Los periodistas reconocen sus errores. Donald Trump ganó contra todo pronóstico periodístico, incluso sin que muchos se lo tomaran en serio.
Por Estela Monterrosa
Finalizó la campaña presidencial en los Estados Unidos y con ello los chistes malos y los insultos. Una campaña que se destacó por la virulencia de las ofensas de parte de Donald Trump hacia Hillary Clinton y viceversa. Pero también sucedió algo que fue la columna vertebral del triunfo del candidato republicano: la forma en que actuó la prensa.
En declaraciones de los mismos periodistas, el periodismo que se realizó fue malo, no fue objetivo, y las plataformas digitales fueron utilizadas con error, pero favoreciendo con ese error que la población en general, cada día siguiera más al candidato Trump.
Por ejemplo, Dana Milbank, el comentarista político de referencia del The Washington Post, dijo hace siete meses que “comería mi columna entera, literalmente, papel de periódico y tinta, si Trump ganaba. Calculé que los votantes republicanos eran mejores que Trump, pero me han defraudado”.
Milbank ha convocado a sus lectores a un restaurante especializado en cocina latinoamericana donde, hoy jueves, se comerá, en el estricto sentido del verbo comer, su columna publicada el 2 de octubre y titulada “Trump perderá o yo me comeré esta columna”.
«Mal, mal, mal, hasta el final, lo hicimos mal”, reconocía en el The New York Times, Jim Rutenberg, en referencia a la cobertura periodística de la campaña de Donald Trump por la nominación republicana. Su artículo se titulaba “La carrera ha terminado y el periodismo ha perdido”.
Y qué decir de Nate Cohn, también del The New York Times, quien confiesa: “Nunca sabremos lo equivocados que estábamos sobre Donald Trump”. En su opinión, se debe a una suma de factores, pero da especial importancia al hecho de subestimar al magnate desde el principio. “Lo descartamos –dice– porque estábamos convencidos de que los votantes nunca escogerían a una estrella de los reality shows para presidente, y mucho menos un provocador con posiciones políticas poco heterodoxas”.
Tanto fue el error que la subestimación del candidato llevó al Huffington Post a negarse a informar de la campaña del magnate en la sección política. “Es un espectáculo y no vamos a morder el anzuelo, dijo entonces Ryan Grim, redactor jefe-; quien esté interesado en saber qué dice The Donald lo encontrará al lado de nuestras historias sobre la familia Kardashian”. Obviamente, el Huffington Post no ha tenido más remedio que rectificar.
A partir de todo esto surge el interrogante: “¿Por qué los periodistas creen que es importante para el público conocer sus conjeturas sobre quién va a ganar?”. Es la pregunta que se hacen Glenn Greenwald y Zaid Jilani en The Intercept.
“Los periodistas influyentes llevan una vida muy distinta de la masa de votantes en cuyo nombre se creen que pueden hablar. También suelen tener intereses diferentes, incluyendo una inclinación a preferir la preservación de sus actos y como esto los favorece».
Gregory J. Wallance, en The Hill, va aún más allá. Sostiene que “Donald Trump utiliza un discurso político corrupto con mentiras e insinuaciones que explotan el miedo del público como el que utilizó el senador Joseph McCarthy en los años cincuenta en su cruzada anticomunista”.
Wallance recuerda que McCarthy acabó siendo desenmascarado “por un valiente periodista llamado Edward R. Murrow” que puso en evidencia sus mentiras. El periodista demostró con datos que el senador “había causado alarma y consternación entre nuestros aliados en el extranjero, y prestado considerable comodidad a nuestros enemigos”. Cualquier parecido con la actualidad no es coincidencia.
Ante esto vemos que Donald Trump hizo lo que quiso con la prensa y con los periodistas y los utilizó, como si ellos fueran un megáfono que repetían todo lo que él decía, sin tomarse el trabajo de investigar, ser objetivos y criticar.
Trump siguió liderando las audiencias como candidato, y ese fue un factor determinante en la campaña y en su victoria. El magnate ha conseguido una omnipresencia mediática propiciada por su capacidad para generar audiencia televisiva, que, tal como reconoció su asesor, Paul Manafort, forma parte de una estrategia calculada. CNN no se pierde ni un mitin de Trump. El magnate ha conseguido más tiempo en la televisión que todos sus rivales juntos.
Tan obvio era el error de la prensa que el presidente Obama les llamó la atención y les dijo cuál era su responsabilidad, en otras palabras les dijo irresponsables y faltos de ética. Estas fueron las palabras de Barack Obama a los periodistas: “Esto no es un reality show. Se trata de la presidencia de Estados Unidos, y todos los candidatos deben ser escrutados. Me preocupa que la información se reduzca al espectáculo y el circo. Los votantes tienen derecho a saber si una propuesta es inverosímil o puede provocar una guerra, y si ustedes les informan estoy seguro de que nuestra democracia va a funcionar”.
O sea, la desconexión entre la opinión pública y los políticos convencionales, es la misma que la brecha que se observa entre la opinión pública y la opinión publicada, al fin y al cabo, Donald Trump, por quien nadie apostaba, ha ganado y es el presidente de Estados Unidos ante el asombro del mundo.
Lo mejor que he leído sobre la elección presidencial en Usa. Felicitaciones..necesitamos más artículos así mil gracias ¡