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La gente valiente que sigue con la expectativa frustrada de Silvestre Dangond

Oñate, Poncho y Diomedes se valieron de la difusión para llevar el vallenato a otras geografías. Silvestre Dangond se está valiendo del vallenato para hacer su industria. Esa es la innovación que propone el cantante guajiro.

Por Orlando Molina Estrada

‘Gente valiente’, lo nuevo de Silvestre Dangónd… Se necesita ser verdaderamente valiente para escuchar el trabajo completo que carece de todo concepto musical definido. Bachata, pop y un estilo champetuo en la percusión… una mezcolanza que promete muchos conciertos, millones de visitas en redes sociales, la venia desinhibida de empresarios  y un folclor terriblemente humillado.

Ni los propios silvestristas están conformes con el nuevo disco compacto que ha salido al mercado negro tres días antes de su lanzamiento oficial. Pero a pesar de que las expectativas han sido frustradas, que fanáticos desilusionados han revertido fachadas en vallas, panorámicas de carros y camisetas  en las que se exponía la imagen promocional del suceso, Silvestre se ha mostrado sereno, con una cautela sospechosa frente a las cámaras, recalcando que ha madurado, que quiere ganar otros mercados y que el género ha evolucionado.

Sinceramente no ha creado nada diferente de lo que hizo Carlos Vives, Fonseca, Adriana Lucía o Luis Fonsi, no obstante ha dicho en la rueda de prensa, oficiada en su mayoría por periodistas cachacos, que esa es su nueva propuesta musical.

Quiere traspasar fronteras, que el vallenato se escuche lejos, que en Argentina, a través de su canción Alucinaciones sepan quién es Diomedes Díaz, lanzándose así a la suerte de los tentadores aciertos comerciales y quién sabe si en alguna parte de la Patagonia algún día lleguen a decir: “Quién es ese cantante que nombra a Diomedes Díaz”. Su ego elevado está explorando al infinito la melosidad y el esnobismo exponiendo una teoría del arte cambiante y usurpadora, donde el pop, la bachata y lo tecno se incrusten en el gran mercado como vallenato. A Carlitos vives le ha ido muy bien y hasta le hemos perdonado La estafa, nada extraña que Silvestre haya sentido las mismas pretensiones, pero ambiguas, esas mismas que perdieron el rumbo de Ícaro cunado el sol empezó a consumar su fracaso.

En realidad todos sabemos que está rayando en la superficialidad, que no hará nada distinto ni digno de nombrarse, como el caso de Alejo, Poncho, Diomedes o Villazón. Pero eso no va a evitar ganarse sus milloncitos, tener su avión privado, crear luego una fundación para aspirar a un Nobel de paz, cantar en el parlamento inglés y hasta cambiar de acento, como ya empieza a notarse. Sus seguidores andan divididos, por un lado los ortodoxos, que les sobra emoción, pero carecen de juicio; y por el otro lado están los silves-tristes que sienten que el legado que han apoyado a punta de “payola” en las emisoras está defraudado. El artista ha ganado su libertad, se auto-proclama el nuevo mesías de la industria criolla y lo más indignante está en decir que canta vallenato.

No es la primera vez que esto ocurre, al caso pionero de Vives, se suma el de Adriana Lucia que en sus inicios incursionó su música con estampa de vallenato, aprovechando así el prestigio que el género imprime desde lo poético y cultural, pero debe entenderse que no todo debe llamarse vallenato, pues hay una categoría más amplia que es la música de acordeón donde también hay que incluir el crossover de Dangond. Ese mismo prestigio, en un sentido digno de emular se había presentado tiempo atrás cuando Juan Piña, Daniel Santos y Leo Dan vivieron la experiencia vallenata.

Con la Nueva Ola hubo un alivio. Si bien es cierto que perdió sentido poético la letra y la melodía, la instrumentalización, aunque estridente fue preferible al consolidado estilo llorón de Los inquietos, Gigantes, Chiches, Diablitos y Binomio de oro: los grupos dominantes del momento. Y paradójicamente fue el mismo Silvestre quien reivindicó al movimiento con el álbum El original en el 2008 hasta desvanecer aquellas intensiones en su actual propuesta que resulta anacrónica y cínica por el discurso leguleyo con el que la defiende.

Experimentación fallida se respira en los temas de Gente valiente, un romanticismo cansado, cursi, sin ninguna ocurrencia, sólo asimilable para escolares y citadinos de alcoba que escriben  en su cuaderno de notas pensamientos pueriles acompañados de esquelas con Garfield, Piolín o un Pitufo enamorado. Así se imagina uno el ambiente que rodea las canciones de Silvestre. Él, en un tono pausado y reconciliador ha hablado de amor, tranquilidad, la música de los multiusos emocionales para el hombre activo y proactivo que va a su trabajo en busca del éxito, teniendo clara está, como banda sonora el mensaje redentor de sus canciones.

Como preámbulo del contexto en el que se desenvuelve Gente valiente, Iván Ovalle y Omar Geles protagonizaron una contienda sobre el curso que experimenta el vallenato con las nuevas voces que lo representan. El autor de Caminitos del valle ha hecho un llamado al rescate de lo tradicional y cuestionado el influjo que las nuevas generaciones imprimen a su modo de cantar. Geles y principalmente “Las” Kvras (Su nombre lo dice) han salido en respuesta a lo manifestado por Ovalle de forma indecorosa, con brincos y efervescencias sicodélicas. Pero aquellos que saben discernir plenamente en lo coherente, fácilmente entienden la preocupación por la que atraviesa el género, que ha pasado muda para las autoridades consagradas al oficio  de defender lo bueno.   Por ahora, sólo se espera presenciar cómo el emporio industrial de Silvestre sella lo poco que queda del folclore de la tierra de Francisco El hombre.

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