En pleno frenesí de la Batalla de Flores, muchos carnavaleros fueron sorprendidos por un cariñoso y cercano Papa Francisco que vino especialmente a darles su «bendición».
Por Jorge Sarmiento Figueroa – Editor general
El 13 de marzo de 2013 salió el humo blanco de la Capilla Sixtina. Un nuevo Papa había sido elegido y la noticia siguiente era que, por primera vez en la prolongada e intrincada historia de la Iglesia Católica, un Cardenal latinoamericano llevaría el solio de Cristo en la Tierra.
Pronto el mundo supo que el nuevo Papa era más de carne y hueso que los anteriores, que le gustaba el fútbol y repudiaba las ostentaciones de una Iglesia cada vez más escandalizada y apartada con sus lujos de los sentires de una inmensa comunidad de feligreses a su vez más pobres y excluidos. Había llegado un verdadero pastor de su grey, muy humano y con gustos tan comunes a los otros seres humanos como el balompié o andar en cicla.
Por esa sencillez, por su cercanía con la gente, más de un incauto de los que fueron a disfrutar la reciente Batalla de Flores en el Carnaval de Barranquilla creyó haber visto al mismísimo Papa Francisco desfilando en la vía 40 y no perdieron ocasión de tomarse una foto al lado del Sumo Pontífice.
«Desde 1986 un Papa no nos visitaba y este lo hizo en Carnaval, ¡qué bendición!», gritaba una señora católica y carnavalera que estaba a punto de volarse la baranda de seguridad del desfile, porque recordó que en aquella ocasión de la Plaza de la Paz estuvo muy lejos entre la multitud para ver al Papa Juan Pablo II y no quería quedarse esta vez con esa ‘espinita’. ¡Tener al Papa tan cerca era una verdadera provocación para ella!
Lo que no sabían es que Jorge Mario Bergoglio, el que era hasta hace un año Cardenal, en realidad no estaba allí con ellos, sino un doble criollo, uno de esos mamagallistas empedernidos que desde siempre ha parido la Arenosa.
El boom fue Mario Tarud
El Papa Francisco de la Batalla de Flores era un disfraz encarnado por Mario Tarud. Este abogado y politólogo es la estampa del barranquillero neto que se goza todo lo auténtico del ser Caribe. Anda siempre relajado y sonriente, gusta de caminar las tardes bajo la brisa de los matarratones, come ‘raspao’ con su hijo Mario jr., y siempre anda equipado, como buen periodista e historiador innato, con una libretica de apuntes que él bautizó como la «atrapa ideas». (No se adapta, ni de vainas, a los teléfonos inteligentes que traen agenda de anotaciones). En una de sus ‘Atrapa ideas’ Mario y su mejor amigo el «Pato» Zambrano escribieron algunas de las ideas que luego pasaron a manos de Diego Marín Contreras, autor del decreto carnavalero de Daniela Cepeda Tarud, reina del Carnaval de Barranquilla 2013.
Es el menor de ocho hermanos de descendencia árabe. Cada uno de ellos, con su estilo y personalidad, se ha granjeado un sello en la ciudad que ve en los Tarud a una familia muy unida, próspera y líder.
«Desde 1991 me gozo el Carnaval de Barranquilla. Al principio salí con un combo disfrazao’ de cualquier vaina, ya ni me acuerdo. Pero poco a poco le fui metiendo seriedad y creatividad a la vaina», relata Mario, quien confiesa que los primeros disfraces que creó «no pegaron, la gente no me paró bolas». Como el de ‘Bob Mario’, en honor a Bob Marley, una ‘huesera’.
El ‘boom’ que causó ahora Mario con su disfraz del Papa Francisco fue impresionante. La gente se agolpaba, se tiraba de los palcos para abrazarlo, tomarse fotos con él, cargaban a sus hijos y le ponían sus cabezas para que los bendijera. La locura colectiva inundó hasta a los soldados, que dejaron el protocolo y posaron para la posteridad con el Papa más criollo de todos. Cuando iban pasando por la cárcel Modelo, los presos le gritaban al Sumo Pontífice que se saliera del desfile y los visitara como lo había hecho en otras cárceles del mundo. Pero el Papa no pudo hacerlo por la rigidez de la organización, cada vez más parecida a la Santa Inquisición.
«Una semana después que eligieron a Francisco, una amiga me llamó y me dijo: ‘Mario, el nuevo Papa es igualito a ti, te estoy llamando a ver si fue que te metiste a la religión y de una saltaste al Vaticano o es que eres idéntico nada más’. Entonces se me vino a la mente la vaina y la anoté en el ‘Atrapa ideas’ para disfrazarme este año», cuenta Mario Tarud, cuya diferencia notoria, la que lo delata cuando camina por las calles barranquilleras, es que de una mano va con su esposa, Candelaria, y de la otra con su hijo Mario.
Ninguno sabía el boom que causaría el cuento del disfraz del Papa Francisco, tan grande fue que hasta los demás disfraces le rindieron pleitesía. Imagínense a Hitler y a Chávez agachando la cabeza de humildad ante él.
«Cuidado te va a pasar como el Drácula y te terminas creyendo cura para toda la vida», le advierte su esposa en son de juego, con una pizca de seriedad. El caso del disfraz de Drácula fue muy lamentable, porque el el personaje se creyó el cuento y hasta dormía en un sarcófago, lo que inspiró un libreto y una película del difunto Ernesto McCausland.
Más disfraces macondianos
En el Carnaval de Barranquilla son muchas las historias de disfraces legendarios, como lo hemos relatado y cubierto ya en Lachachara.co. Allí están para la posteridad el Chávez colombiano, Barack Obama, Osama Bin Laden, el Drácula que se creyó real, entre muchos otros.
Desde la leyenda precolombina de El Dorado, en la que una ciudad enteramente de oro esperaba a los conquistadores europeos (hasta Voltaire, escritor y filósofo padre de la revolución francesa escribió sobre ella en su obra Cándido), y luego los personajes del Macondo de Gabo, vienen surgiendo día tras día nuevas razones que confirman a Colombia como el país del realismo mágico.
Y si Colombia es ese país de la magia, Barranquilla es su capital. Basta con recordar a la «Barriga e’ trapo», el disfraz carnavalero inspirado en la historia real de una muchacha de muy escasos recursos que en el año 1996, ante la inminente pérdida de su novio, fingió haber quedado preñada de él, con tan mala suerte que no midió el tamaño de la barriga que se iba acrecentando cada día a punta de trapos. Llegó un punto en que los médicos, sin siquiera haberla desnudado para chequearla, diagnosticaron que esa mujer pariría nueve hijos. ¡Nueve! Y los medios, la comunidad, los políticos, todos corrieron a hacer campaña para apoyar a la pobre madre que daría a luz a semejante camada de niños.
Iba a ser la primera vez en la historia en que un ser humano tendría que parir nueve criaturas. El hombre de esa muchacha sintió la enorme presión y se mantuvo en el amor que días antes se disponía a abandonar. En la foto de periódico de entonces se ve a la pareja de enamorados detrás de una barriga de casi un metro de diámetro. Hasta que nueve meses después la mentira no pudo sostenerse más y la barriga se desinfló con todos los «trapitos al aire».
Otra historia de esas mágicas le ocurrió a Ernesto McCausland Sojo, el maestro que en paz descanse, quien en el periodismo es uno de los herederos de la narrativa pintoresca del Nobel Gabriel García Márquez. Resulta que el entonces Editor del diario El Heraldo recibió un día la llamada oportuna de un amigo empresario contándole que en un restaurante de Medellín estaba sentado, a escasas mesas de la suya, el mismísimo Bill Gates, propietario de Microsoft, el hombre más rico del mundo y una de las mentes más influyentes de la actualidad por su liderazgo en la tecnología de las comunicaciones. Ernesto, con su olfato para cazar «chivas», de una le ordenó al amigo que se acercara por encima de escoltas y le tomara la foto, que con esa prueba de oro la «sacaban del estadio». Aunque el empresario no vio escoltas ni asesores ni ayudantes alrededor de Bill Gates, se convenció de que el tipo sí era el hombre de Sillicon Valley porque al saludarlo: – Ey Bill, how are you? may i take you a picture? (en español: ey Bill, ¿cómo estás? ¿te puedo tomar una foto?) -, el supuesto Bill Gates le respondió: – Of course! Lets do it! (claro que sí, enseguida) -. Al día siguiente salió en primera página de El Heraldo la foto que cualquier periódico del mundo quisiera tener: Bill Gates posando para los lectores.
Pero también, como la «barriga e’ trapo», pronto la mentira cayó como un balde de agua fría sobre todos, especialmente de nuestro querido colega y amigo Ernesto, quien tuvo que salir a pedir disculpas en la posterior edición, no sin antes seguramente «mentarle la madre» al amigo que le hizo caer en las trampas de nuestro realismo mágico.
Después dicen que Macondo es una ficción de Gabo. ¡Esto es Mancodo! Barranquilla es Macondo, como segunda cuna de Gabo. Claro, Aracataca, la zona bananera y cada una de las mentes creativas y pintorescas, como el «atrapaideas» Mario Tarud, forman parte vital de ese Mancodo.