Una carta astral le indicó a Ángela Riaño el punto exacto en el mapa de Colombia. Un lugar desconocido para cumplir un propósito.
Por Jorge Sarmiento Figueroa
Fotos Nira Figueroa Turcios
Ángela Riaño llegó a Barranquilla buscando Juan de Acosta. No sabía cómo llegar, ni qué se iba a encontrar. Solo sabía que tenía un propósito.
Era la primera vez que pisaba el Atlántico. Vino dirigida por una lectura de carta astral que le hizo una persona en Bogotá, donde vive. Ángela lo explica: «Hace apenas unos cuantos meses tuve la oportunidad, sin buscarla, de conocer a una persona que dedica parte de su tiempo de ocio a la lectura de carta astral. Tan solo con la información del lugar, la fecha y la hora de nacimiento, verifica la posición que tenían los astros en ese momento y cómo ello define, en gran medida, el ámbito emocional, profesional, económico, integral de cada persona. Lo que la señora me dijo es que cada año la fecha de cumpleaños varía astrológicamente y puede asimilarse a un nacimiento, de tal manera que el lugar, la fecha y la hora en la que celebramos nuestro cumpleaño determinan cómo estará aspectado ese año de nuestra vida. Por primera vez me aventuré a poner en práctica lo que arrojo mi carta astral. Con la intención de mejorar todos los aspectos de mi vida para este año, me dispuse a recibir y celebrar mi cumpleaños en el Municipio de Juan de Acosta, en el Departamento del Atlántico».
Nurys Vergara, suegra de Ángela, le indicó que en Barranquilla tenía una amiga que quizás le podía ayudar a cumplir su propósito. Nira, tal es el nombre de la amiga de Nurys, había sido en la edad adolescente su compañera de encuentros y fiestas, cuando Corozal conservaba aún el donaire de los pueblos ganaderos. Las jóvenes se hicieron entrañables y un acontecimiento las enlazó para toda la vida: Nurys fue quien le hizo el vestido de novia y fue además quien le organizó todos los documentos legales que Nira necesitó el día en que se fue de manera intempestiva de Corozal, para casarse en secreto en Barranquilla.
Treinta y ocho años después, las circunstancias astrales de la nuera de Nurys le dieron a Nira la oportunidad de devolver aquel inmenso favor.
Nurys llamó a Nira solo para pedirle que le consiguiera un transporte de Barranquilla a Juan de Acosta. Pero tratándose de una amistad del alma, le explicó a grandes rasgos la cuestión: «Mi nuera va a ser el cumplimiento de un mandato astral. Las cartas le dijeron que tenía que pasar el cumpleaños en Juan De Acosta. No sabemos porqué».
Siendo las cosas así, Nira consideró que no podía ser cualquier transporte quien llevara a Angela a su cita mágica. Había pensado en sugerir un señor de Montería, pero seguro éste se burlaría a cada instante del motivo del viaje. Estropearía el derecho a la magia. Se le vino a la mente entonces la imagen de otro cordobés, este sí todo un artista y por tanto respetuoso de las energías que a cada persona mueven como universo. Marlon Peroza era el tipo. Un joven bien plantado de Montelíbano, cantautor y gaitero mayor, que además tiene carro y hasta posee una parcela en Tubará, municipio vecino de Juan de Acosta.
Peroza y su novia, Adriana, escucharon la historia y se rindieron como por encanto a lo que les pidieron. A las seis de la tarde del día siguiente, Nira compró unas orquídeas rosadas; a las siete de la noche salió para el aeropuerto con Marlon y Adriana; a las ocho, recibieron a Angela, para quien las flores fueron la puerta de entrada de una velada especial.
Juan de Acosta a la diez de la noche descansa a media luz. Es la placidez sepia de los pueblos del Atlántico.
Pero esta noche en particular el pueblo con nombre de hacendado español sorprendió a Angela con un detalle que para cualquier otra persona sería un ridículo detalle de feria. En medio de la luz tenue brillaban en la plaza unas serpentinas de colores. Cuando Angela las vio, gritó, emocionada: “¡Ay! ¡Un supermercado!”. Nira, Marlon y Adriana la miraron extrañados, como si de repente la magia tuviera precio barato, y no pudieron negarse a preguntar: “¿Qué de raro tiene ese supermercado?”. La respuesta de la joven devolvió todo a su cauce: “Mi marido se la pasa en un camión subiendo y bajando montañas de Cundinamarca para proveer a esos supermercados. Esta noche esas serpentinas me lo recuerdan, me lo traen aquí”.
El paréntesis narrativo del supermercado sobraría sino es porque revela cómo Ángela tenía encendidos sus sentidos, predispuestos desde cuando salió de Bogotá con su carta astral. Se sentía plena de cumplir su propósito y de tener a su lado gente conectada a su sentir. Tan plena estaba que esta vez fue ella quien sorprendió a todos con una torta y un vino que sacó del bolso de viaje. Ella misma cortó las rebanadas. En esas estaba cuando se le acercó por detrás el gaitero y le dedicó el ‘Feliz cumpleaños’.
Canción tras canción la noche de Ángela se llenó de una alegría tan desbordante que algunos noctámbulos de Juan de Acosta se acercaron a disfrutar del ambiente que los visitantes habían creado.
Sonrientes recibieron torta y vino y le corroboraron a Ángela la verdad de la magia ancestral que tienen estos pueblos donde los reinos de este mundo y de los otros se encuentran, rayados por la línea negra de los indígenas que se extiende desde La Guajira hasta las cumbres de la Cordillera de los Andes, para bien de quienes tienen la energía despierta.
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