voz es agudo, pero una vez se le conoce de cerca, se descubre que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Los feligreses lo aprecian y lo tiene como un gran referente de la iglesia Católica.
Una pena que lo atormenta
En julio de 1974 el entonces Arzobispo de Barranquilla , Monseñor Germán Villa Gaviria, lo nombró como el primer párroco de la parroquia San Judas Tadeo, ubicada en el barrio Siape. La curia allí construyó dos edificios: uno para la parroquia y el otro para poner a funcionar el colegio .
El sacerdote Mario Luján Estrada, con el ímpetu de su juventud y con su carisma, puso en marcha esta dos misiones.
Le tocó, como el buen pastor, salir a buscar las ovejas para hacer su propio rebaño. No solo se conformó con visitar puerta a puerta a los habitantes de Siape, sino que convocó también a los moradores de La Floresta y San Salvador. El éxito fué total. Había lleno total en cada eucaristía.
La segunda misión era más compleja, porque no era su fuerte, ya que no tenía experiencia en el campo educativo; pero se asesoró del rector del colegio arquidiosesano Enrique Nissen, Marcos Munzón, quien fué determinante para implementar todos los procedimientos para lograr el registro del Ministerio de Educación.
«Hice contacto con una empresa alemana Hiserneon, obviamente con el visto bueno del Arzobispo, y logré que me regalaran la dotación para el colegio y lo puse a funcionar. Comenzamos primaria con 40 estudiantes y paulatinamente fue surgiendo secundaria a medida que los estudiantes iban avanzando en sus estudios, hasta lograr la meta de tener primaria y secundaria simultáneamente. Recuerdo que en los inicios solo había dos profesores. Uno de ellos tenía dos cursos ( 1 y 2 ) y el otro dos (3 y 4). Después me llegó, como enviada del cielo, una religiosa que tomó el quinto. Yo cumplía las labores de rector, daba clases de catecismo y las labores sacerdotales. Había que reducir gastos de funcionamiento para poder cumplir la misión con que fue creada esta institución educativa: servirle a la comunidad dentro de la responsabilidad social que debe tener la iglesia Católica, pese a que era un colegio de carácter privado, pero con unos costos, tanto de matrícula como de pensión, accesibles a la comunidad, que era de escasos recursos. Yo estuve en San Judas Tadeo siete años y medio: llegué en julio de 1974 y estuve hasta enero de 1982».
Al sacerdote Mario lo remplazó en el año 1982 Jesús Serna, quien recibió el colegio con 450 estudiantes, y en una decisión que todavía el sacerdote Luján Estrada no entiende, se cambió la política educativa de esa institución en un abrir y cerra de ojos:
1) Nombrar una rectora para que dirigiera los destinos del colegio.
2) Incrementar el costo de las matrículas y pensión.
3) Contratar profesores con elevados salarios.
“Estas tres determinaciones produjeron el éxodo de estudiantes ante la imposibilidad de pagar los altos costos educativos, es decir que, en su momento al Arzobispo Rubén Salazar le interesaba más la parte económica que la parte de responsabilidad social que se generaba en ese sector deprimido de Barranquilla. Tiraron a la calle a 450 jóvenes que veían que su futuro y su aspiración de ser mejor a través del estudio y para ser útil a la sociedad, se frustraban. Y, lo peor, quedaban a la orden del dia para ingresar a las pandillas, al mundo de la delincuencia o a las drogas», relata el sacerdote.
Para él, se logró la meta absurda que mentes mezquinas querían: «el colegio San Judas Tadeo tuvo que cerrar las puertas ante la carencia de estudiantes y el Arzobispo de turno ordenó vender ese edificio, donde hoy funciona una fabrica. Construcción que se hizo casi encima de la parroquia y, desde lejos, parece que la iglesia hiciera parte de la fábrica”, relata con tristeza en el alma el sacerdote Mario Luján Estrada.
Su gran fortaleza le evitó que salieran lágrimas de dolor, pero su corazón está herido. Su obra fue destruida. «Yo no me apego a las cosas materiales, cumplo la misión que ponen y la hago bien. No pude hacer nada para evitar el cierre del colegio San Judas Tadeo. Siento un gran dolor, no por mí, sino por ese puñado de jóvenes que se quedaron sin poder estudiar porque no tenían los recursos para hacerlo. Es por ellos que me duele el corazón», reflexiona.
Lleva 45 años en Barranquilla y como dice la canción del joe Arroyo, “en Barranquilla me quedo”.
«Todo lo tengo aquí en Barranquilla, mis amigos que he consechado durante 45 años.Tuve dos hermanas. María, ya falleció, y Olga Lucia, quien vive en Bogotá. He decidio morir en Barranquilla, que me lo ha dado todo”, concluye el sacerdote.











