Estados Unidos y los plebiscitos del Reino Unido y Colombia reflejan cómo hoy se hace campaña con las emociones más ásperas.
Por Jorge Sarmiento Figueroa
Cuando a Franklin D. Roosevelt le dio polio y quedó en silla de ruedas, lo lógico era que quedara fuera de combate para las elecciones presidenciales de 1932. Sin embargo, Roosevelt no solo ganó sino que mantuvo durante cuatro períodos consecutivos la presidencia de los Estados Unidos, siendo el mandatario que más tiempo ha permanecido en su cargo en ese país. ¿Cómo lo hizo?
Con «Charlas junto al fuego», una estrategia consistente en usar el poder de la radio a principios del siglo XX para entrar «en las casas de todos los estadounidenses, creando la ilusión de que hablaba individualmente con cada uno de los oyentes, en una mezcla de franqueza y elocuencia inspiradora. Al iniciar sus charlas íntimas con las palabras ‘Amigos mios’, llegaba a sus compatriotas de una manera que ningún presidente había llegado jamás, y construyó un vínculo con los votantes», explicaría siete décadas después Dick Morris en su libro Juegos de Poder.
¿Se imaginan ustedes a Donald Trump entrando a charlar todos los días en nuestras casas por Facebook, por You Tube o por Podcast? No es necesario que se lo imagine, el punto es que a Donald Trump no le interesaba llegar de manera amorosa a la casa de nadie. Sabía que no tenía el charming de Barack Obama, ni la diplomacia de Hillary Clinton, y sin embargo sabía que podía ganar. ¿Cómo lo hizo?
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