«…has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».
Por: Padre Rafael Castillo
El padre Eduardo Zapata (QEPD), fue un sacerdote eudista, formado en el Seminario Regional de Barranquilla en los años 80. Profesor de Sagradas Escrituras, buen futbolista, gestor cultural y artista y de una clara opción por los pobres.
El enfoque de lo que enseñaba, la manera como acompañaba, el tiempo que nos dedicaba y la forma como celebraba, nos lo dejaron muy claro.
Un día, por allá por el año 81, en una de sus clases, el padre Eduardo nos adiestraba en el arte de desentrañar el Evangelio de san Mateo: Círculo hermenéutico, crítica textual, análisis literario, estructura del pasaje. Cuando llegamos a esos versículos en los que Jesús exclama: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11, 25), el padre Eduardo guardó silencio, y después nos dijo: “No olviden nunca estas palabras. Todo lo demás pueden olvidarlo”. Ha sido mi mayor lección de Sagradas Escrituras.
Pasar por Mandela, Montes de María y el Canal del Dique escuchando a los desplazados y víctimas entendiendo a nuestros campesinos y aprendiendo de los pescadores, me ha dejado claro que es así. Cuando he tenido la impresión de estar junto a una persona cercana a Dios, ha sido alguien de corazón sencillo. A veces, una persona sin grandes conocimientos, otras veces alguien muy preparado, pero siempre almas humildes y limpias, incapaces de engañar.
He aprendido que no basta con hablar de Dios para que se despierte la fe. Para mucha gente, ciertos conceptos religiosos están muy gastados, y aunque uno trate de sacarles toda la fuerza que tuvieron, Dios es un fósil en sus conciencias. Pero está también esa gente buena que no necesita grandes razonamientos y que desde su corazón sabe decir: “Señor, muéstrame tu rostro”.
También he visto a aquellos que sólo se mueven en el círculo de la utilidad. Abandonan a Dios porque les resulta inútil; otras le dan culto porque les sirve. Pero están también las pequeñas comunidades alimentadas por la Palabra, que viven dando gracias a Dios. Disfrutan de lo bueno de la vida, soportan con paciencia los males, saben vivir y hacer vivir alabando a Dios. Su vida es un acierto. Igualmente me he encontrado con personas que hacen mil preguntas sobre Dios sin ningún interés por encontrarse con Él. Como también están todos esos que meditan el salmo 103: «Como un padre siente ternura para con sus hijos, así siente ternura el Señor para quienes le temen. Pues él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos barro».
Creo que necesitamos encontrarnos más profundamente con nosotros mismos y buscar el silencio, para escuchar lo mejor que hay dentro de nosotros y entender nuestro alrededor. La clave de Zapata puede ayudarnos: detenernos ante las gentes sencillas y buenas.