Opinión

Cartagena y la música III

Por Miguel Iriarte Pienso que después del maestro Adolfo Mejía tal vez no haya en nuestra historia otro músico más entrañablemente ligado a la vida de Cartagena que Sofronín Martínez, el guitarrista nacido en la población de Pasacaballos (Bolívar) y quien durante más de medio siglo fue referente indiscutible de la bohemia cartagenera.

sofro 3

Eso es cierto, pero Sofro, como todos lo llegaron a conocer, no fue solamente el protagonista e intérprete de esa gran banda sonora que acompañó por tanto tiempo una manera de vivir en la ciudad. Fue también el artista extraordinario que gracias a un estilo personalísimo de tocar la guitarra y de cantar terminó siendo una cifra fundamental de la música colombiana proyectada en el panorama internacional, al llegar a ser uno de los representantes más apreciados del bolero filin, a la par de los más indiscutibles sacerdotes cubanos de ese género. Y aunque fue un logro un tanto tardío, no es ello poca cosa.

Quien viene a dimensionar precisamente las magnitudes de ese y de otros logros de Sofronín Martínez en su interesante carrera musical es el periodista y escritor bogotano Juan Martín Fierro, con un breve libro que justicieramente pinta de pies a cabeza y logra indagar en lo profundo de su espíritu musical, a quien también se conocía como El ángel de Pasacaballos.

El libro, bien concebido, bien documentado y bien escrito, es el resultado de una pasión auténtica y confesa, no solo por el bolero, sino por la música toda, especialmente por una cultivada afición a estudiar, comprender y disfrutar las maravillosas y complejas urdimbres espirituales de esta expresión artística. Por eso el libro se bebe como agua y por eso la forma de historiar la vida y la obra de Sofro está asumida con la extraordinaria soltura de quien, ante todo, conoce y valora la estatura musical del personaje, y comprende y respeta la hondura de su humanidad.

El resultado, sin duda, es un gran retrato de trazos justos, de pocos ademanes para crear una atmósfera; económico en sus términos al relatar un transcurso vital que va desde los orígenes hasta su muerte; que nos muestra un dossier iconográfico de su vida profesional y familiar; que remata en una muy útil cronología del personaje; y que cierra con un CD que selecciona 15 composiciones escogidas con esmero entre el autor y la familia de Sofro, para redondear su perfil profesional y personal con lo mejor del amplísimo repertorio de este músico colombiano que encarnó como pocos la imagen de un hombre Caribe sabio, inteligente, afable y un incomparable cultor de la amistad.

Todas las etapas de la carrera de nuestro personaje están contadas en este libro de Fierro parcelado en tres partes: una primera titulada Del tambor a la guitarra, que sitúa históricamente el personaje en sus inicios y en los desempeños de sus primeros trabajos y vinculaciones orquestales, así como el entorno de la vida familiar en sus comienzos. Y cerrando con un capítulo certero y esclarecedor dedicado a la vida de Sofro en La Quemada la legendaria taberna que marcó de forma indeleble la noche y la vida social cartagenera.

La segunda parte es la titulada De la guitarra al filin, y es una parte que se adensa con profundas y esmeradas indagaciones de orden histórico, estilístico y musical que buscan situar la figura de Sofro, su voz y su guitarra en el contexto internacional del filin, y en la que funcionan como oráculos indiscutidos las voces de César Portillo de la Luz y Marta Valdés, dos de los más grandes compositores no solo del filin sino de la cancionística hispánica contemporánea, que dan aquí el sí consagratorio que entroniza a Sofro en el difícil Olimpo de la música cubana de estos aires. Ambos tienen a su turno palabras de extra ordinaria elocuencia para calificar la calidad interpretativa, su voz, su guitarra y su calidez de gran ser humano.

Y la tercera parte, titulada Sofro mucho tu ausencia, que recoge conmovedores testimonios de familiares, parientes y amigos sobre los últimos días en los que Sofro parecía decir, con una inexplicada tristeza, que algo andaba mal en su habitual alegría. Y da cuenta también de la dolorosa circunstancia de su accidente cerebro vascular, de los angustiosos días en Bogotá y finalmente del coma profundo que vino a dormir a Cartagena para luego seguir de largo hacia un cielo de guitarras y de pregones palenqueros.

Queda sonando, cuando cerramos el libro de Fierro, la doble conversación que lleva Sofro con su voz y su guitarra interpretando, como quien habla consigo mismo, uno de los temas que recoge el CD que trae el libro: “estoy solo, tan irremediablemente solo / que no espero en la vida / más que llanto y dolor…”.

Y la memoria vuelve a hacer el milagro.

]]>

Noticias relacionadas
OpiniónReflexión

El anticristo

Opinión

Cadenas mentales

NacionalesOpiniónReflexión

Cantos de sirenas

Opinión

Vergüenza divina

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *