Por Jorge Guebely
Inmenso el arte, profundidad humana, puente con la armonía del Universo. Tritura realidades aparentes, nocivas para la consciencia. Lo pensaba Saul Bellow: “Solo el arte penetra lo que el orgullo, la pasión, la inteligencia y la costumbre erigen por todas partes: las realidades aparentes de este mundo”.
Vive en el Universo para que los artistas canten su belleza, nos recuerden nuestro origen sagrado. Lo dijo el pintor francés, Balthus: “El arte consiste en celebrar, cantar y llevar a cabo la belleza”.
Existe para incomodar a los cómodos, restituirlos de la zona de confort, obra de la ignorancia esencial. Recuperarle la patria perdida, lo afirmó Miguel Ángel, pintor de la Sixtina: “La auténtica obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina”.
Pero el poder le mancilló su grandeza, lo rebajó al estatus de florero. Danzas para complacer al político, al carente de sensibilidad artística, al de emocionalidad patriótica. Declamaciones para halagar al ministro, al interesado en la maquinaria del gobierno, al de sensibilidad chovinista. Quedó como alimento divino para las piedras del desierto.
Imposible un Cervantes leyendo pasajes del Quijote al rey Felipe III en velada de sus cumpleaños. Pobre rey, atormentado por la decadencia final del imperio español, carecía de sensibilidad artística para asimilar la sabiduría del Caballero Andante: “Huyo de la vida regalada, de la ambición y de la hipocresía…”.
Jamás Shakespeare, si hubiese vivido los tiempos de Enrique VIII, habría ido a palacio para conmemorar uno de sus matrimonios, leyendo pasajes de Romeo y Julieta, si el monarca asesinaba a sus esposas. Ninguna sensibilidad estética en la consciencia de un asesino.
Nunca Orwell a los pies de Stalin, compartiendo pasajes de su novela 1984, para conmemorarle su victoria en Crimea; si él, gran autócrata, era un detestable “Gran Hermano”.
No, el arte no lisonjea a ningún poder. Lo combate, es su enemigo. Incluso, el criollo. ¿Cómo María Fernanda Cabal podría disfrutar “Cien años de Soledad”, si deseó el infierno para Gabo al momento de su muerte? Cualquier ideología asesina sensibilidades.
Ojalá, entre tantos discursos políticos, alabanzas desbordadas a “La Vorágine”, encomios desmesurados a Rivera, no asesinemos su literariedad, su grandeza estética, su voz humana, puente hacia lo sagrado: “Tú eres – selva – la catedral de la pesadumbre, donde dioses desconocidos hablan a media voz, en el idioma de los murmullos…”.
Lo sabemos: palabras intrigantes construyen las pequeñeces del poder; palabras sagradas, la grandeza del arte: “Sentir lo invisible y ser capaz de recrearlo, eso es arte”. afirmaba Hofmann, el pintor. Un sol natural –afirmo yo- nunca gira alrededor de un satélite artificial.