Benjamín, desafiaba con su estilo de narración la psicología colectiva.
Por: Francisco Figueroa Turcios
Benjamín Cuello Henríquez, con su estilo, creatividad e imaginación, logró conquistar el corazón de millones de aficionados amantes del fútbol, incluyendo a los rincones más apartados y olvidado de la geografía colombiana. ..Él, sabe cómo ponerle música a un partido de fútbol porque para Benjamín, narrar es sinónimo de orquesta, de canto, de alegría y de son, ya que estuvo a punto de ser un cantante profesional de la salsa. Sus primeros fogonazos como cantante los tuvo a los 19 años en el barrio Villate, en Barranquilla, con la agrupación ´Salsa y Ritmo´ que tocaba en las esquinas.
En el imaginario colectivo de los hinchas de Millonarios está la frase que Benjamín Cuello hizo celebre ´La noche es azul´. Esa frase plasmaba las victorias del club ´Embajador´. Benjamín se convirtió en un fenómeno social para los hinchas de los Millonarios. Una muestra elocuente es la historia que relata Camilo Atahualpa Cuello Hernández, hijo de Benjamín Cuello Henríquez.
El día en que la noche fue azul.
Antes de comenzar los partidos de la liga colombiana en el Nemesio Camacho el Campin de Bogotá se reúnen todos los periodistas deportivos en el segundo piso de la tribuna occidental a contar chistes, chismes y anécdotas era un verdadero show ver a Edgar Perea, Hernan Pelaez, Javier Hernández Bonnet, Carlos Antonio Vélez, Adolfo Pérez, Iván Mejia, Jorge Luis Pinto, Cesar Augusto Londoño era un pequeño pony frente a esos potros salvajes, había uno que resaltaba por sus pintas coloridas, se llamaba Marco Antonio Bustos «el emperador» era un showman con un sombrero blanco tipo fedora , Rey Mosquera, Pache Andrade, todos figuras.
Una noche de un miércoles, cuando se jugaba la liga, miércoles, domingo, un niño un poco menor que yo, observaba a los genios del «micro» sin saber quienes eran; con ropa no muy adecuada para un partido de fútbol, con su padre como guardaespaldas, miraban lo que era la Fania deportiva de la radio y la televisión; mientras todos entraban a sus cabinas a empezar su show el niño grito el nombre de uno de ellos; yo mire al niño y a su padre; la figura radial, jovial, de bigotes espesos, gafas grandes y chaqueta de cuero, volteó la mirada hacia ellos, y exclamó: Dígame.. Yo expectante, me pregunté. ¿Quiénes son ellos? Y es el momento en que el señor bajito, de botas, pantalón sucio y camisa de cuadros exclama: » Don Benjamín, venimos del Putumayo, llevamos más de tres días viajando, mi hijo quiere conocerlo, escucha su narración siempre que hay un partido, es hincha de Millonarios y no tenemos televisor» . Me rompió el esfuerzo de atravesar varios departamentos y kilómetros de carretera para conocer quien es para mi la voz, faltaban poco minutos para que sonara el pitó y arrancará el partido, El bigotón muy encariñado con el niño los invita a que entrarán a la cabina de Caracol a ver aquel show… Ese hombre al que llamaba por su nombre era mi papá.
Ese miércoles, fue perfecto para el niño y su padre, la noche fue azul, ganó Millonarios al América y vió el show de Benjamín el dueño del Campin. Yo tendría 12 años. Esa noche me sentí orgulloso de mi viejo y no se me olvida la expresión inocente y bella del niño campesino del Putumayo y la alegría de aquel viejo humilde por conocer al gran Benjamín» relata Camilo Cuello, con el corazón hinchado porque a esa edad el no percibía que su padre no sólo era el dueño de la sintonía del estadio El Campín, sino que su voz estaba metida en lo más profundo del corazón de los hinchas de Millonarios.