David Barros Escorcia fue jugador en Junior de 1994 a 1997. Pese a sus excelentes condiciones como volante mixto, su paso fue fugaz por la indisciplina. ( Historias:De la fama al hampa)
Por: Francisco Figueroa Turcios

Junior de 1994: Raúl Chaparro, Fernando Alves, Alberto Haydar , David Barros, Juan C. Beltrán y Luis Aguilera (utilero). Abajo: Juan C. Cantillo, Hugo Galeano, Nilson Pérez, Henry Nieto y Jorge Bolaño.
David Barros, debutó en el profesionalismo con el Junior en el estadio Nemesio Camacho «El Campín», ante Millonarios, el domingo 11 de septiembre de 1994.
Poco a poco la fama lo fue acariciando y de inmediato fueron apareciendo los amigos que lo indujeron a la rumba, los tragos y la droga.
Le correspondió reemplazar en la titular a Lucho Grau, compartió con Héctor Gerardo Méndez la misión del medio campo y su nombre aparecía en todos los medios impresos y los locutores deportivos le reconocían sus condiciones futbolísticas, al tiempo que fue aumentando la indisciplina, que al principio no era detectada por el técnico Carlos «Piscis» Restrepo pero sí por sus compañeros, entre ellos Alexis Mendoza, que una vez le dijo: «tienes una mente de gamín. Solo piensas en lo malo», para hacerle caer en cuenta de los errores que estaba cometiendo en su vida privada.
David Barros hoy está postrado en una cama a raíz de la infección que le produjo una extraña y poderosa bacteria. Los médicos del Paso San Vicente le dieron hospital por casa. Desde allí reconoce que cuando Alexis Mendoza le dio aquel consejo el tenía el chip era en la rumba y el licor, por eso no le prestó atención a la voz de alerta de su verdadero amigo.
«Estábamos concentrados en el Hotel Puerta del Sol, en pretemporada. Yo le pedí permiso al profe «Piscis»Restrepo por un par de horas y me presenté fue al día siguiente. Al primero que me encontré en la puerta fue a Víctor Danilo Pacheco, quien me dijo: ‘tienes que tener una buena justificación de tu ausencia porque te van a echar del equipo'».
En fracciones de segundos se le ocurrió entonces la peor excusa: «fui a darle la cara al profe y le dije: ‘mi papá se me murió’. El técnico lo abrazó, le dio el pésame y le avisó a todos los jugadores. «Tenía que hacer bien el teatro, hasta lloré».
Pero los periodistas se enteraron de la noticia y al día siguiente en todas las emisoras le daban las condolencias al jugador. «Cuando mi mamá (Myriam Escorcia) y demás familiares escucharon la noticia de la muerte de mi papá (Luis Barros), se escandalizaron porque era una gran mentira. Llamaron a las emisoras para desmentir la noticia y para averiguar quién había dado esa mala información y se descubrió que fui yo para justificar mi salida de la concentración».
A partir de ese día perdió la credibilidad con el cuerpo técnico, compañeros y los periodistas. Sin embargo «Piscis» Restrepo y Víctor Luna lo apreciaban porque «veían en mí a un jugador de tremendas condiciones futbolísticas que podía llegar muy lejos. Me perdonaron esa mala pasada que les hice».
Salieron campeones en 1995, pero al poco tiempo Junior decide prescindir de los servicios de «Piscis» Restrepo, y llegó Augusto «Chiqui» Garcia, quien detectó sus actos de indisciplina y no lo tuvo mucho en cuenta. Más tarde llega Julio Comesaña y hasta allí culmina la carrera profesional de David Barros con el Junior porque «él no soportó mis actos y decidió excluirme del plantel profesional».
Se quedó sin equipo por año y medio. No sabía hacer más nada porque su vida se la dedicó solo al fútbol. «A duras penas terminé bachillerato en el colegio Jorge Eliecer Gaitán, pero no me preparé en otras actividades».
Cuando a Víctor Luna lo nombran técnico del Medellín, al jugador se le presenta una nueva oportunidad. «Me localiza para que me vaya a jugar, pero yo no aproveché esa instancia y continué la indisciplina. Solo duré seis meses en la Capital de la Montaña».
Al mundo de la delincuencia
David Barros vivió en el barrio La luz. Teófilo Gutiérrez era entonces un chiquillo para el que aquel mediocampista del Junior que vivía en su mismo barrio era su ídolo. Lo esperaba siempre para pedirle autógrafos.
Pero Teofilo no se dejó influenciar del medio en que vivían, mientras que David si fue presa fácil del libertinaje.
Cuando David decide en 1999 retirarse de la práctica del fútbol, debía buscar qué hacer porque había malgastado el dinero y no sabía ninguna profesión. «Escogí la más fácil: tomar un arma y atracar».
A través de un amigote al que le decían ‘Colacho’ fue inducido a hacerse la «prueba». «Recuerdo que la primera vez que me tocó atracar fue con un punzón a un tendero. De arrancada mostré dotes para este nuevo trabajo y pasé la prueba. Con el paso de los días fui cogiendo fama en el mundo del hampa».
Luego se vinculó a una banda organizada. Allí «trabajaba» en el denominado ruleteo, de plena calle Murillo hacia arriba. «Uno podía encontrar ‘clientes’ con dinero y oro, o encañonar a las personas que salían de retirar dinero de los bancos».
Recuerda que su primer revólver lo compró cuando le tocó atracar en solitario al administrador de la pescadería La Ballena azul, en la calle 30. Esa era una zona difícil de delinquir por cuanto había mucha vigilancia de la policía, «pero yo me le medí a esa misión: lo atraqué con una pistola hechiza. Le quité 3 millones de pesos y unos cheques, pero nos ‘enhuesamos’ porque no pudimos hacer nada con ellos.
Si bien «trabajaba» con un grupo organizado, su trabajo era independiente y no tenía que rendir cuentas a nadie, ni tenía que cumplir las tarifas que les imponen a los que trabajan en el mundo del hampa.
Muchas veces por su condición de ex futbolista reconocido en toda Barranquilla, «no me era posible atracar con toda libertad. Muchas veces cuando ya había elegido a la persona que iba a atracar, de repente esa persona me saludaba: ‘¡Qué viejo David!, ¿Cómo estás?’. Entonces me tocaba frenar la acción y debía cambiar de zona de trabajo».
Recuerda una anécdota similar: Una vez atracaron a un amigo del barrio que apoyaba mucho al fútbol. Él fue a mi casa a avisarme que los de la banda Patrulla 15 lo habían atracado. Así que me fui adonde el jefe de esa banda cubierto con un pasamontañas y cuando estaba a pocos metros el man me sacó y me llamó: ‘¡Ey David, ey david!’ y no me quedó otra alternativa que quitármela y saludarlo. Le pregunté cómo sabia que era yo y me respondió que por el caminado, que con mis piernas curvas quién no iba a saber que era yo».
4 años en la cárcel
El 9 de enero de 2001 David Barros tenía a su hija, Yusnedis, de un mes de nacida, internada en el hospital Pediátrico, con bronquitis. Ese día habían muerto dos niños de la misma enfermedad, por lo que estaba nervioso, presentía que en cualquier momento «podían avisarme que estaba muerta. Mi esposa, Luz Angela Paba, me preguntó que si tenía plata porque había que comprar unos remedios. Yo le dije que sí, sin tener un peso en bolsillo. Le quité la receta y salí a comprarla».
Tomé lo moto y fue adonde sus amigo de la banda a prestarles plata para comprar la receta y «me dijeron que el día había sido malo. No tenían un peso, pero estaban listos para darle un golpe fuerte a una chatarrería en la calle 30. Me invitaron a apuntarme en la misión y no me quedó otra alternativa».
Su misión en este atraco fue de mosca. Entraron cuatro al atraco. Todo salió perfecto, pero a David Barros le tocó llevarse a uno de los compañeros en su moto, porque quien lo debía recoger no apareció. En eso le dieron aviso a la policía y como su moto era de poco cilindraje comenzó la persecución contra él. Por toda la 30, derecho. «Busqué la calle 17, por la gota de leche, y cuando me di cuenta fue que me estrellé contra el caño de la ahuyama. Me tiré al caño y el compañero se metió en una casa y la policía lo mató bajo la cama. A mí me capturaron».
Lo llevaron a la Sijin, allí duró tres días. Lo condenaron a 87 meses y lo trasladaron a la cárcel del Bosque y luego a la Modelo. «Mi esposa se quedó esperando con la medicina para mi hija que estaba grave. Mis compañeros coronaron el botín y yo fui el único castigado por ese delito: hurto calificado y porte de arma de uso oficial, ya que me encontraron una granada».
Cuando llegó a la cárcel Modelo, un 20 de enero, muchos detenidos lo reconocían como ex futbolista, «pero también me encontré con enemigos del mundo del hampa y como dice un refrán: ‘el pecado es cobarde’, no sabia ni qué hacer».
«La cárcel no regenera, pudre a la persona, de allí se sale más llena de resentimiento, de odio. Muchos son abandonados por sus familiares y por sus amigos. Gracias a Dios mi esposa Luz Angela y mi mamá, Myriam, siempre estuvieron firmes».
A los tres meses de estar en la cárcel tuve una fuerte depresión, el compañero de celda me decía que la única forma de mitigar esa ansiedad era fumando marihuana y me pasó un pucho para que me relajara. De allí en adelante permanecía drogado, comencé con marihuana, luego con cocaína y hasta bazuco: me volví adicto».
Esta lección de vida, David Barros la quiso compartir para enviar un mensaje a todas las personas que ignoran que la fama, mal administrada, es un arma de doble filo.
Próxima entrega: De fletero a sicario