El músico creyó que el arte y la cultura estaban en la agenda del florecimiento de Barranquilla. Afif Simán se encargó de silenciarle el sueño.
Escrito por: Francisco Figueroa Turcios.
Editor Deportes y Especiales
Miguel soñaba con emular a su padre, el maestro Pedro Biava, quien llevaba la Orquesta Filarmónica de Barranquilla a diferentes colegios públicos dando a conocer los instrumentos y sus sonidos, para que los estudiantes le tomaran amor a la música y descubrir nuevos talentos.
“Era un sueño de niño. Y a veces hasta me quedaba dormido pensando en el rostros infantiles, alegres, escuchando los acordes de los violines. Y, ¡qué tal las sorpresas que te da la vida!, como dijo Rubén Blades. El día menos pensado, ya en la madurez de mi vida, tontamente creí que el sueño se haría realidad”, dice Miguel Biava Sosa.
A raíz de que el Bureau Internacional de Capitales Culturales eligió al Distrito de Barranquilla como capital Americana de la Cultura y entusiasmado con la frase «por la voluntad decidida de hacer de la cultura un elemento estratégico de cohesión social, dinamización ciudadana y desarrollo económico», que pronunció Xavier Tudela, representante de ese organismo, en la ceremonia de entrega de esta citada mención ante la alcaldesa Elsa Noguera e invitados especiales, Miguel Biava Sosa elaboró el proyecto denominado «Una nueva cultura musical» y se lo presentó a Afif Simán, secretario de Cultura del Distrito de Barranquilla.
«A Afif Simán le pareció fabuloso el proyecto que tenía como justificación conseguir una mayor divulgación de la música universal en el formato de un quinteto de cuerdas, para que nuestra juventud, especialmente la población estudiantil de los colegios públicos, conocieran algo diferente para crecer en su cultura musical y motivarlos para la formación de futuros profesionales de este genero y al mismo tiempo mejorar la convivencia entre los jóvenes», dice Miguel.
El músico estaba entusiasmado con la viabilidad del proyecto, así que iba con frecuencia a las oficinas de la secretaria de Cultura del Distrito para informarse de cómo evolucionaba la aprobación.
Siempre le daban una voz de aliento, por lo que confiaba que sería un hecho y, entonces, a su vez motivaba al personal que trabajaría en el desarrollo de este proyecto. En síntesis, cuando se lo aprobaran él organizaría conciertos del quinteto de cuerda del Caribe para enseñarles a los estudiantes los instrumentos (violín, viola, chelo y contrabajo) y cada uno de sus sonidos; presentar charlas para promover el concepto acerca de los instrumentos de cuerdas, utilizando videos con la integración de bailarinas, títeres; y realizar otras actividades para motivar a la población educativa a tomarle cariño a la música.
Los días fueron pasando, las semanas, los meses y no había una respuesta. «Ya Afif Simán no me atendía. Un día, que ya ni siquiera recuerdo, la secretaria de él me dijo: ‘su proyecto no calificó. A su residencia llegará la explicación técnica'», dice Biava.
Todos los días le preguntaba al portero del edificio Puerto Alegre, donde él reside, si le ha llegado alguna comunicación de la Secretaría de Cultura. Nunca llegaba la carta. Corrió la suerte del Coronel de García Márquez.
«Yo saco una conclusión de todo lo que me ha pasado con este proyecto: ¡el quinteto de cuerdas no da votos!. Yo no llevé un padrino político para que apalancara el proyecto y mi ilusión de emular a mi padre de llevar a los jóvenes de escasos recursos los conocimientos de la música se vio frustrado», exclama con rabia.
La distinción de que fue objeto Barranquilla como la capital americana de la cultura solo quedó en titulares de prensa, para Miguel Biava. Miembro de una dinastía de la que los barranquilleros nos debemos sentir orgullosos porque su padre, Pedro, y su hermano, Luis (director de la sinfónica de Filadelfia, considerada entre las cinco orquestas del mundo), han brillado con luz propia en el concierto musical.