
Morir de nuevo yo, que debía ser ciudadano de mundo.
Por Jorge Guebely
Soy el soldado desconocido, asesinado tantas veces y tantas veces resucitado. Muerto en las batallas de Verdún y Stalingrado. Soldado de la corona española y del general Bolívar, del liberalismo y del conservadurismo. Soy demócrata o fascista, católico o protestante, cristiano o musulmán, peón insignificante de las élites económicas.
Combatí en la segunda guerra mundial bajo el mando de Hitler, el tercer Reich, y de Roosevelt, el neo-emperador norteamericano. Combatí por una ideología, una ficción, un cuento tramado por las élites capitalistas. Perdí como liberal demócrata y como conservador fascista. Los soldados desconocidos perdemos todas las guerras porque los capitalistas ganan todas las guerras, ya sean liberales o conservadores, banqueros o industriales.
Perdí por ser soldado en Pearl Harbor y ciudadano en Hiroshima. Me asesinó Hitler cuando invadió mi comarca y el presidente Truman cuando explotó la bomba atómica. Perdimos los judíos pobres, los gitanos que son pobres, los negros que suelen ser pobres, los blancos que nacen pobres…
Ganaron los ricos: el capital financiero que prestaba dinero a todos los bandos para comprar armas y el capital industrial que vendían las armas a todos los bandos. Ganó Rockefeller, el judío rico que vendía el Zyklon B a Hitler para asesinar judíos pobres en cámaras de gas.
Ganó la simulación democrática, perdió el fascismo real. Pero Hitler vive, el fascismo resurge de sus tumbas, el godismo recorre el mundo. Se levanta después de 65 años de aparente cementerio para poner presidentes: Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría, Putin en Rusia, Erdogan en Turquía, Uribe y su propio Duque en Colombia. Surge para promover guerras, el hábitat malsano de su respiración.
Y si orquestan la guerra con Venezuela, tocará morir por defender la dictadura venezolana o el espíritu dictatorial colombiano. Morir de nuevo yo, que había muerto por estar en las filas de los paramilitares y por estar en las filas de la guerrilla… Morir de nuevo yo, que debía ser ciudadano de mundo: francés para disfrutar las cuatro estaciones de Vivaldi y de Dios, holandés para sentir el fuego cromático en los cuadros de Van Gogh, costeño hamacado frente al mar para conversar con sus olas, llanero frente al sol naciente para emocionarme con el ojo cósmico celestial que ilumina todo lo que ve.
Yo, que había nacido para sentir la vida durante la fugaz estadía sobre la Tierra, quedé reducido a cadáver vivo, a soldado desconocido, a defensor de una ideología, de una ficción, de un cuento tramado por las élites capitalistas.