Posee el don de apoderarse del espacio por donde se desliza. Lo llaman gato y se muestra felino. Nadie conoce a Leandro Barbieri.
Por: Estela Monterrosa Cabarcas
Sus perennes grandes anteojos ahumados, su sombrero negro de ala gaucha y su lisa bufanda identificaron su imagen ante el mundo. Fue un artista decididamente innovador y respetado en la capital del jazz moderno, Nueva York, por ser genuino. Como decía el baterista Elvin Jazz, lo que hace hermosa a la música no es el estilo, es su honestidad, ese era Leandro Barbieri y quien siempre fue conocido como Gato Barbieri.
«La música fue un misterio para Gato y cada vez que tocaba era una nueva experiencia para él, que quiso transmitir esa sensación a la gente. Fue afortunado por todos los años en los que tuvo la oportunidad de llevar su música por todo el mundo», declaró emocionada Laura Barbieri su esposa de las últimas décadas.
Barbieri creció en una familia de músicos, pero no tocó un instrumento hasta los 12 años cuando comenzó a escuchar a Charlie Parker. Más tarde se ganaría el apodo de El Gato por su forma de desplazarse de un club a otro con su saxofón. La filosofía vital de Barbieri fue admirable: «La única manera que vi fue salir ahí fuera y hacer algo cada día. La música me dio la vida».
Representante destacado del jazz latino, Gato Barbieri participó en su juventud en la banda de otro destacado jazzista argentino: Lalo Schiffrin, con quien se convertiría en una celebridad en 1953, y abordó en su carrera el jazz de vanguardia, especialmente en la década de los sesenta, así como el pop y la fusión a finales de la década de los setenta. El músico saltó a la fama por componer la sensual banda sonora de ‘El último tango en París’, por la que obtuvo un Grammy.
Barbieri, que a los 18 años ya se había afiliado al Partido Comunista, siguiendo los pasos de su hermano Rubén, se sigue definiendo como un hombre de izquierda. Eso es evidente en los títulos de sus discos: como Bolivia (1973), un homenaje explícito al Che Guevara-. Sobre él Barbieri dice: «para mí era muy importante. Él sabía que lo iban a matar, pero igual quiso hacer todo solo. Es de una dignidad divina». O Chapter 3: Viva Emiliano Zapata (1974), con los que marca su ideología.
En una grabación histórica en el Festival de Jazz de Montreux (El Pampero, 1971) tocó una versión intensa e inolvidable de «El arriero», de Atahualpa Yupanqui. Un día declaro: «Siempre me identifiqué con los pueblos oprimidos. Mis discos del Tercer Mundo marcaron una época, eran una guerrilla musical y tenían que sonar así. Después, el tiempo fue cambiando. Las compañías querían cosas más clásicas, buscaban un sonido más ligado al pop. De todos modos, había cosas divinas. Y aunque eran comerciales, nunca hice demasiado dinero en mi carrera.
Con Caliente (1976) quedan en evidencia los cambios operados en el saxofonista que, en esa época, se escondía bajo el paraguas de su nuevo productor, Herb Albert. “Gato Barbieri irrumpió en el mundo del jazz como una bengala. Entonces la bengala llegó a lo alto, estalló y se convirtió en lo que se convierten las bengalas: en nada”, escribía José Ramón Rubio en El País.
Habiendo llegado a poseer uno de los más potentes sonidos de saxo tenor, ahora, mirando en retrospectiva su carrera, el sobrenombre de «Gato» -como todo el mundo lo llama- adquiere un nuevo significado, ya que así como los gatos tienen siete vidas, la reinvención constante de estilos que Barbieri mostró a lo largo de sus grabaciones, le ha permitido una longevidad similar en la aceptación del público al saxofonista que una vez dijo: «Los colegas del jazz no me consideran un músico de jazz, como tampoco los colegas latinos me consideran un músico latino». En pocas palabras el Gato Barbieri es único, es el Gato Barbieri.
Su última actuación en vivo fue el 23 de noviembre de 2015 en el famoso club de jazz neoyorquino Blue Note. El diario estadounidense New York Times le rindió un obituario donde lo califica como el «pionero» o explorador del latín jazz y dice que fue un «saxofonista cuyo estilo fuertemente emocional que ayudó a expandir la audiencia del latín jazz».
Era Leandro Barbieri un sonido de saxo tenor entre el grito y la melodía, todo fuego y pasión, que se puede oír en unos cuarenta discos. El músico que decía que gritaba como cuando ves un partido y tu equipo mete un gol.