
“Vamos a estar en Cannes.” Esa fue la frase con la que un joven Xavier Dolan, apenas de 19 años, le habló a su equipo antes de rodar su primera película. Nadie le creyó, se rieron en su cara. Pero en 2009, su ópera prima J’ai tué ma mère (Yo maté a mi madre) no solo fue seleccionada en el festival, sino que se llevó tres premios y una ovación de ocho minutos.
Dolan fue un niño que dejó la escuela a los 16 años, sin apoyo de su familia, salvo una persona que le dijo que siguiera adelante. Sin dinero, sin contactos y con un equipo de “profesionales” que no cobraban un solo dólar, apostó todo lo que tenía –sus ahorros de actor infantil y doblaje– para hacer una película que casi no ve la luz.
En la masterclass, Dolan narró con humor y nostalgia cómo, siendo un adolescente sin experiencia, tuvo la oportunidad de quedar preseleccionado para el festival de Cannes, estaba más cerca del sueño, todos los días pedía que se cumpliera. Un día llamó a los programadores del festival para decirles que no se iban a arrepentir de seleccionarlo, que su película lo tenía todo para ganar la Palma de Oro. No la ganó. Y hasta el día de hoy lo recuerda. Pero sí se convirtió en la gran revelación de esa edición.
¿Cómo lo logró un chico sin estudios de cine? Para Dolan, la clave siempre ha sido lo personal. En el FICCI, habló sobre el poder de las historias íntimas, de lo espontáneo, de lo que simplemente sucede en la vida. “Si te dejas llevar por la serendipia, todo cambia”
Su relación con sus actrices fetiche, Anne Dorval y Suzanne Clément, es prueba de ello. Anne, quien interpreta a la madre en J’ai tué ma mère, fue su musa desde los 15 años. “Escribí el papel para ella.” Confiesa que siempre escribe con una cara en la cabeza
El arte de romper reglas
Sobre su proceso creativo, Dolan explicó que en sus películas no hay lugar para el ego. Si una escena no funciona, se elimina. Sin piedad. Aunque el plano sea hermoso, aunque le haya tomado días perfeccionarlo. “Kill your darlings”, dice. No se aferra a nada.
En la escritura, sin embargo, tiene una regla de oro: antes de romper las reglas, hay que conocerlas. “Si no sigo el primer proceso, todo se jode”, afirmó con sinceridad
Más allá del cine
Dolan también habló sobre sus dificultades para dirigirse a sí mismo como actor. Le cuesta desconectarse del director que lleva dentro. “Estoy pensando en la luz, en el encuadre, en actuar.” Es un reto constante.
Cuando le preguntaron sobre su relación con la moda, fue claro: “Es otra forma de contar historias.” Además, confesó que es lo que realmente le ha dado estabilidad económica. “Todo lo que gano en cine lo reinyecto en cine, pero fue ser embajador de Louis Vuitton lo que me permitió comprar una casa.”
La arrogancia de los que sueñan
Xavier Dolan sabe que fue un niño pretencioso, un adolescente insoportable con una confianza que parecía más soberbia. Pero en su charla en Cartagena dejó una reflexión: “Cuando eres joven, dices cosas arrogantes, pretenciosas. Pero al final, nada de eso importa. Lo que importa es el sueño.”
Un sueño que, contra todo pronóstico, lo llevó de ser una de las voces más provocadoras del cine.
