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Una reforma tributaria ruin

En vez de recortar el frondoso copete de los gastos del Estados, incrementa los impuestos que pagan 30 millones de colombianos pobres.

Por Rafael Sarmiento Coley

No se sabe que están pensando en realidad los 108 Senadores y los 171 Representantes a la Cámara que tienen en sus manos la infame y poco envidiable tarea de aprobar la tercera reforma tributaria del Presidente Duque y su ministro de poca catadura moral Alberto Carrasquilla.

En medio de una devastadora pandemia, en donde las principales víctimas han sido las personas que no tienen con que pagar una medicina preventiva efectiva mientras viene la vacuna, y en la primera línea de combate todo el abnegado personal médico, paramédico, enfermeras, camilleros, especialistas. Verdaderos profesionales que, después de 25 años de estudios salen a ganarse los salarios de miseria que pagan las clínicas privadas, las EPS tramposa y el Estado ladrón.

Un médico o enfermera que ha dedicado casi tres décadas de su vida útil para lograr una excelencia profesional, sale a ganarse una quinta parte de lo que se gana un congresista, algunos de los cuales escasamente han terminado la secundaria y presentan certificados adulterados como abogados, economistas o administradores de empresa, tal como se comprobó en estas semanas con un rufián congresista antioqueño que no tenía ni diploma de bachiller y estaba en el Senado devengando $33 millones cada mes, $396 millones cada año, más, según cálculos de personal descontento de las propias Unidades Técnicas Legislativas (UTL), unos $400 millones anuales que reciben en la ‘mermelada’ que les da el gobierno y en las ‘coimas’ de los poderosos grupos económicos que pagan –¡y muy bien!—para que le reduzcan los impuestos a ellos, mientras clavan al 60% de la población colombiana a la que le cuelgan una cascada de impuestos para el despilfarro en la Casa de Nariño y en el Capitolio.

Una reforma tributaria al revés

¡No hay derecho a tanta infamia! Estos son los sufridos –no ´héroes, porque ellos no quieren que los señalen con esa pomposidad-servidores del sector salud, durmiendo en unas ratones. ¡Por Dios, Hasta Cuán!

Si en Colombia hubiera una clase política honesta de una catadura moral como la de José ‘Pepe’ Mujica, el legendario político uruguayo que transformó la cultura política de dicho país, un  malandrín como el Minhacienda, en vez de estar pensando con esa menta podrida y con evidentes rasgos de haber nacido con una genética ratuna, en ampliar el 19% a todos los productos de la canasta familiar, y a los sueldos de la clase media de más de tres samarios mínimos y los pensionados con tres millones de pesos de ingresos, debería tomar la iniciativa, en primer lugar, de devolver el $1.4 billones de los bonos agua que los dio por perdido.

Y, lo más importante, si le quedara una esquirla de moral, y dos gotas de remordimiento en su alma de vampiro, estaría proponiéndole el Presidente Duque que, en vez de más impuestos para joder a los pobres, acabar con los humillantes excesos en el gasto público.

Es que Colombia es el país del absurdo. Mientras en esta pandemia han muerto centenares de trabajadores de la salud, un ministro y un congresista, los recursos para el sector salud no existen. No hay una política de Estado para el sector salud. Para la Ciencia, la Investigación y el manejo transparente de los recursos que el Gobierno reparte a manos llenas entre los amiguetes del Congreso a través de las EPS corruptas e inhumanas, una de ellas en donde se asegura tienen metidas las manos la familia Uribe Moreno, y en otras tres rufianes senadores de origen barranquillero. Mientras los pacientes mueren por una atención tardía. Y el personal médico y paramédico, al final de sus turnos nocturnos, duermen incómodos en unas ratoneras en donde debería estar durmiendo Carrasquilla.

Las cifras no mienten

Carrasquilla quiere más plata en su chequera para llevar la vida de archimillonario, sin importarle un carajo que 30 millones de colombianos no tienen para comer tres veces al día.

¿Y en qué se gastarán Duque, Carrasquilla, Álvaro Uribe y su parentela y sus cómplices y los 279 Congresistas? En el más deplorable barril de los marranos para la cosmética, (mantener la imagen de un Gobierno y un Congreso eficientes).

En el programa televisivo para mejorar la imagen del presidente Duque y en los 15 ‘infuenciar’ (algunos de ellos engrupidores traídos del exterior), el Estado despilfarra $$18 mil millones de pesos. Al servicio de senadores y representantes hay 1.200.00 celulares. El Presidente Duque se gasta $4.450 millones al día, lo que equivale al año a un billón 535 pesos. Tiene a su servicio 67 carros, 4 helicópteros ultramodernos, tres aviones y 2.500 guardas que ganan sueldos de generales.

Un médico o enfermera que ha dedicado casi tres décadas de su vida útil para lograr una excelencia profesional, sale a ganarse una quinta parte de lo que se gana un congresista, algunos de los cuales escasamente han terminado la secundaria y presentan certificados adulterados como abogados, economistas o administradores de empresa, tal como se comprobó en estas semanas con un rufián congresista antioqueño que no tenía ni diploma de bachiller y estaba en el Senado devengando $33 millones cada mes, $396 millones cada año, más, según cálculos de personal descontento de las propias Unidades Técnicas Legislativas (UTL), unos $400 millones anuales que reciben en la ‘mermelada’ que les da el gobierno y en las ‘coimas’ de los poderosos grupos económicos que pagan –¡y muy bien!—para que le reduzcan los impuestos a ellos, mientras clavan al 60% de la población colombiana a la que le cuelgan una cascada de impuestos para el despilfarro en la Casa de Nariño y en el Capitolio.

Una reforma tributaria al revés

Si en Colombia hubiera una clase política honesta de una catadura moral como la de José ‘Pepe’ Mujica, el legendario político uruguayo que transformó la cultura política de dicho país, un  malandrín como el Minhacienda, en vez de estar pensando con esa menta podrida y con evidentes rasgos de haber nacido con una genética ratuna, en ampliar el 19% a todos los productos de la canasta familiar, y a los sueldos de la clase media de más de tres samarios mínimos y los pensionados con tres millones de pesos de ingresos, debería tomar la iniciativa, en primer lugar, de devolver el $1.4 billones de los bonos agua que los dio por perdido.

Y, lo más importante, si le quedara una esquirla de moral, y dos gotas de remordimiento en su alma de vampiro, estaría proponiéndole el Presidente Duque que, en vez de más impuestos para joder a los pobres, acabar con los humillantes excesos en el gasto público.

Es que Colombia es el país del absurdo. Mientras en esta pandemia han muerto centenares de trabajadores de la salud, un ministro y un congresista, los recursos para el sector salud no existen. No hay una política de Estado para el sector salud. Para la Ciencia, la Investigación y el manejo transparente de los recursos que el Gobierno reparte a manos llenas entre los amiguetes del Congreso a través de las EPS corruptas e inhumanas, una de ellas en donde se asegura tienen metidas las manos la familia Uribe Moreno, y en otras tres rufianes senadores de origen barranquillero. Mientras los pacientes mueren por una atención tardía. Y el personal médico y paramédico, al final de sus turnos nocturnos, duermen incómodos en unas ratoneras en donde debería estar durmiendo Carrasquilla.

Las cifras no mienten

Carrasquilla quiere más plata en su chequera para llevar la vida de archimillonario, sin importarle un carajo que 30 millones de colombianos no tienen para comer tres veces al día.

¿Y en qué se gastarán Duque, Carrasquilla, Álvaro Uribe y su parentela y sus cómplices y los 279 Congresistas? En el más deplorable barril de los marranos para la cosmética, (mantener la imagen de un Gobierno y un Congreso eficientes).

En el programa televisivo para mejorar la imagen del presidente Duque y en los 15 ‘infuenciar’ (algunos de ellos engrupidores traídos del exterior), el Estado despilfarra $$18 mil millones de pesos. Al servicio de senadores y representantes hay 1.200.00 celulares. El Presidente Duque se gasta $4.450 millones al día, lo que equivale al año a un billón 535 pesos. Tiene a su servicio 67 carros, 4 helicópteros ultramodernos, tres aviones y 2.500 guardas que ganan sueldos de generales.

Al servicio de los honorables Congresistas hay disponibles 12 mil camioneras: 8 mil para que se movilicen en Bogotá con dos vehículos de escoltas, y 4 mil que tienen en sus respectivas ciudades de origen, carros que nunca devuelven. La gasolina, como es apenas obvio, la paga el Estado. Y esa factura sí la esconde muy bien Carrasquilla. La usa para ir al baño. Lo que significa que cada defecada del Minhacienda les cuesta a los colombianos $5.600 millones semanales, más cien mil millones de pesos en seguro todo riesgo más $30 mil millones que tragan los malandrines del Soat.

Quedan en el aire varias preguntas. ¿se justifica que los pobres tengan que sacrificar el bienestar de sus envilecidos hogares para sostener ese humillante despilfarro? ¿Hasta cuándo Colombia se dará cuenta de la mala clase política que tiene? ¿Hasta cuándo seguirá votando como borregos por esa misma clase política sin alma ni corazón? ¿Cuándo en Colombia se pondrá en marcha una reforma, esa sí necesaria y urgente, reforma en el sector salud que mejore el nivel de vida de los trabajadores de ese sector y brinde a los colombianos una salud menos rogada y más expedita?

Serían suficientes razones para que el elector colombiano piense, analice, reflexione y recapacite a la hora de votar en los próximos comicios de Cámara, Senado y Presidencia. ¡Sería una maravilla que el voto por esos malandrines se bote a la caneca de la basura! O se vote en blanco. O se vote por dos candidatos para que el voto sea nulo. Si ellos le han hecho tantas maldades al pueblo en 200 años de historia republicana, ¡hombre! Qué bueno sería, como decía Jorge Eliécer Gaitán, hacerles “¡Mamola!” Siquiera una vez en la vida pa’ que se acabe la vaina, y para que vean que el jobo mata y la concha quema.

Al servicio de los honorables Congresistas hay disponibles 12 mil camioneras: 8 mil para que se movilicen en Bogotá con dos vehículos de escoltas, y 4 mil que tienen en sus respectivas ciudades de origen, carros que nunca devuelven. La gasolina, como es apenas obvio, la paga el Estado. Y esa factura sí la esconde muy bien Carrasquilla. La usa para ir al baño. Lo que significa que cada defecada del Minhacienda les cuesta a los colombianos $5.600 millones semanales, más cien mil millones de pesos en seguro todo riesgo más $30 mil millones que tragan los malandrines del Soat.

Quedan en el aire varias preguntas. ¿se justifica que los pobres tengan que sacrificar el bienestar de sus envilecidos hogares para sostener ese humillante despilfarro? ¿Hasta cuándo Colombia se dará cuenta de la mala clase política que tiene? ¿Hasta cuándo seguirá votando como borregos por esa misma clase política sin alma ni corazón? ¿Cuándo en Colombia se pondrá en marcha una reforma, esa sí necesaria y urgente, reforma en el sector salud que mejore el nivel de vida de los trabajadores de ese sector y brinde a los colombianos una salud menos rogada y más expedita?

Serían suficientes razones para que el elector colombiano piense, analice, reflexione y recapacite a la hora de votar en los próximos comicios de Cámara, Senado y Presidencia. ¡Sería una maravilla que el voto por esos malandrines se bote a la caneca de la basura! O se vote en blanco. O se vote por dos candidatos para que el voto sea nulo. Si ellos le han hecho tantas maldades al pueblo en 200 años de historia republicana, ¡hombre! Qué bueno sería, como decía Jorge Eliécer Gaitán, hacerles “¡Mamola!” Siquiera una vez en la vida pa’ que se acabe la vaina, y para que vean que el jobo mata y la concha quema.

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