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El legado de mis padres

Hace apenas unos días, aconteció en Barranquilla algo inusitado y de lo cual no se tenía precedentes.

Por: Víctor Herrera Michel

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Víctor Herrera Michel

La noticia, que nació en la ciudad y se extendió por el país y gran parte del mundo, daba cuenta de un hombre que a la increíble edad de 106 años había fallecido hacia las 4 de la tarde del día viernes y de su esposa –de 96 años– que apenas unas 8 horas después también había dejado de existir por causas naturales.

Lo curioso del suceso, además, es que ambos se encontraban en habitaciones contiguas de una clínica de la ciudad a donde habían sido llevados haría unos 15 días por algunos quebrantos de salud y luego de 72 años de haber vivido juntos de manera ininterrumpida. Como muy pocas veces, ahora no se cumplía aquello que el sacerdote les había dicho a ellos en el altar, al igual que a todos los que se casan por el rito católico: “Hasta que la muerte los separe”.

Ellos entraban a la eternidad prácticamente de la mano después de haber dejado una estela de hijos y nietos en la Tierra. Eran mis padres: Victor Herrera de la Espriella, docente, locutor y periodista; y Ángela Iranzo Salas, una ejemplar ama de casa que me crió gran parte de mi vida.

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Joao y Víctor Herrera acompañando a su padre en su última morada.

Debo confesar ahora, sin sonrojarme, que mis padres poseían una inmensa fortuna cuyos activos hemos estado derrochando en vida y a manos llenas todos sus hijos y sus familias ¡¡durante los últimos 30 ó 40 años…!! Y, lo que es aún mejor, ahora que ellos se han ido a una vida más placentera, estamos en disposición y ánimo de seguirla derrochando por el resto de nuestras existencias, lo cual queremos que sea copiado por nuestras respectivas descendencias.

Los dos principales activos de esta enorme riqueza han sido claramente definidos: El primero de ellos es el ejercicio efectivo del amor, hasta el mismo momento final. Y quizás, ahora después de lo acontecido, hasta después del momento final. El segundo tiene que ver con la obligación moral de “…Siempre hacer lo correcto…”, aun en contra de lo que piense o diga mucha gente o, incluso, aun en contra de lo que a nosotros nos parezca.

Por lo demás, hay una anécdota que ilustra sobre algunos otros activos, no menos importantes, de este considerable patrimonio y que me gustaría relatarles. Hacia finales de los años 70 del siglo pasado mi padre, diariamente, y luego de un recorrido en bus de media hora, me llevaba de la mano al “Radio-periódico Informando” al que llegábamos a las 6 de la mañana en punto (la puntualidad, ese otro gran legado) con el fin de entregar personalmente las famosas ”Efemérides” (que condensaban ese otro valor del cariño por la ciudad, por su historia, por sus personajes, por sus lugares y por su tradición y que eran elaboradas con el máximo rigor y trabajo por aquello del respeto por los oyentes) a don Marcos Pérez Caicedo, ese monstruo de la radio de todos los tiempos, que las recibía en su cabina de cristal y después de saludarlo empezaba a leerlas con esa dicción impecable y ese tono metálico único y arrollador. (Desde entonces mi inclinación por los medios). Luego, al final, don Marcos leía “El proverbio de Hoy”, sin sospechar que esos dichos, salidos de una condición casi obsesiva por la lectura, eran la materia prima de la labor sabia y pedagógica que él desarrolló de manera ejemplar y sistemática durante toda su larga existencia hacía sus estudiantes de diversos órdenes y, por supuesto, diariamente hacia todos nosotros. ¡¡Qué gran honor y que privilegio haber sido su hijo. Dios los guarde..!!

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