El cartagenero de 24 años es ya uno de los concertistas más importantes del país. Hace dos décadas tenía fama mundial en los timbales. Crónica de cómo soltó las baquetas y se fue a volar con las blancas y negras del piano.
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor general
Los corceles que salían del mar Caribe en tropel, desbocados cada vez que Christian Del Real tocaba sus timbales, se han convertido en un hipnótico vuelo de alcatraces. Tenía cuatro años de edad cuando usó su fuerza salvaje para poner a galopar a los caballos, a que bailaran por el mundo al lado del inolvidable Tito Puente y de la mano de su padre, el consumado pianista salsero «El nene» Del Real.
Un día simplemente se elevaron. Los caballos ganaron alas y se volvieron aves del mar. Sucedió cuando el joven cartagenero a los 17 años soltó las baquetas y posó sus manos en el piano definitivo. En las aves blancas y negras. «Me gustaba ver a la gente bailar cuando tocaba los timbales. Era un amor bailarín. Ahora mi sentimiento lo dedico a escuchar el vuelo del piano, y que la gente lo escuche conmigo».
Está en el camerino del Amira de la Rosa. Viste un impecable traje negro de gala. Reposa junto a su familia y admiradores que vienen a saludarlo, a felicitarlo. Acaba de dar un concierto de lujo por invitación de la Corporación Luis Carlos Nieto Arteta, Clena, por sus siglas, para celebrar los 20 años de la institución.

De derecha a izquierda: Christian Del Real, el periodista Rafael Sarmiento Coley (director de Lachachara.co), Miguel Iriarte (director de la Biblioteca Piloto del Caribe), Kelly Pozo y la periodista Allison Guerrero.
«Hemos acertado», dice con emoción Miguel Iriarte, director de la Bibliobeta Piloto del Caribe, que hace parte de la Clena. Iriarte fue el responsable de gestionar el concierto del pianista. «¿Christian Del Real toca el piano?», preguntó cuando se lo recomendaron para esta celebración. «Y es uno de los mejores de Colombia», le respondió un experto en la música, Jorge Marín Vieco, que ostenta la franquicia exclusiva de los pianos Steinway para el país.
Iriarte empezó desde aquel momento a seguir la pista de sus estudios, de sus conciertos, de sus premios. Y descubrió, como nos pasa a casi todos los que lo habíamos visto hace 20 años con las baquetas en mano, que aquel niño timbalero es hoy un pianista excelso, de los más promisorios de su generación. Se graduó Summa Cum Laude en la Universidad Corpas de Bogotá; en la capital ganó el Festival internacional de piano en 2013, y un año antes había obtenido el primer premio en el concurso nacional de piano UIS de Bucaramanga, «máximo galardón otorgado a pianistas jóvenes colombianos». Se ha presentado en Francia, España, Italia. Los entendidos lo consideran como uno de los más aventajados intérpretes del profundo Frederich Chopin.
El 26 de agosto de 2014, doscientos años después de Chopin, un cartagenero ha dado un concierto con su repertorio que hipnotizó al público. Del Real mide 1,63 metros. Su sonrisa de teclado abierto es más grande que su cuerpo. Esta noche en el escenario su estatura musical ha sido la de un gigante. Hace los mismos gestos bucales de un timbalero que da orden a su ejecución. Como aprendió a hacerlo de niño. Como vio que Tito Puente lo hacía.
«¡Mira cómo agita su mano abierta!, es para pedirle al piano que le responda, que alargue su nota», invita Iriarte a ver otro de sus gestos. Agita su mano como un eterno enamorado. En su nuevo instrumento Del Real reconoce que los gestos son una búsqueda llena de contrastes, de sumisión y de altivez, una persecución amorosa y un encuentro del sentimiento que ahora la música le brinda. «El público lo siente, porqué él lo permite, deja que veamos cómo va detrás de cada nota, cómo describe sus emociones, su diálogo íntimo y natural».
Su carrera musical está en ascenso. Podría haber conquistado la salsa o cualquier otro género popular que quisiera. Ya había empezado a hacerlo desde niño. Pero tomó un destino distinto: el de los briosos caballos que un día se fueron a volar como los alcatraces. Y cuando Christian Del Real ejecuta el piano nosotros volamos con él.