Los traficantes de niños están al acecho en las calles de nuestras ciudades. Sus víctimas, por ejemplo, caminan entre los semáforos limpiando parabrisas. El cine, con filmes como “Sound of Freedom”, retrata esa realidad.

Por Alejandro Rosales Mantilla

En esa esquina del norte de Barranquilla una niña indígena pedía limosna. Eran casi las 2 de la tarde. Vestía una blusa gris que en el centro tenía estampada la ‘S’ de Superman. También llevaba puesta una faldita que alguna vez fue blanca. Caminaba descalza.

Su mirada se perdía entre el pavimento y los carros que por allí pasaban. Ya no les pedía monedas, supongo que sus energías eran mínimas, que el almuerzo, igual que la cena, no llegarían a su estómago. Un vendedor de bebidas, dos metros delante de ella, no la determinaba. Dos vecinas la señalaban desde la entrada de una casa cercana. Pareciese que planeaban darle algo de comer, o, quizás, traficar con ella, venderla. Nadie cuidaba de la pequeña. Superman solo estaba presente en su blusita sucia.

Dos esquinas más adelante un joven indígena, al parecer su padre, limpiaba el panorámico de un taxi. Al preguntarle por el abandono en el que estaba la niña, solo movió los hombros y buscó otro carro. Una anciana sentada en el andén con cinco menores a su lado, entre ellos un bebé, le pidió a otro pequeño que la fuera a buscar.

El semáforo cambió de rojo a verde y el que escribe estas líneas siguió su camino. En la ciudad a la mayoría de sus habitantes les importa un pito la suerte de los niños abandonados en las esquinas.

En Tegucigalpa, capital de Honduras, un par de hermanitos fueron secuestrados por una mujer colombiana. Ambos niños, de 8 y 11 años, fueron vendidos a una red de traficantes que operaba desde Cartagena, Colombia, a menos de dos horas de Barranquilla. Los dos fueron violados por turistas pedófilos que entre 5 y 10 veces al día pagaban por llevarlos al infierno, si es que de otra manera se puede describir una violación.

Sonidos de libertad

El caso de los dos hermanitos hondureños es relatado en la película “Sound of Freedom” (Sonidos de libertad). La cinta, dirigida por Alejandro Gómez Monteverde, no es apta para acompañarla con crispetas y gaseosa. Por momentos, sus escenas retuercen la garganta. Se siente ira, dolor y mucha impotencia. Las historias que revela el filme están basadas en hechos reales, casos que en los bajos mundos de nuestras ciudades del Caribe colombiano superan lo aberrante.

Tegusigalpa, San Ysidro (California), Cartagena, Tijuana y las selvas del departamento de Nariño. En estos escenarios se desarrolla “Sound of Freedom”, pero, a decir verdad, las tragedias que revela pudiesen ocurrir en la esquina de cualquier calle del mundo, incluso de Barranquilla, Soledad, Puerto Colombia, Bogotá, Medellín o Cali.

Cadena global

Este año se realizó una operación conjunta contra la trata de personas, muchos de ellos niños y niñas, que permitió detener a 212 personas e identificar a 1.426 posibles víctimas de explotación sexual, mendicidad y realización forzada de actividades ilícitas en 44 países. En Colombia, se rescataron 27 víctimas de explotación sexual y siete sospechosos fueron detenidos.

Según el informe de la oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, “la operación Global Chain, realizada del 8 al 15 de mayo de 2023, encabezada por Austria y Rumania, y coordinada por Interpol, Europol y Frontex, se centró en dos ámbitos específicos. En primer lugar, detectar y desmantelar los grupos de delincuencia organizada involucrados en la explotación de víctimas procedentes de Sudamérica, Asia, África, los Balcanes occidentales y Ucrania. En segundo lugar, en proteger a las víctimas, confirmadas y posibles, y remitirlas a los servicios de apoyo”.

Agrega el documento que los grupos de delincuencia organizada, que en Colombia son poderosos y algunos se encuentran en negociaciones con el gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego, no hacen distinción entre grupos vulnerables al buscar a sus víctimas. “Esto hace que a menudo los niños sean víctimas de tráfico con fines de explotación sexual, laboral, mendicidad forzada, o se les obligue a cometer una serie de delitos, como el contrabando de productos ilegales” y el sicariato.

Stephen Kavanagh, director Ejecutivo de Servicios Policiales de Interpol, señaló que las operaciones como Global Chain permiten establecer los vínculos vitales necesarios para enfrentar a las redes de tráfico y demostrar que varios países están unidos contra cualquier tipo de explotación de los grupos vulnerables”.

Más rentable que el narcotráfico

Más allá de las buenas intenciones y acciones como las que lidera el señor Kavanagh, aún hace falta muchísimo para acabar con el negocio del tráfico de niños, que al año mueve más de 150 billones de dólares, según revela el filme. De hecho, afirman que esa actividad es más lucrativa que el narcotráfico.

Pero, ¿qué podemos hacer para evitar que eso siga ocurriendo en las esquinas de nuestras ciudades?, ¿cómo ayudamos a esas niñas y niños indígenas que hoy piden limosna y son presas fáciles de esas redes de traficantes?, ¿cómo nos volvemos más sensibles ante esta problemática?

“No podemos hacer nada”, me contestó un amigo que es padre de tres hijas. Argumentó que esas redes de traficantes son peligrosas, que tienen mucho poder, que para ellos trabajan funcionarios públicos corruptos y sicarios, que sin dudarlo borrarían del mapa al que se les interponga en su camino. Todo lo que dice mi amigo es verdad, pero es igualmente cierto que él, yo y muchos otros nos refugiamos en la cobardía y el facilismo de mirar a otro lado y decir: “ese no es mi problema”.

Qué hacemos

En lo personal creo que sí se puede actuar contra estas lacras que atacan a los seres más inocentes de nuestra sociedad.
Primero, estar alertas y denunciarlos ante las autoridades como la Fiscalía, Policía de menores, Icbf o Defensoría del Pueblo.
Segundo, hacerle seguimiento a esa denuncia, percatarse de que están actuando los que deben actuar.
Tercero, juntando esfuerzos para sacar a esos niños y niñas de los semáforos, de las selvas del Darién, y, brindarles entre todos, pan, educación, techo, refugio.
Cuarto, cuidando de nuestros propios hijos o familiares de esas malditas hienas que en las calles y las redes sociales acechan hambrientas. Quinto, exigiéndoles a nuestros gobernantes, como los recientemente elegidos en el Atlántico y Barranquilla, Eduardo Verano de la Rosa y Alejandro Char, que dentro de sus prioridades esté ofrecerles a esos menores la protección a la que tienen derecho.

Ojalá sus esposas, o primeras gestoras del departamento y la ciudad, lideraran estas causas, que juntaran a la empresa privada y sacaran a estos niños de los semáforos.

Por último, recomiendo ver “Sonidos de Libertad”, que ya se puede encontrar en Internet. Es un buen inicio para empezar a sensibilizarse y actuar contra la trata de niños. La película duró dos meses en cartelera y es de aplaudir el apoyo que tuvo de las empresas distribuidoras. Ojalá la vean los padres con sus hijos, ojalá no sea tarde para esa niña indígena que pide limosna entre el rojo y el verde de un semáforo en Barranquilla.

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