Un arquitecto y un periodista comparten desde sus ópticas lo que este genio hizo en Barcelona hace dos siglos.
Al cumplirse los 161 años del nacimiento del hombre que dejó una huella imborrable en Barcelona para orgullo de España y el mundo amante de lo bello, se revive un pequeño trazo de su interesante obra.
Por Harold Joel Delgado Hernández*
Antoni Gaudí i Cornet (Reus o Riudoms, 25 de junio de 1852 – Barcelona, 10 de junio de 1926) fue un arquitecto español, máximo representante del modernismo catalán.
Gaudí fue un arquitecto con un sentido innato de la geometría y el volumen, así como una gran capacidad imaginativa que le permitía proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos. De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que tenían que hacer.
La arquitectura de Gaudí está marcada por un fuerte sello personal, caracterizado por la búsqueda de nuevas soluciones estructurales, que logró después de toda una vida dedicada al análisis de la estructura óptima del edificio, integrado en su entorno y siendo una síntesis de todas las artes y oficios. Mediante el estudio y la práctica de nuevas y originales soluciones, la obra de Gaudí culminará en un estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, pero sin perder la experiencia aportada por estilos anteriores, generando una obra arquitectónica que es una simbiosis perfecta de la tradición y la innovación.
Asimismo, toda su obra está marcada por las que fueron sus cuatro grandes pasiones en la vida: la arquitectura, la naturaleza, la religión y el amor a Cataluña. La obra de Gaudí ha alcanzado con el transcurso del tiempo una amplia difusión internacional, siendo innumerables los estudios dedicados a su forma de entender la arquitectura. Hoy día es admirado tanto por profesionales como por el público en general: la Sagrada Familia es actualmente uno de los monumentos más visitados de España. Entre 1984 y 2005 siete de sus obras han sido consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
*Arquitecto Barranquilla residente en Barcelona
Por Gaudí se puede amar a Barcelona
Jorge Mario Sarmiento Figueroa*
Con mi madre conocí fugazmente a Barcelona. Bastó un par de días para que quedáramos prendados de ella, gracias a que pudimos admirar la obra de ciudad que hizo el gran arquitecto Antoni Gaudí.
Sobre este catalán tenía muy pocas referencias, salvo las clases de arte que había dado en la universidad. Pero no las necesité, porque su obra es relevante a los ojos de quien la admira, sea experto, aprendiz o un apacible ignorante de la arquitectura.
Entramos a «La Pedrera» o ‘Casa Milà’, construida entre 1906 y 1910, un sábado de turismo, con la ciudad a reventar. Recordemos que Barcelona es una de las urbes más visitadas de Europa. De la entrada se pasa a un patio sobre el cual se eleva una monumental estructura. A partir de allí, las columnas, las paredes, las habitaciones, los balcones y todo en la casa habla de la creación imaginativa de un hombre que fue capaz de expresar el espacio como si fuera una propiedad del ser humano en el mundo, y no al revés.
Hay dos detalles que quiero compartir de esa casa, situados en el aspecto de la ornamentación. Uno es el picaporte de las puertas, en forma de rama delgada de árbol. El otro es las sillas de las habitaciones, con la forma curva de las nalgas. Ambos elementos son un molde perfecto, de diseño esmerado para imitar la naturaleza, o para crear a partir de ella. Tener ese picaporte en la mano o sentarse en esa silla es como si agarráramos al árbol mismo o estuviéramos en un río de aguas transparentes, bajo una sombra y con el trasero en una suave piedra.
Reto a quien llegue a las chimeneas de esa casa y no sienta que está llegando al cielo mismo de la arquitectura, a que me muestre otra azotea como esta.
Gaudí construyó «La Pedrera» en honor a su gran mecenas Pere Milà i Camps. Este mismo empresario le apadrinó varias de las locuras revolucionarias de su genio. Como el parque Güell, en donde tuve honor de tomar la siesta del mediodía que solemos darnos en el Caribe colombiano. Y posar como todo turista en la iguana gigante.
Sólo pude ver por fuera la iglesia La Sagrada Familia, pero también quedó en mi retina esa estampa.
Esta es la memoria fragmentada y al mismo tiempo global, con la que mi madre y yo guardamos en nuestro corazón a la Barcelona que conocimos del maestro arquitecto Antonio Gaudí, fallecido un día de junio de 1926.
*Periodista, Editor general de Lachachara.co.